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El algoritmo que busca patrones ocultos en la mayor base de datos de sueños del mundo


“Estoy en una mansión, o más bien en un castillo. Y hay un demonio. Degüella a la gente con solo chasquear los dedos. Así que monto en mi bici, huyo y llego a mi barrio. Me refugio en la guardería donde estoy haciendo las prácticas y empiezo a cantar una canción con mis alumnos. Luego viene un voluntario, se inclina y me besa. No recuerdo su cara, pero parece que lo conozco. Siento una enorme atracción física por él y espero que sea mutuo. Entonces vuelvo a estar con los niños y estamos corriendo, huyendo de otros niños que son el diablo. El diablo parece sacado de los tiempos de Bach. He perdido a uno de mis niños”.

El análisis de este sueño, registrado en Dreambank.net, puede decirnos mucho sobre su autora. Pero si se estudia junto a los otros 38.000 sueños almacenados en esta base de datos, la más grande del mundo, puede decirnos un poquito sobre la humanidad. Eso es lo que ha hecho un grupo de investigadores del Nokia Bell Labs. “Los datos llevan años ahí”, apunta Luca Aiello, director del proyecto, en conversación telefónica, “pero la tecnología para analizarlos no. Hasta ahora”.

Aiello y su equipo, compuesto por investigadores de las universidades de Cambridge y Roma Tre, llevan años investigando en la frontera entre lo social y lo informático. Aplican la inteligencia artificial a la lectura de textos, intentando desprender de estos las condiciones psicológicas de sus autores. Por eso se fijaron en el mundo onírico. Por eso construyeron un atrapasueños virtual, un algoritmo capaz de procesar los textos de cientos de soñadores anónimos, identificando automáticamente en ellos personajes, interacciones y emociones. “Son los elementos más importantes según el sistema de Hall y Van de Castle, en el que nos basamos”, explica Aiello. De esta forma, se puede determinar si una persona sufre ansiedad o depresión o si hay patrones que se repiten en determinados grupos sociales. Incluso, señala el informático, comprender en tiempo real cómo eventos globales como guerras, desastres naturales o la actual pandemia, pueden estar afectando a la salud mental de la sociedad.

El estudio, publicado en la revista científica Royal Society Open Science, concluyó que, en general, las mujeres tienen sueños más optimistas y amistosos. Los sueños de los hombres, por contraposición, suelen ser más agresivos y negativos. Esto es especialmente acusado en los veteranos de guerra, en cuyos sueños sigue habiendo mayor presencia masculina y más violencia incluso años después de abandonar el frente. “Cualquier experiencia importante que hayamos tenido en la vida puede dejar una huella en nuestros sueños del futuro”, explica el informático.

El estudio arroja otros datos curiosos. Un grupo de soñadores invidentes reportaron en sus sueños mayor importancia del olfato, más personajes imaginarios y mayor presencia femenina. “Quizá porque son sueños antiguos y en aquella época solían estar asistidos por mujeres”, aventura Aiello. También confirma extremos que no sorprenderían a nadie, como que los adolescentes tienen muchos sueños de contenido sexual. A pesar de ser esperables, estos datos son importantes, pues respaldan la teoría de que lo que soñamos “no son símbolos sofisticados que encierran significados ignotos, sino una prolongación de nuestro día a día”.

Los científicos llevan décadas preguntándose si las experiencias que vivimos al dormir son algo más que el eco neuronal de un cerebro en reposo. Y de ser así, cómo podemos interpretarlas. Y para qué. Este último extremo, Aiello lo tiene claro: “La relación entre sueños y realidad no es unidireccional”, defiende. “No solo la vida impacta en los sueños, sino que, si escuchamos lo que nos dicen los sueños, podremos también cambiar nuestra vida”.

Las técnicas de extracción de datos y la inteligencia artificial pueden ayudarnos a hacerlo. Hasta ahora, el análisis de los sueños se basaba en los diarios de los soñadores y la interpretación de los expertos, en un proceso largo que puede ser útil en el ámbito individual, pero inservible para una investigación global. La automatización de este proceso está permitiendo a los científicos analizar el sueño a una escala sin precedentes.

Aunque estemos en una fase muy prematura y experimental, estos nuevos estudios sobre el sueño pueden ayudarnos a entender cómo reacciona la sociedad a eventos globales. “Ya se empezó a investigar en este sentido con el 11 de septiembre”, señala el informático, “con estudios que apuntaban a que el trauma, expresado a través de pesadillas y sueños violentos, no solo salpicó a los directamente involucrados sino a todo EE UU“. Desde entonces la tecnología ha avanzado mucho, permitiendo ampliar la base de datos de estudios similares. El de Nokia Bell Labs es el más grande, pero no el único.

Una llamada a compartir los sueños

La psicóloga Kelly Bulkeley, directora de Sleep and Dream Database en Portland, EE UU, encuestó a 5.000 personas tres semanas después de la muerte de George Floyd, en pleno auge del movimiento Black Lives Matters. Constató un aumento en los sueños sobre las protestas y la injusticia racial. “Son instantáneas del miedo, la tristeza y la confusión de nuestro subconsciente”, aseguraba el estudio.

Mucho se ha teorizado (y poco se ha estudiado) sobre el impacto que la pandemia y el confinamiento han tenido en nuestros sueños. Un estudio de la Universidad de Helsinki, que aplicó una inteligencia artificial sobre los sueños de 800 personas, apuntaba a que esta experiencia traumática ha homogeneizado los sueños, más bien pesadillas, de quienes la hemos sufrido. “Nos sorprendió constatar cómo se repetían ciertos sueños entre individuos, reflejando el ambiente apocalíptico del confinamiento por el coronavirus”, dijo su autora, la doctora Anu-Katriina Pesonen. “Los resultados señalan que soñar en circunstancias extremas revela imágenes visuales compartidas. Los sueños pueden indicar alguna forma de paisaje mental compartido entre individuos”.

Aiello no se muestra sorprendido por estos estudios. Solo lamenta que sus muestras sean tan limitadas. “El problema no es la tecnología, sino los sueños disponibles sobre los que probarla”, reflexiona. Para animar a revertir esta situación, Nokia Bell Labs ha hecho público su algoritmo, que está disponible en código abierto para quien quiera usarlo o adaptarlo. “Hay muchas apps de diarios de sueños, pero ninguna que los analice. Con esto podrían hacerlo siempre que sea gratuito”, comenta el informático. Lo dice con la esperanza de que estas aplicaciones animen a la gente a publicar sus sueños y a compartirlos con la comunidad científica. De esta forma, tendrían una base de datos suficientemente grande para llevar las investigaciones un paso más allá.

“Entiendo que la gente tenga miedo por temas de privacidad, pero compartir los sueños puede ser positivo para todos”, avisa. Su experimento muestra la potencialidad de esta tecnología, pero es el primer paso en una carrera de fondo. “De momento es una inteligencia artificial dirigida, pero en el futuro podría buscar de forma autónoma parámetros y relaciones nuevas”, profetiza Aielo. Claro que para eso se necesitarían no miles, sino millones de registros oníricos. Y eso, en sí mismo, es el mayor de los sueños.


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