Las sanciones contra Rusia que ultima Estados Unidos por si la vía diplomática para reconducir el conflicto en Ucrania fracasa excederán con creces las adoptadas tras la anexión de Crimea. Esa es la bala que guarda en la recámara la Administración de Joe Biden para tratar de disuadir al presidente ruso, Vladímir Putin, de avanzar más sobre el país vecino, donde se libra una guerra desde hace casi ocho años. “Las sanciones que aplicamos a partir de 2014 fueron lentas y progresivas; las de ahora son rápidas y profundas”, explicó este jueves la subsecretaria de Estado estadounidense Victoria Nuland, en una reunión telemática con varios medios europeos, entre ellos EL PAÍS.
Nuland, de gira por Europa para pactar esta estrategia con sus socios, quiso dejar claro que las expresiones casi calcadas que utilizan tanto los líderes europeos como el estadounidense para referirse a ese eventual castigo —”de enormes consecuencias”, “con graves costes”— no son mera retórica. De aplicarse, las medidas restrictivas “aislarán” a Rusia y “dañarán al pueblo”, advirtió.
Aunque Nuland evitó concretar esas medidas económicas y financieras, dio a entender que Moscú tiene ya algunas pistas. “Rusia tiene buenos servicios de inteligencia. No veo la ventaja de negociar en público, pero son bastante conscientes de los riesgos”, sugirió. Esta alta funcionaria, que diseña la estrategia política del Departamento de Estado, encargado de la diplomacia estadounidense, enfatiza que su país pretende adoptar estas medidas en concertación con los socios de la OTAN y de la UE.
En verano de 2014, varios meses después de que Rusia se anexionara la península ucrania de Crimea, la Unión Europea y Estados Unidos pactaron las mayores sanciones contra Moscú desde el fin de la Guerra Fría. En líneas generales, se bloqueó la financiación a la banca rusa y la cooperación con el sector energético y se decretó un embargo de armamento militar. En los meses siguientes se añadieron nuevas represalias sin que haya habido evaluaciones claras ni de su coste ni de su eficacia. En la conferencia con periodistas, la representante estadounidense dio a entender que con esta nueva ronda el impacto en los sectores clave sería mucho más claro.
Más allá del riesgo económico, la subsecretaria de Estado quiso subrayar el alto coste en vidas —también para el Ejército ruso— que tendría una mayor incursión en Ucrania: “Los ucranios son duros. Lucharán, no se van a rendir. Puede ser muy sangriento”. La guerra en el Donbás, la región del este de Ucrania que enfrenta desde 2014 a las tropas de Kiev con los separatistas prorrusos apoyados por el Kremlin, acumula unas 14.000 muertes, según cálculos de la ONU. El temor de Occidente es que el conflicto inicie una fase más cruenta si Moscú decide tomar ese territorio.
Victoria Nuland se refirió también al controvertido gasoducto Nord Stream 2, tolerado por Alemania porque permite un suministro directo del gas desde Rusia y visto con suspicacia por Washington. La representante de la Administración Biden confirmó lo que hasta ahora eran solo sospechas: que la agresividad rusa en Ucrania torpedea el proceso de autorización de este gasoducto, aún pendiente de aprobación europea. “Acordamos con el anterior Gobierno alemán que si había agresiones tendrían un impacto en el proceso de certificación y de puesta en marcha del gasoducto. Hemos tenido conversaciones productivas con el Gobierno actual y esperamos que se atengan a ese pacto”, aseguró.
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