Una delegación de Estados Unidos se ha reunido este sábado con representantes del régimen talibán en Doha en el primer encuentro cara a cara desde que la guerrilla se hizo con el poder en Kabul el pasado agosto tras la retirada de los soldados norteamericanos. Los talibanes han pedido a Washington que levante el bloqueo a las reservas del Banco Central afgano depositadas en la Reserva Federal, según el ministro de Exteriores talibán en funciones, Amir Khan Muttaqi, citado por la cadena de televisión catarí Al Jazeera. Sin embargo, no parecen dispuestos a colaborar en la lucha contra el Estado Islámico.
Los talibanes, en busca de legitimación internacional, están explotando la proyección que les ofrece la cita. ToloTV incluso ha publicado una imagen de la delegación que encabeza Muttaqi en el avión en el que ha viajado a la capital catarí. Del lado estadounidense, sin embargo, no se ha precisado quién participa en las conversaciones, aunque todo indica que no está Zalmay Khalilzad, el diplomático que se ocupaba de las negociaciones con los talibanes hasta ahora.
Un portavoz del Departamento de Estado sí dejó claro el viernes por la noche que no se trataba de reconocer o legitimar a los talibanes como dirigentes de Afganistán, sino de abordar asuntos de interés nacional para EE UU. La misma fuente dijo que la prioridad, además de la salida de quienes quisieran abandonar Afganistán, era instar a los talibanes a respetar los derechos de todos los afganos, incluidas las mujeres y las niñas, y a formar un Gobierno incluyente.
La Administración Biden se ha quejado de la lentitud del proceso de evacuación de aquellos ciudadanos, estadounidenses o afganos con residencia en EE UU, que está tratando de facilitar. Qatar está siendo instrumental en este proceso. Desde que la salida del último vuelo militar estadounidense el 30 de agosto, la aerolínea catarí ha sacado a unas 1.300 personas de Kabul en seis vuelos humanitarios, el último el pasado miércoles. Entre los evacuados, hay muchos afganos con doble nacionalidad, pero también nacionales de otros países y algunos afganos que podrían correr peligro bajo el régimen talibán.
Las conversaciones de EE UU con los talibanes van a continuar este domingo y también estaba previsto que estos se reunieran con representantes europeos. Para los países occidentales, la relación con el nuevo poder en Kabul, el autodenominado Emirato Islámico, plantea un difícil dilema. Por un lado, no pueden legitimar a un grupo radical que ha tomado el poder por la fuerza y tiene un largo historial de violaciones de derechos. Por otro, tras su salida de Afganistán, el país afronta una gravísima crisis humanitaria ya que la ayuda que facilitaban proporcionaba el 75% del gasto público, según el Banco Mundial. Ahora, buscan fórmulas para canalizar esa asistencia manteniendo cierta distancia con los gobernantes de hecho.
Muttaqi ha dicho que Estados Unidos va a ofrecer vacunas contra la covid a los afganos. De acuerdo con su relato de la cita, las dos partes, enfrentadas durante las dos décadas de ocupación estadounidense de Afganistán, han debatido “abrir una nueva página” en las relaciones entre ambos países. El ministro ha subrayado que el objetivo de la reunión era la ayuda humanitaria y el cumplimiento del acuerdo de Doha, que los talibanes firmaron con Whashington el año pasado y que abrió las puertas a la retirada de las tropas norteamericanas.
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Entonces, la guerrilla se comprometió romper su lazos con grupos terroristas y a no permitir que el territorio afgano sirviera de base para ataques contra las fuerzas de EE UU o sus aliados. Los analistas esperaban que se estableciera algún tipo de cooperación para la lucha contra la franquicia del Estado Islámico que opera en la región (ISIS-K), a la que ambos se oponen. Sin embargo, los talibanes han dicho que no quieren asistencia antiterrorista y han advertido a Washington contra su proyecto de operaciones desde fuera de Afganistán (“sobre el horizonte”, en la terminología militar estadounidense).
Desde que los talibanes controlan Kabul, el ISIS-K ha reanudado sus ataques tanto contra su rival como contra los chiíes, una minoría religiosa con la que tiene especial fijación. El pasado viernes, un suicida mató a medio centenar de chiíes en una mezquita de la ciudad septentrional de Kunduz, el atentado más grave desde la salida de Estados Unidos.
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