Ecuador elige presidente. Lo hace entre dos candidatos ubicados en las antípodas ideológicas y sumido en el desencanto de una población harta de la crisis económica y descreída de la política. Los sondeos anticipan un empate técnico entre Andrés Arauz, el candidato impulsado por el expresidente Rafael Correa y ganador de la primera vuelta del 7 de febrero, y el líder conservador Guillermo Lasso, que va por su tercer intento. Un triunfo de Arauz supondrá la vuelta del correísmo tras el paréntesis de cuatro años que supuso Lenín Moreno. La victoria de Lasso colocará en el poder a un hombre de ideas liberales que cuenta con el apoyo de las élites del poder. Cualquiera sea el resultado, el ganador tendrá un desafío mayúsculo por delante: arcas vacías, demandas sociales en alza y un Congreso sin mayorías que obligará a tejer complicadas redes de apoyo.
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La jornada ha empezado puntual a las siete de la mañana. En el colegio municipal Benalcazar, un recinto enorme de una manzana ubicado en un barrio acomodado de Quito, la fila para entrar tiene unos 200 metros, pero avanza muy rápido. Las indicaciones de los policías se mezclan con los gritos de los cuidacoches y de aquellos que ofrecen “emplasticar” [proteger con plástico] el comprobante del voto. En Ecuador, votar es obligatorio y sin ese pequeño papel luego será imposible realizar cualquier trámite bancario y hasta alquilar una vivienda. “Esta vez fue superrápido, en la primera vuelta me tomó dos horas y ahora menos de 20 minutos. Sólo hay que votar por dos personas”, dice Mónica, una funcionaria de 35 años a la salida del colegio electoral.
En este barrio de grandes edificios de viviendas, oficinas y hoteles se vota por Lasso. Basta intercambiar unas palabras con la gente para que aflore un discurso contra el expresidente Rafael Correa (2007-2017). Raúl Saltos, un publicista de 50 años, sin embargo, no ha votado convencido. “En Ecuador desde hace mucho votamos por el menos peor. Me duele decir eso, pero en mi país hay mucha corrupción, donde pones el dedo aparece algo”, lamenta. Mónica Dellanón, empleada en el Banco Central de 57 años, dice que ha votado por Lasso porque “necesitamos un país estable y dolarizado”. “Si no, estaríamos como Venezuela, sin una moneda. Con el dólar no ahorro, pero estoy bien, no necesitamos riquezas, necesitamos estabilidad”, dice. Para el comerciante Gabriel Black, de 43 años, lo más importante es que el próximo presidente “se ocupe de la economía y de la salud, en estos momentos tan complicados por la pandemia”.
Empate técnico en los sondeos
El candidato Andrés Arauz, un dirigente de 36 años casi desconocido para la mayoría de los ecuatorianos, ganó la primera vuelta con el 37% de los votos, aupado por el apoyo que recibió de Rafael Correa. En segundo lugar, a 13 puntos de distancia, quedó Lasso, que pasó al desempate tras superar por apenas 0,3% al candidato del indigenismo, Yaku Pérez. Sin embargo, la segunda vuelta encuentra a Arauz y Lasso en un empate técnico, según los sondeos. “Lo que fue un triunfo clarísimo de Arauz y una derrota de Lasso en la primera vuelta ha cambiado durante estas semanas, en un contexto político de frustración y de rechazo de los votantes al statu quo”, dice Sebastián Hurtado, presidente de la consultora Profitas.
La frustración se ha traducido en una demanda de algo nuevo. Ese fue el voto que alimentó las candidaturas de Yaku Pérez y del izquierdista Xavier Hervas, que quedó cuarto en febrero. “Creíamos que esos votos iban a beneficiar a Arauz, porque representaba un cambio. Pero durante la segunda vuelta, Lasso hizo un buen trabajo en deslucir las credenciales de oposición y de cambio de su rival”, explica Hurtado.
Ambos prometen reactivar la economía, recuperar el empleo, proteger a los más pobres y garantizar salud y educación. Pero sus recetas son opuestas. Para Arauz, el Estado debe ser el motor de la economía y el principal proveedor de los servicios que necesitan los ecuatorianos. El candidato correísta ha prometido en campaña un bono de 1.000 dólares para un millón de familias afectadas por los estragos de la pandemia. Para financiar ese programa utilizará fondos del Banco Central. Lasso, en cambio, apuesta por una economía abierta al mundo y un Estado mínimo y eficiente. Ha propuesto además duplicar la actividad petrolera, principal fuente de divisas del país.
Las diferencias entre ambos son estructurales, también en política exterior. Mientras Arauz quiere recuperar el espíritu de instituciones regionales que fueron clave en el inicio del siglo, como la Unasur (Ecuador se retiró de ese bloque en marzo de 2019) y la Celac, Lasso buscará acuerdos comerciales bilaterales con Estados Unidos, China o Corea del Sur e impulsará la integración con la Alianza del Pacífico.
Un discurso polarizador
Lasso reeditó en su campaña la confrontación de 2017 contra Correa, con un discurso que habló de autoritarismo y corrupción como matriz del correísmo. Por eso, en la segunda vuelta, Arauz acomodó su estrategia de campaña. Paulina Recalde, directora de la consultora Perfiles de Opinión, destaca que “Arauz buscó generar una voz propia y más autónoma [de Rafael Correa, su mentor] y hasta habló de los errores que se habían cometido en el pasado. Correa desapareció entonces de los afiches y hubo un gesto de distanciamiento. Cuán cierto resulta eso es otro tema, pero fue un recurso de campaña”, dice Recalde. El empate en los sondeos exhibe los límites de esta estrategia, aunque Hurtado ve a Arauz en ventaja. “Tiene un perfil más claro de outsider de las políticas actuales, con más posibilidades de capitalizar algún voto oculto y de captar el voto indeciso y nulo”, explica.
El voto nulo llegó al 19% en la primera vuelta y puede crecer aún más en la segunda. Yaku Pérez y su partido, Pachakutik, han pedido a sus simpatizantes que anulen el sufragio para poner en evidencia su poderío electoral. Pero solo el resultado de las urnas desvelará hasta dónde las bases del movimiento indígena están alineadas con sus dirigentes. El voto indígena, que representa entre el 7 y el 10% del censo nacional, será clave este domingo, pero no se trata de una masa homogénea. Las divisiones son tales que es difícil predecir hacia donde irá a parar.
Los colegios electorales van a permanecer abiertos hasta las cinco de la tarde. A diferencia de la primera vuelta, el Consejo Nacional Electoral no dará resultados parciales ni de conteo rápido, una herramienta que toma una muestra representativa y anticipa tendencias. Según el CNE, las mesas tardarán entre 45 minutos y una hora en contar todas las papeletas y trasladar la información a la central.
La intención del CNE es tener una tendencia clara hacia las diez de la noche del domingo, pero si la paridad que anticipan los sondeos se confirma habrá demoras. “Lo único deseable es que el que gane tenga una mayoría clara, de más de cinco puntos, porque si no nos incendiamos, dirán fraude por allá y fraude por acá”, dice el excandidato presidencial y exdiputado Jacinto Velázquez. Ambos candidatos ventilaron su temor a un posible fraude, aunque sin presentar prueba alguna. Un resultado ajustado sería una mala noticia para Ecuador.
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