Aún falta mucho para que amanezca, pero Luis Ángel González sale de su edificio para llegar a su trabajo. Las cosas se han complicado en las últimas semanas y ha tenido que pedir permiso a sus supervisores para llegar un poco más tarde. Apenas han dado las seis de la mañana y emprende el primer viaje en un taxi para llegar a la estación Tezonco, en Tláhuac. “Ni modo, así es esto, uno tiene que chambear [trabajar]”, reconoce el trabajador de limpieza, de 30 años.
Apenas cumplió un año trabajando en un edificio de la céntrica colonia Escandón, donde labora desde las ocho de la mañana a las cinco de la tarde. Sin embargo, el derrumbe del tren en la estación Olivos el pasado 3 de mayo le ha cambiado su dinámica de trabajo. “Ahora hago dos horas de ida y a veces hasta tres de regreso”, comenta González, quien prefiere levantarse casi de madrugada para que no le toquen largas filas para transportarse.
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Sus esfuerzos, sin embargo, no siempre son fructíferos. Apenas llega a la estación cerrada tras el desplome, González espera entre 10 y 15 minutos para abordar uno de los camiones que brindan servicio emergente ante el cierre de las 20 estaciones que conforman la Línea 12 del metro. Pero lo peor empieza a las ocho de la mañana. Gabriela Pérez, una vendedora de pan y café sobre la cada vez más concurrida avenida Tláhuac, asegura que “a esa hora las filas son tan largas que no se alcanza a ver a dónde llega”.
La también conocida como línea dorada ha perdido su brillo desde el fatal derrumbe que dejó 26 muertos y decenas de heridos. La vía férrea que corre del sureste al suroeste de Ciudad de México ha quedado inhabilitada y ha obligado a más de 30 millones de usuarios a buscar nuevas alternativas para poder llegar a sus centros de trabajo. Alrededor de 500 unidades de la Red de Transporte de Pasajeros de la capital se movilizan diariamente desde las cinco de la mañana y hasta las doce de la noche para prestar el servicio. Pese al despliegue, los usuarios reclaman que las unidades son insuficientes.
Fotogalería: La odisea de salir de Tláhuac sin la Línea 12
Esta semana, la alcaldesa de Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, anunció la instalación de un carril exclusivo para el uso de un servicio emergente de unidades de Metrobús sobre el tramo elevado de la Línea 12, que corre de Tláhuac hasta Atlalilco, donde empieza el tramo subterráneo que va hasta la estación Mixcoac. “El Colegio de Ingenieros y el Instituto Mexicano del Transporte están llevando a cabo un escaneo geomático y un estudio con microondas de alta frecuencia, que tiene el objetivo de revisar la estructura del túnel de la parte subterránea de la Línea 12. Los resultados van a estar listos la próxima semana y, de no haber inconveniente, podrá abrirse el tramo subterráneo de la Línea 12, de Atlalilco a Mixcoac”, ha indicado la jefa de Gobierno de la capital.
Luis Ángel González tiene una leve esperanza de que la llegada del Metrobús agilice sus traslados. “Uno estaba acostumbrado al metro, había un poco más de seguridad y aunque uno ya sabe cómo está el tema en la zona, uno nunca sabe si un día un asaltante se vaya a subir, a lo mejor con el Metrobús eso mejora”, señala.
Para Gabiela Pérez, la vendedora de café que ha visto una disminución en sus ventas, todo lo que ha sucedido alrededor del accidente en la estación Olivos tiene un tinte político. “Se están colgando de la tragedia, pero no hay una solución para ninguno de los afectados”, comenta desde su puesto en la estación de Tezonco.
Sheinbaum ha anunciado apoyos económicos inmediatos para las familias de los fallecidos en el siniestro del metro así como a los que aún están ingresados o ya han sido dados de alta. Los parientes de los fallecidos recibirán 50.000 pesos para los gastos que están afrontando estos días. Adicionalmente, el Gobierno de la capital anunció la creación de 65 empleos para los familiares de las víctimas fallecidas.
Entretanto, González ha considerado seriamente la posibilidad de cambiarse de trabajo, sobre todo por las casi tres horas que le toma regresar a su casa. Cansado y muchas veces apretujado en un camión lleno de trabajadores, se ha planteado pedir una reasignación en la empresa de servicios de limpieza donde labora. “Me ha tocado ver camiones muy llenos donde las personas, por la desesperación, se van colgados de las puertas”, comenta. Mañana será otro día, y en tanto haya trabajo y sustento, dice el empleado, las posibilidades siempre son favorables.
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