Montados en motos, hombres armados acudieron el pasado domingo a las aldeas de Karou, Outagouna y Daoutegeft, en la región de Gao (norte de Malí, cerca de la frontera con Níger), para atacar por sorpresa a agricultores que regresaban del campo e incendiar las tiendas y casas que se iban encontrando. Según fuentes locales también se desplazaron a otras aldeas en las que siguieron matando de forma indiscriminada.
Al menos 51 personas fallecieron en unos ataques que, aunque por el momento no han sido reivindicados, varios testigos señalan a las agencias internacionales que fueron perpetrados por grupos yihadistas locales cercanos a Al Qaeda o al Estado Islámico del Gran Sáhara. “Los terroristas entraron en los pueblos y masacraron a todo el mundo”, declaró un responsable de seguridad a la agencia France Presse.
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El Ejército maliense se ha desplazado al lugar para ayudar a la población que permanece aislada después de que en los últimos días varios ataques yihadistas a infraestructuras de telecomunicaciones cortasen la comunicación.
Las extensas regiones del centro y el oeste de Malí (Gao, Tombuctú y Kidal) viven en una espiral de violencia desde hace más de una década, protagonizada por ataques de grupos radicales locales, leales a Al Qaeda o al Estado Islámico, que ejecutan sus acciones contra civiles, el Ejército maliense o efectivos de la misión de la ONU en Malí (Minusma).
Malí es un país sumido en la violencia y la inseguridad, además de la inestabilidad política en aumento desde 2012. De hecho, el pasado 29 de mayo el país vivía un segundo golpe de Estado en menos de un año, lo que provocó la reacción apenas unos días después del presidente Emmanuel Macron al anunciar que los 5.100 efectivos de la operación Barkhane se retirarán del Sahel. El 3 de junio cesaron las operaciones conjuntas de militares franceses y malienses, pero un mes después se retomaron a la espera de que avance la creación de una operación militar internacional asesorada por la Fuerza Especial Takuba (creada en marzo de 2020 y que ya incluye a Barkhane).
En el norte, centro y oeste de Malí, así como en Burkina Faso y Níger, las poblaciones civiles sufren la amenaza descontrolada de grupos yihadistas, además de la violencia intercomunitaria acentuada por la actuación de las fuerzas de seguridad nacionales que deberían protegerles. La organización ACLED ha registrado en lo que llevamos de año 2.600 muertes en el Sahel, de las que casi la mitad eran civiles. Y solo en Malí, como apunta Alioune Tine, experto independiente de la ONU, se han cometido 258 ataques por parte de grupos armados y milicias, el 88% de todos los que se registraron el año pasado.
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