Las manos de Edgar Badía (Barcelona, 29 años), el portero que más paradas ha hecho en la Liga (79), las guardan unos guantes diseñados y fabricados por su propia empresa, TwoFive. Este sábado en el Di Stéfano (16.15, Movistar LaLiga), ante el Madrid, se enfundará el modelo Viena. “Homenajean a la final de la Eurocopa que ganó España allí en 2008”, dice a través de videollamada. Cada modelo cuenta una historia de fútbol, del mismo modo que la existencia de la empresa cuenta la historia de Badía, que imaginó ser astrónomo, matemático e ingeniero; era el portero titular de la selección española campeona de Europa sub-19 en 2011; se vio sin embargo rodando por Segunda B, y emergió casi 10 años después en Primera con el Elche.
En los días felices de aquel Europeo, cuando compartía vestuario con Morata, Carvajal, Sarabia, Alcácer y Deulofeu, todavía quería ser físico: “Si algo ha nacido en mí desde pequeño es el amor por la Física, de la que todavía leo libros. La astronomía me apasiona, y me encantaría haberme dedicado a esa rama, investigar mucho acerca de todo lo que nos forma como humanos, como mundo, por la vida que tenemos”, dice. Aunque le pudo cierto sentido práctico y comenzó Ingeniería Electrónica en La Salle en Barcelona, mientras jugaba en el filial del Espanyol y Pochettino empezaba a llamarlo al primer equipo, con el que debutó en enero de 2012 en la Copa.
Messi es el jugador más difícil de descifrar; el cuerpo no te anuncia lo que va a hacer
Pero aquello no duró: “Deciden no apostar por mí y me quedo sin equipo, y tengo que ir al Granada B, y tampoco sale bien, y acabas en Segunda B en el Reus”. Al dejar Barcelona también dejó los estudios de Ingeniería y empezó Administración y Dirección de Empresas a distancia en la UOC. En el final de ese viaje confluyen la trama académica, empresarial y deportiva: “Terminé la carrera justo a las dos semanas de llegar aquí a Elche, en enero de 2019. De hecho, mis últimos exámenes los preparé en el hotel desde donde estuve buscando piso”. El Elche está entonces en Segunda, pero en el verano de 2020 ya juega el playoff de ascenso con los guantes de su propia empresa, recién puesta en marcha con el portero Tomeu Nadal, del Albacete, y un abogado de Barcelona.
Un camino largo: de descabalgado de una generación dorada, a la cumbre con 10 años de retraso. “La clave ha estado en intentar no compararme a ellos, a los que sí estaban en la élite desde los 18 o 20. Más que pensar que se me había escapado, tienes que hacer un esfuerzo grande para saber que en el fútbol tienes que tener esa pizca de suerte de estar en el momento adecuado en el sitio adecuado. Seguro que mi familia ha sufrido más en silencio de lo que me han dicho”.
Ahora la angustia es distinta: “Muchas veces llego a casa y mi mujer me dice: ‘Madre mía, qué sufrimiento tu posición’. Porque todo el rato es: ostras, que se acercan, que no me marquen. Pero yo no lo siento así, porque esos momentos de estrés en los que un rival te domina, o está cerca de tu área, yo los saboreo, de verdad. En ese momento sientes estrés, pero cuando acaba el partido, sobre todo cuando sale bien, el sentimiento posterior es brutal. Al final, tienes que aprender a disfrutar de él”, dice.
Los momentos de estrés, en los que un rival te domina, yo los saboreo
En particular, en su caso. Badía está habituado a los bombardeos: es el portero que más disparos a puerta ha recibido esta temporada, 116, y también el que más goles ha evitado. Según los cálculos de Opta por las ocasiones de los rivales, lo esperable es que le hubieran marcado 45 goles, pero solo ha recibido 37, es decir, ocho menos. Estos tiroteos los vive casi en trance: “Durante el juego la concentración es absoluta. Ahora no hay público, pero es que si hubiera para mí sería lo mismo, porque a veces ni me entero. Llego a casa y me dicen: ‘Ostras, ¿has visto qué bonito el estadio?’. Y yo: ‘¿Sí? Es que no me he fijado’. La concentración absoluta hace que no exista nada alrededor”.
También es concienzudo en la preparación: “Antes del siguiente partido, siempre miramos el vídeo del anterior, corregimos hasta el más mínimo detalle. Y luego del próximo. Me gusta ser un portero proactivo, de no esperar a que sucedan las ocasiones para reaccionar, sino ver si las puedo evitar habiendo visto los patrones de juego del contrario”. Eso ayuda, pero a veces, como con Messi, todo es poco: “Por mucho que le hayas visto no sabes qué va a hacer, porque lleva el balón muy pegado al pie, y es capaz de meterte un pase interior, de abrir a banda, de sacarse un tiro, de regatear. Es el jugador más difícil de descifrar. El cuerpo no te anuncia lo que va a hacer. En el segundo gol que nos mete en el Camp Nou, cuando Jordi Alba le da el pase atrás, has visto tantas veces esa jugada que piensas que o va a chutar de primeras o va a controlar y va a chutar rápido. Y con el cuerpo incluso parece que vaya a hacer eso. Casi me venzo, me rehago, pero Messi da tres toques más dentro del área…”.
Al acabar, Badía se hizo viral por un vídeo en el que se ve a Messi darle la camiseta y quedarse esperando por la suya. Casi tuvo que despertarle: “En ese momento no caí. Acabábamos de perder 3-0. Dije: ‘Me llevo la camiseta de Messi y me voy al vestuario”. Al final se la cambiaron, algo que no pudo hacer con Ramos en el encuentro de la primera vuelta contra el Madrid. El capitán se la había prometido a Verdú. Badía se llevó la de Courtois para su colección de más de 200.
Si este sábado vuelve a hacerse viral en Valdebebas por un intercambio con Ramos, que apunta a titular, tardará en darse cuenta: hace semanas que solo instala en el móvil Twitter e Instagram al día siguiente de los partidos, y vuelve a borrarlas: “Publicas, acabas viendo la historia de un conocido y terminas viendo vídeos que no te interesan. Al final, cinco horas con el móvil. Si en lugar de cinco son dos, las otras tres me dan para hacer cinco clases del máster [de negocio y márketing digital]”.
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