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Ecos de leyendas y batallas en una ruta por ciudadelas y fortalezas aragonesas

Al recorrer Aragón es fácil imaginar que en tiempos pretéritos fue una estratégica frontera defensiva en permanente estado de alerta. Fruto de esa lejana historia de asedios y batallas, en territorio aragonés no solo proliferan los castillos; también lo hacen los pueblos amurallados, las ciudadelas militares, los torreones y las iglesias fortificadas. Vestigios que recuerdan al viajero el tumultuoso pasado de la región. Hoy estas atalayas representan uno de los principales reclamos para recorrer esta comunidad autónoma, porque desde su posición privilegiada nos brindan las mejores panorámicas y paisajes y, al recorrerlos, aprenderemos episodios de la historia de España que, quizá, desconocíamos.

Vista aérea de la ciudadela de Jaca, getty images

Ciudadela de Jaca: perfección renacentista

Tal vez lo más sorprendente de Jaca, en el norte de la provincia de Huesca, sea su ciudadela, sobre todo si se contempla desde lo alto: su inusual perfil pentagonal dibuja desde el aire una fortificación en estrella perfecta. Pero, además, esta excepcional fortaleza conserva todos y cada uno de sus elementos característicos: fosos, baluartes, escarpas, cuarteles, polvorines, túneles y, por supuesto, una bonita entrada con puente levadizo.

Fue Felipe II quien ordenó su construcción en 1592 para aplacar una revuelta de partidarios de un exconsejero de Estado acusado de traición por el propio rey. También para defenderse del acoso de Francia, impidiendo el paso de los hugonotes a través del Pirineo.

La de Jaca es una de las fortalezas más inexpugnables de España y sigue estando en uso, ya que ha mantenido desde su construcción una guarnición militar presente todavía dentro de sus muros. Proyectada por el arquitecto italiano Tiburzio Spanocchi, según los nuevos esquemas de la arquitectura militar del siglo XVI, este baluarte renacentista cuyo verdadero nombre es castillo de San Pedro acoge, alrededor del amplio patio de armas, el peculiar Museo de las Miniaturas Militares, donde se recrean, a través de miles de soldaditos de plomo, las batallas más importantes de la historia.

Al margen de su fortaleza, Jaca es una verdadera joya del románico: su catedral es uno de los templos más prominentes de este estilo y fue el origen de una ciudad que siempre ha sido una de las paradas más importantes del Camino de Santiago. La localidad oscense es también el punto de partida ideal para descubrir otros imprescindibles de la zona, como el monasterio de San Juan de la Peña o la majestuosa estación internacional de Canfranc (1925), un complejo ferroviario que se concibió como gran escaparate de España ante los visitantes extranjeros. En ella nos aguardan historias de espías y contrabandistas. Aunque lleva muchos años en rehabilitación, las visitas guiadas por el complejo y las obras resultan apasionantes.

La ciudad de Jaca está a 50 minutos en coche desde Huesca y a una hora y media desde Zaragoza.

La fortificación en ruinas de Uncastillo. ALAMY

Fortaleza de Uncastillo, parada medieval en las Cinco Villas

Con su aspecto marcial y severo, oteando el territorio desde lo alto de un cerro rocoso, la fortaleza de Uncastillo es una de las más grandes de Aragón. Destacan sus dos torres: la del homenaje, del siglo XIII y con un pequeño museo en su interior que relata la historia del castillo; y la de vigía, de planta semioctogonal y adosada a un palacete gótico del siglo XV.

Este pueblo en el noroeste de la provincia de Zaragoza es uno de los que forman la comarca de las Cinco Villas. Y merece la pena la parada en ruta: además del castillo erguido sobre la peña Ayllón, imagen emblemática de la localidad, no faltan los restos de palacios góticos, como el de Pedro IV, del siglo XIV, o un buen puñado de iglesias románicas. Aunque tal vez lo más llamativo de todo sea el casco urbano, con su laberinto de casas bien conservadas donde no faltan los restos de una espectacular judería, donde vivió en su día una importante comunidad hebrea. Palacios como la renacentista Casa Consistorial, el Palacio de Martín el Humano y la Lonja Medieval completan la larga lista de monumentos de los que presume Uncastillo. Y aún hay más: a tan solo 15 kilómetros irrumpe el yacimiento arqueológico romano de Los Bañales, en el que siguen en pie unas monumentales termas —construidas a finales del siglo I después de Cristo— y los pilares de un acueducto.

Uncastillo se encuentra a 1 hora y 25 minutos en coche desde Zaragoza y Huesca.

El castillo de planta rectangular de Sádaba, en la comarca del Bajo Aragón (Zaragoza). ALAMY

Sádaba, las siete torres que marcan el camino

Otra parada inevitable en las Cinco Villas zaragozanas es Sádaba, un lugar histórico que hoy pasaría inadvertido sino fuera por su fortaleza, que, como un faro en medio de una llanura cultivada de cereal, reclama nuestra atención para que paremos a visitarla. Con sus siete torres, este castillo de sillería altera con su rigurosa silueta el paisaje de Sádaba, en el Bajo Aragón. Fundado probablemente en el siglo XI y durante décadas centro de sangrientas batallas, es de planta rectangular y exhibe altos murallones intercalados por siete macizos torreones rematados con almenas. En el interior, donde se abre un pequeño patio de armas, conserva una capilla medieval y un aljibe.

Este enorme castillo preside una villa de calles de piedra, portalones con arcos y escudos sobre sus casas solariegas, que nos hablan de su pasado fronterizo en el cruce de caminos entre dos reinos. La otra joya de la localidad, compitiendo con el castillo, es la iglesia de Santa María, uno de los mejores ejemplos del gótico en Aragón.

En las afueras del pueblo, merece la pena visitar el mausoleo de los Atilios, llamado popularmente el Altar de los Moros, de época romana (entre los siglos II y III). Y a poca distancia de allí, el monasterio femenino cisterciense de Cambrón, del siglo XII, y la iglesia de Puilampa, del mismo siglo, cuya antorcha permanecía siempre encendida para iluminar el camino de los peregrinos a Santiago.

Sádaba está a 1 hora y 10 minutos por carretera de Zaragoza y de Huesca.

Arcadas profusamente decoradas del castillo de Calatravos, en Alcañiz (Teruel). ALAMY

Dormir en el castillo de los Calatravos, en Alcañiz

Segunda ciudad en población de la provincia de Teruel y capital del Bajo Aragón, Alcañiz es famosa por su fiesta de los tambores en Semana Santa y por tratarse de una de las grandes villas monumentales de España. Un castillo, del siglo XII, domina un casco histórico que tiene dos puntos de referencia: el Ayuntamiento, el edificio renacentista más notable de la comarca, y la Lonja, que en otros tiempos fue el mercado público medieval. Bajo la ciudad se conservan una serie de pasadizos medievales que son prueba de la importancia que tuvo en aquellos siglos en los que los caballeros de la Orden de Calatrava se ocupaban de proteger esta frontera aragonesa.

Aunque hoy una parte de este castillo se ha convertido en parador, su encanto de maciza fortaleza medieval sigue intacto. Asentado sobre la loma de Pui Pinos, en posición dominante sobre Alcañiz, el baluarte tiene su corazón histórico y artístico en la torre del homenaje y en la capilla románica, cuyo interior alberga pinturas góticas que ilustran la batalla entre moros y cristianos.

Alcañiz es también puerta de entrada para recorrer una de las comarcas más bonitas de Aragón: Matarraña, cruce de fronteras entre Teruel, Tarragona y Castellón, con pueblos con encanto imprescindibles, como Valderrobres y Calaceite, y lugares increíbles, como las Grutas de Cristal, descubiertas a las afueras de la localidad de Molinos en 1961. Su visita dura unos sesenta minutos y permite acceder a dos salas: la de los Cristales y la Marina. La primera presenta una gran diversidad de espeleotemas, entre los que destacan las estalactitas excéntricas. La entrada a la segunda sala ofrece una espléndida visión de espeleotemas coralinos que dan nombre a esta estancia.

Alcañiz: a 1 hora y 20 minutos en coche desde la ciudad de Zaragoza.

Galeria con arcos en el castillo de Valderrobres, en Teruel. alamy

El castillo de Valderrobres, en el corazón de Matarraña

La comarca de Matarraña, epicentro de la llamada España vacía o vaciada, es un verdadero descubrimiento. Sobre todo, cuando uno se topa con pueblos como Valderrobres, coronado por un monumental castillo (cerrado hasta nuevo aviso por la pandemia) conectado con una iglesia gótica. Y eso no es todo: el pueblo presume de su plaza Mayor, a la que se entra por un fantástico puente de piedra, con varias mansiones palaciegas y un espectacular Ayuntamiento de estilo renacentista aragonés. Y sobre todo: un aire de que por aquí el tiempo se ha detenido. Valderrobres figura siempre en el listado de los pueblos más bonitos de Europa, y se lo merece.

En Aragón hay unos 700 castillos nobiliarios, pero pocos eclesiásticos, y este es uno de ellos. Mandado construir como torre defensiva hacia el año 1307 por el arzobispo de Zaragoza y convertido un siglo después en fortaleza palaciega, es un macizo edificio dividido en diferentes niveles, cuyos enormes salones y dependencias delatan la importancia del castillo durante siglos, hasta su abandono en el siglo XVIII y su posterior rehabilitación.

A Valderrobres se llega en 1 hora y 45 minutos desde Zaragoza en coche.

Templo y fortaleza: la iglesia de la Asunción (Jabaloyas)

Si no fuese por las campanas que se divisan desde lejos, esta iglesia podría fácilmente confundirse con un castillo. Rodeado por un recinto amurallado rematado con almenas o merlones, con una maciza torre cuadrangular y las troneras y saeteras que defendían el perímetro, el templo es uno de los pocos ejemplos de arquitectura religioso-militar de la época renacentista que aún perduran, sin modificaciones, en toda la región.

Jabaloyas es uno de esos pueblos que los viajeros esperan encontrar cuando se adentran por comarcas vacías como la de la Sierra de Albarracín. Con una población que no llega a los 100 habitantes, su iglesia-fortaleza y algunas casas renacentistas nos hablan de otros tiempos en los que tuvo una mayor importancia. Por ejemplo, la casa de los diezmos y primicias o la conocida como Casa de la Sirena, con detalles góticos curiosos. Pero sin duda, lo mejor es el entorno, con bosques bien conservados y rincones espectaculares para hacer senderismo.

Jabaloyas: a 2 horas y 20 minutos por carretera de Zaragoza.

Ejea de los Caballeros, la frontera con tierras islámicas

Otra iglesia construida como fortaleza es la de Ejea de los Caballeros, un pueblo grande que en otros tiempos servía de frontera con las tierras islámicas. De ahí sus buenas muestras de iglesias pero también de caserones, que mantuvieron un cierto esplendor hasta el siglo XVIII. Estamos también en tierras carlistas y algunos edificios nos lo recuerdan en su historia e incluso en su nombre.

Pero el eje de todo es la iglesia fortificada de San Salvador. Las dos torres, los caminos de ronda y el perímetro rematado por almenas otorgan a esta magnífico templo románico —consagrado en el año 1222, aunque su construcción se inició en el último tercio del siglo XII— el aspecto de castillo-fortaleza. Su estilo arquitectónico es románico de transición hacia el gótico.

Durante siglos, Ejea de los Caballeros fue un baluarte cristiano limítrofe con tierras islámicas, y tanto este templo como la población de la villa necesitaban de especial protección. Las excelentes portadas, las ocho capillas, el coro y el baptisterio, además del retablo mayor gótico, convierten la iglesia en visita imprescindible para los amantes del arte.

Ejea de los Caballeros se encuentra a 1 hora en coche de Zaragoza y de Huesca.

Vista áerea de la muralla de Daroca, con una de las dos puertas flanqueadas por torreones almenados que dan acceso al interior de la villa zaragozana. GETTY IMAGES

Daroca, el reposo del Cid Campeador entre murallas

Uno de los grandes encantos de Daroca consiste en recorrer sus murallas, construidas en distintos momentos de la historia, hasta desembocar en el antiguo castillo, que guarda restos de una primera alcazaba musulmana. Se trata del mayor conjunto amurallado de Aragón, desde el que se contempla una vista fantástica del casco urbano y sus alrededores. Y esta es su razón de ser: siempre ejerció la función de vigía en permanente alerta. El castillo, hoy en ruinas, está rodeado por los cuatro kilómetros de murallas que abrazan el caserío. Se accede a él a través de dos monumentales puertas renacentistas: la puerta Baja y la puerta Alta, ambas protegidas por dos torreones almenados.

Y a pie de calle, Daroca ofrece un agradable paseo por algunos de sus monumentos como la colegiata de Santa María de los Sagrados Corporales, que fusiona varios estilos: desde el románico, su fecha inicial de construcción (siglo XII), hasta el gótico (XV) y renacentista (XVI). El municipio zaragozano también cuenta con distintas iglesias románico-mudéjar, un hospital del siglo XVI y villas señoriales de aire palaciego, como la Casa Diablo o la elegante Casa de los Luna.

Antaño avanzadilla en territorio islámico y luego villa fronteriza entre reinos, Daroca puede presumir de ser una de las más hermosas localidades fortificadas aragonesas, con museos, iglesias y palacios de gran interés. Aquí vivió el mismísimo Cid Campeador, que pasó una temporada curándose de una larga enfermedad. Y por supuesto, por aquí transita el Camino del Cid que sigue sus huellas por tierras castellanas, aragonesas y valencianas. Fue una ciudad donde convivieron judíos, musulmanes y cristianos, y de esta fértil unión surgió el mudéjar con su espectacular decoración geométrica con ladrillos que sobresale en las iglesias de Daroca. Su herencia musulmana aún se deja sentir en el barrio de la Morería, con su trazado islámico de calles estrechas y sinuosas.

Daroca está a 1 hora en coche, o 1 hora y 30 minutos en autobús, desde Zaragoza.

Vista elevada y panorámica de la localidad zaragozana de Biel. ALAMY

Torre de Biel, vigilando el camino desde lo más alto

La Torre de Biel fue un importante baluarte estratégico de los Reinos hispánicos, en la frontera con Navarra. Desde aquí partieron las expediciones militares que reconquistaron la comarca de las Cinco Villas. Este impresionante paralelepípedo de 30 metros de altura, 20 de ancho y cinco plantas, se alza sobre un altozano rocoso de la localidad zaragozana de mismo nombre desde el último tercio del siglo XI. Residencia y morada de numerosos reyes, como Sancho Ramírez, su hijo Alfonso I el Batallador y Ramiro II, unía las funciones militares y palaciegas.

En realidad, el conjunto hoy está formado por la torre y la iglesia románica de San Martín, que se construyó un poco después que la torre. Así que a la función militar y palaciega se sumaba también la religiosa, en un lugar donde diferentes culturas y dinastías compitieron por el espacio y el poder. Una prueba es la judería de Biel, una de las más valoradas de Aragón, con su caudevilla (zona residencial) y barrio verde (zona religiosa). A principios del siglo XV, más del 70% de su población era judía.

A Biel se llega en 1 hora y 10 minutos en coche de Huesca, y en 1 hora 20 minutos de Zaragoza.

Conjunto de castillo medieval e iglesia en Mora de Rubielos (Teruel). getty images

Castillo de los Fernández de Heredia (Mora de Rubielos)

La imponente mole de este castillo, fundado en época islámica, cristianizado en 1171 y elevado a la categoría de colegiata en el siglo XV, domina el pequeño pueblo de Mora de Rubielos, al sureste de Teruel. Por sus dimensiones y su posición, es uno de los castillos más impresionantes de todo Aragón, sobre todo si se llega de noche, cuando el conjunto se ilumina y se alza como protegiendo de cualquier peligro a la villa. Y si el exterior impone, el interior resulta igualmente impresionante. La pieza principal es el patio de armas, con una apabullante sala subterránea, calabozos, caballerizas y lagares, que componen uno de los castillos más completos de España. Obra maestra de la arquitectura militar gótica, fue durante siglos centro de las batallas entre los reinos de Aragón y Castilla. Hoy solo compite en espectacularidad con el otro monumento de Mora: la excolegiata de Santa María, a la sombra del castillo, gótica, como la propia fortaleza.

El pueblo en su conjunto es uno de los más encantadores de la comunidad, en una encrucijada geográfica, cultural y comercial. Es un placer callejear entre sus muchas casas solariegas y pequeños palacios que pertenecieron a grandes nobles, y por supuesto, visitar sus conventos. Y todo ello bajo el manto protector que todavía irradian sus viejas murallas.

Mora de Rubielos: a 2 horas y 10 minutos en coche de Zaragoza.

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