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Draghi baja al fango de la política

El guion estaba prácticamente escrito. La rueda de prensa, a ratos divertida gracias a la refinada ironía romana de Mario Draghi, había sido eficazmente despachada por el primer ministro. A punto de terminar, el expresidente del Banco Central Europeo, un hombre acostumbrado a medir al milímetro sus palabras, se salió del carril y llamó “dictador necesario” al presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan. Unas palabras que cogieron por sorpresa a los periodistas, a gran parte de su entorno y a la diplomacia italiana y turca, que tardó pocos minutos en llamar a su embajador en Roma a consultas y disparar con bala contra Italia. Un exceso de franqueza. O el primer desliz, según coinciden las fuentes diplomáticas consultadas, de su recién inaugurada carrera política.

Lo insólito de la salida de tono del primer ministro italiano no se limita a llamar “dictador” al presidente turco. Draghi, preguntado por el incidente en el que la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, fue desairada en la reunión que mantuvo en Ankara junto con el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, tampoco tuvo reparo en añadir que Erdogan es un dictador necesario. “Con estos, llamémosles por lo que son, dictadores que necesitamos para colaborar, uno debe ser franco a la hora de expresar los diferentes puntos de vista, de comportamientos, de visiones sobre la sociedad, y también estar listo para cooperar para asegurar los intereses del propio país. Debemos encontrar el equilibrio”, dijo durante la rueda de prensa del jueves.

Las inesperadas palabras del premier italiano podrían poner en dificultades a Italia, segundo socio económico europeo de Turquía (el intercambio es de 18.000 millones de euros y hay unas 1.000 empresas italianas en suelo turco) por detrás de Alemania. Pero también muestran con crudeza el cinismo de las relaciones europeas con determinados países. Son todavía más llamativas teniendo en cuenta que el consejero diplomático del primer ministro, Luigi Mattiolo, fue embajador en Ankara. Fuentes del Palacio Chigi, sin embargo, consideran que no se trató de un error y que es el modo de comunicar que tiene Draghi, “franco y directo”. Señalan también que sus palabras coinciden con la posición expresada ya anteriormente sobre la violación de derechos humanos en países como China y Rusia y que están en la línea fijada por el presidente de EE UU, Joe Biden. La idea predominante en el palacio Chigi, señalan las mismas fuentes, es que Draghi defendió a la presidenta de la Comisión Europea y a la institución que representa.

Una idea que comparte solo a medias el alto diplomático y excomisario de Industria de la Unión Europea Ferdinando Nelli Feroci: “Tengo la sensación de que fueron palabras no calculadas. Un poco ultra vires. Erdogan no es un personaje popular y hay muchos motivos para no converger con sus posiciones. Pero técnicamente no se le puede calificar como dictador. Es un presidente electo. Con elecciones que, de forma general, responden a los estándares de Europa occidental. Sus palabras quizá han sido un error. Aunque no me parece mal levantar la voz ante el presidente turco”.

El ministro de Exteriores turco, Mevlüt Çavusoglu, de hecho, condenó enseguida las palabras del presidente “nombrado” italiano contra el presidente “electo” Erdogan. Turquía sacó a pasear enseguida a Benito Mussolini, sustancialmente queriendo decir que Italia no está para dar lecciones sobre dictadores, y ayer siguió exigiendo una rectificación. Además, el ministerio de Exteriores convocó al embajador italiano para pedirle explicaciones.

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Algunos miembros del gobierno, como Ivan Scalfarotto (Italia Viva), que consideró las palabras de Draghi una “lección de derecho internacional”, aplaudieron al primer ministro. También algunos miembros del PD, uno de los partidos mayoritarios del Ejecutivo, y los ultraderechistas Giorgia Meloni y Matteo Salvini. El líder de la Liga, de hecho, convocó una manifestación frente a la Embajada turca en Roma que luego tuvo que cancelar, probablemente para evitar una escalada en el conflicto.

Justo lo único que no debe hacerse en estos momentos, recuerda Stefano Stefanini, consejero diplomático del expresidente de la República Giorgio Napolitano de 2007 a 2010, exembajador en Washington y antiguo representante permanente de Italia en la OTAN. “Por muchas críticas que se puedan hacer a Erdogan por aspectos autocráticos de su presidencia, no es un dictador. Es un régimen autoritario, sobre el que pesan grandes aspectos que chocan con nuestros países. Pero no es un dictador. Y llamándoselo, se le da la autoridad moral de estar del lado de la razón. Además, el conocido como sofagate [el desaire a Von der Leyen] se está revelando un error protocolario en la organización de la Unión Europea. En cada visita los encargados del protocolo y la diplomacia de ambos países discuten la más mínima particularidad. Y si no lo han hecho es un error clamoroso. Es el abecé de cualquier diplomático”.

Ningún primer ministro italiano se había expresado en esos términos hasta ahora. Y la oportunidad del momento apuntaría hacia distintos orígenes. Germano Dottori, consejero científico de Limes, profesor de Estudios Estratégicos y experto en las relaciones con Turquía, cree que fue “una salida extemporánea, en la que ha tenido que ver el feo episodio sufrido por Ursula von der Leyen, pero también algunas valoraciones surgidas de su viaje a Trípoli”, apunta en referencia al primer viaje internacional del jefe de Gobierno italiano.

Libia es uno de los lugares donde se cruzan ahora los intereses de ambos países, especialmente en la explotación de los hidrocarburos. “La sensación es que el premier italiano ha infravalorado la irritación turca y la capacidad de reacción de Erdogan. Turquía exigirá que se retracte y la crisis se suavizará en una manera que todos puedan quedar bien. Porque Turquía ya ha demostrado en el pasado que tiene capacidad de condicionar a Roma amenazando con la cancelación de compras a empresas italianas”, insiste Dottori. La diplomacia que ha faltado en las primeras horas de esta crisis deberá trabajar duro en los próximos para suavizar el primer aterrizaje de Draghi en el lado más resbaladizo de la política.


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