Para muchos egipcios, Safwan Thabet, el presidente de uno de los mayores imperios de la industria alimentaria de Egipto, encarna a la vez la figura de un cercano repartidor de leche y la de uno de los empresarios más admirados y exitosos del país. Bajo su mando, una modesta empresa familiar, Juhayna, se acabó convirtiendo en el principal fabricante egipcio de productos lácteos. Y gracias a ello, Safwan se ha podido codear, sin excepción, con todos los grandes líderes del país de las últimas cuatro décadas.
Desde diciembre, sin embargo, este empresario de 75 años permanece en confinamiento solitario y a la espera de juicio en la infame prisión de Tora, en El Cairo. Allí se encuentra también su hijo menor, Seif Thabet, de 40 años, arrestado dos meses más tarde, justo cuando había asumido el relevo en la empresa tras la detención de su padre.
A los dos se les acusa de financiar actividades terroristas y unirse a un grupo ilegal, en alusión a los proscritos Hermanos Musulmanes, que ostentaron el poder en el país entre 2012 y 2013. Pero su entorno considera que se debe al recelo de ambos a seguir respondiendo a las crecientes demandas económicas del régimen. Algunos analistas interpretan su caso como un ejemplo de la injerencia del Estado en la economía y de los riesgos a los que se enfrenta el sector privado en Egipto. “[Las autoridades] consideraron a Safwan vulnerable por las relaciones de su familia con los islamistas Hermanos Musulmanes y porque no cooperó de la forma en la que ellos querían”, asegura a EL PAÍS una fuente del entorno del empresario bajo condición de anonimato.
El nacimiento de Juhayna se remonta a 1983, poco después de que el mayor de los Thabet regresara a Egipto tras 12 años en Arabia Saudí. Ahora, es líder del sector, con más de 4.000 empleados y exportaciones a toda la región.
Desde el entorno de los Thabet afirman que la primera lección que Safwan dio a sus hijos cuando se unieron al negocio familiar fue la de no meterse en política. Él conocía el riesgo de cerca: su madre es Jalida Hassan El Hudeiby, hija del segundo guía supremo de la Hermandad y con otro hermano en sus filas.
En un país como Egipto resulta difícil imaginar que alguien que no hubiera respetado esta máxima hubiera podido erigir un gigante de la alimentación y convertirse en uno de los empresarios más celebrados por el régimen. Hasta en dos ocasiones, el presidente Abdelfatá Al Sisi invitó a Safwan, junto a otros empresarios, a discutir medidas para impulsar el sector privado y atraer inversiones. Los encuentros tuvieron lugar en 2014, poco después del golpe de Estado contra el Gobierno del islamista Mohamed Morsi. En 2015 Safwan donó 50 millones de libras egipcias (unos 2,8 millones de euros al cambio actual) al fondo Tahya Masr, gestionado directamente por Al Sisi sin supervisión parlamentaria. Tres años más tarde, su hijo Seif donó otros 15 millones de libras (820.000 euros) al mismo fondo, en el marco de una campaña nacional contra la hepatitis C.
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Embargo de bienes
A pesar de estas estrechas relaciones con el poder, en 2015 un comité judicial creado para rastrear y gestionar los bienes atribuidos a los Hermanos Musulmanes ordenó el embargo de los bienes de Safwan, que no podía tener ni tarjeta de crédito ni viajar, según explica su entorno, y en 2016 congelaron sus acciones en Juhayna. A finales de 2018 su familia descubrió que había sido incluido en la “lista de terroristas” del país.
Tras años de extraños equilibrios, las autoridades arrestaron a Safwan en diciembre. En paralelo fueron detenidos dos ministros del Gobierno de Morsi, Hatem Abdel Latin y Khaled Al Azhary, y el propietario de unos grandes almacenes, Sayed El Swerky. Medios afines al régimen sugirieron entonces que los arrestos estaban relacionados con la detención, aquel agosto, del guía supremo interino de los Hermanos Musulmanes, Mahmud Ezzat. Según un comunicado publicado el pasado septiembre, el Ministerio del Interior denunció un esquema diseñado para financiar a la Hermandad usando las empresas de Safwan. Las autoridades egipcias recurren a menudo a las leyes antiterroristas para perseguir a los disidentes, han denunciado organizaciones de derechos humanos. El Ministerio del Interior no ha respondido a las llamadas de EL PAÍS.
El entorno de los Thabet niega vínculos con los Hermanos Musulmanes. La fuente cercana al empresario asegura que su caída en desgracia se vio precipitada después de que “rechazara cooperar y no aceptara una alianza injusta”, de la empresa con dos compañías estatales en dificultades. Tras su arresto, Juhayna ha empezado a tener problemas de funcionamiento por las trabas impuestas desde la Administración.
Su círculo denuncia que los dos Thabet están siendo sometidos a “condiciones muy duras, inhumanas” en prisión, que Amnistía Internacional llegó a considerar, en un informe publicado a finales de septiembre, que podrían “equivaler a tortura”. “Ninguno de sus derechos está siendo respetado. Solo se han permitido unas pocas visitas, y desde detrás de barreras de cristal, sin privacidad, por unos minutos”, denuncia la fuente de su entorno. “No se permiten paseos, ni correspondencia, solo la visita de un abogado”, concluye.
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