Lejos queda su última reaparición como una mujer renovada, estable y dispuesta a tomar definitivamente las riendas de su vida y de su carrera. Fue en 2016, en la gala de los premios Billboard, y entonces Britney Spears aseguraba estar en el mejor momento de su vida. Precisamente entonces se cumplían diez años del peor, cuando se publicaron sus imágenes más tristes. En 2006, Britney tocaba fondo, sentada en una cafetería llorando y abrazando a su bebé mientras miraba fijamente a una nube de paparazis. En estos cuatro años, poco ha cambiado para la princesa del pop. El año pasado ingresó de nuevo en una clínica psiquiátrica tras sufrir una crisis que ella achacó al delicado estado de salud de su padre, Jamie Spears, que ha sido su tutor legal durante más de una década. Un régimen de custodia que aún sigue vigente, y que desde el pasado miércoles se dirime en un tribunal al que la cantante ha acudido para conseguir definitivamente la libertad.
En la vista para la revisión de un caso que dura ya 13 años, su madre Lynne aparece como la gran novedad, ya que solicitará ser ella la que se convierta en la nueva tutora de la estrella. Dice que lo hace porque está “preocupada por el bien de su hija” y “alarmada” por su estado después de su crisis de hace un año. De conseguir su objetivo, la progenitora tendría la potestad sobre cualquier decisión de su hija y también sobre su inmensa fortuna. Mientras tanto, sus fans y algunas celebridades como Miley Cyrus se han movilizado en las redes con la etiqueta #FreeBritney, #LiberadABritney, exigiendo que termine de una vez por todas el control sobre un mito pop adolescente que hoy tiene 38 años.
En 2007 Britney Spears estaba en una espiral de depresión, alcohol y estupefacientes tras divorciarse de Kevin Federline. Fue ingresada en un centro de desintoxicación mientras un juez entregaba a su exmarido la custodia de los dos hijos que tienen en común. Durante su ingreso, el padre de Britney solicitó al juez convertirse en su tutor legal. Iba a ser por un año, hasta que se recuperara, pero han pasado trece. Ese régimen supone que la intérprete de Baby One More Time no puede hacer prácticamente nada sin consentimiento. Desde coger el coche para ir de compras a conceder entrevistas o manejar sus publicaciones en redes sociales, y ni hablar de controlar su economía. Recibe una asignación de 1.500 dólares (unos 1.400 euros) a la semana, pero su tutor legal es el que maneja el patrimonio de la artista, unos 200 millones de euros netos acumulados. Solo en 2017 ganó 35 millones, en el que fue su último año de gran actividad, según la revista Forbes.
Resulta paradójico que una mujer capaz de actuar cada noche en Las Vegas, de tener una frenética actividad profesional que le permite ganar esa suma de dinero en solo un año, necesite de un tutor que le de permiso para salir a tomar un refresco. El asunto empeoró el año pasado cuando Jamie Spears estuvo a punto de morir por una obstrucción de colon y cedió la responsabilidad de administradora a la mánager Jodi Montgomery. En ese momento Britney fue ingresada por tercera vez en un centro psiquiátrico, y aunque se dijo que fue porque sufrió una fuerte crisis nerviosa, ella misma desveló después que fue su padre el que forzó su ingreso por vía judicial, todo porque la cantante había salido a comer una hamburguesa con su novio sin el conocimiento de su tutor. Por si fuera poco, el pasado septiembre Kevin Federline consiguió reducir la custodia de Britney sobre sus hijos, alegando que Jamie Spears abusaba físicamente de ellos.
De ahí a la entrada en escena de Lynne Spears, madre de Britney y exmujer de Jamie desde 2002. Ella esgrime como principal argumento la prolífica carrera de su hija durante estos años, y la incompatibilidad entre tanta actividad profesional y estar incapacitada para tomar decisiones básicas sobre su vida. Es lo mismo que apoya la legión de la diva, y famosas como Cher, Miley Cyrus o Chiara Ferragni. Piden una investigación sobre la pérdida de derechos durante tantos años de alguien que gana millones y que tenga su propio abogado en la vista iniciada esta semana. Por otro lado han recabado más de 300.000 firmas en las redes que han elevado hasta la Casa Blanca.
Algunos medios apuntan a que Lynne no quiere convertirse en tutora para controlar el dinero de su hija, sino para liberarla en caso de que el juez considere que todavía necesita supervisión legal. El portal Entertainment Tonight ha publicado que habría sido la propia Britney la que ha solicitado la ayuda de su madre. “Britney confía en ella y le ha pedido que forme parte activa de la tutela. Considera que la ayudará a tener más autonomía”. En contra de su liberación, lo publicado por medios como TMZ, que aseguran que la diva del pop no está sana, y que “su medicación hace tiempo que dejó de funcionar y los médicos no consiguen dar con la tecla para volver a recuperar su estabilidad mental y emocional”. Según esto necesitaría seguir tutelada, aunque la última palabra sobre si el drama de Britney llega o no a su fin la tendrá el juez.
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