El estadounidense Noah Green, el joven identificado por las fuerzas de seguridad como el responsable del ataque contra el Capitolio del pasado viernes estaba convencido de que el Gobierno federal controlaba su mente y había declarado en las redes que había perdido su trabajo recientemente debido a sus problemas. “Sinceramente, estos últimos años han sido duros y estos últimos meses han sido más duros”, escribió en Facebook. Lo confirma su hermano Brendan, citado por medios estadounidenses: “Se estaba derrumbando”. La familia de Green hizo público un comunicado expresando sus condolencias con las víctimas y declarando que Noah “no era un terrorista”. En el escrito hecho público este sábado, la familia declara que Noah parecía estar sufriendo “una depresión y una potencial enfermedad mental”.
El jueves, el día anterior a que Green decidiera por motivos desconocidos embestir con su coche una de las entradas del Capitolio de EEUU, dejando un policía muerto y otro herido, Noah Green se comportó de forma muy violenta y abandonó el apartamento al que se había ido a vivir con su hermano en Virginia. Un mensaje de texto enviado por Noah a Brendan, quizá una de las últimas comunicaciones del joven, decía lo siguiente: “Lo siento, me marcho, a vivir solo y a acabar siend un sin techo”, explica Brendan que decía el texto. “Gracias por todo lo que has hecho por mí. Siempre te he tenido como referente desde niño. Me has inspirado mucho”, le escribía a su hermano.
Menos de 24 horas después, Noah Green estrellaba un coche contra dos policías que guardaban el Capitolio para a continuación salir y lanzarse al ataque con un cuchillo en la mano. Green fue abatido por otro policía .
Nacido en Fairlea, Virginia Occidental, Green tenía 25 años y pertenecía a una familia de siete hermanas y dos hermanos. En 2019 se graduó en finanzas por la universidad pública de Newport News -Christopher Newport University- y llegó a ser dos temporadas seguidas el capitán del equipo de fútbol americano del centro educativo. Tanto familiares como amigos, citados siempre por medios norteamericanos, recuerdan que Green culpaba a sus colegas de estudios y de deporte de haberlo drogado con xanas (un medicamento para controlar la ansiedad que los jóvenes usan como droga recreativa). Según Green, aquel episodio hizo que se hiciera adicto a las drogas y su vida fuera un infierno.
Durante aquella época se sumergió en la religión, declarándose un ferviente seguidor de la Nación del Islam. Green consideraba al líder islamista Louis Farrakhan el mesías, y llegó a donar más de 1.000 dólares a su grupo. Una de las últimas historias que el joven colgó en su página de Facebook -ahora desactivada- era un enlace a un vídeo de Elijah Muhammad, fundador de la Nación del Islam, organización religiosa fundada en los años treinta en EE UU con el fin de despertar la conciencia social, económica y espiritual de los afroamericanos dentro de los preceptos del islam. A esta organización pertenecieron figuras como Malcolm X y el boxeador Cassius Clay, quien cambió su nombre a Muhammad Ali.
El Capitolio de la nación amanecía con las banderas a media asta este sábado y no existían fuerzas de policía adicionales visibles tras el ataque. Sí eran evidentes los miembros de la Guardia Nacional de la ciudad que fueron desplegados el pasado viernes con toda celeridad nada más producirse el ataque. En menos de tres meses, desde la insurrección del pasado 6 de enero, tres policías del Capitolio han perdido la vida. “Ruego que tengan a la policía del Capitolio en sus oraciones, este ha sido un tiempo muy difícil para nosotros”, afirmó el viernes la jefa interina de la policía del Capitolio, Yogananda Pittman. La presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, definió al agente muerto como “un mártir de la democracia”. Desde Camp David, la residencia de vacaciones (a unos 100 kilómetros de Washington) donde el presidente de EE UU celebra la Pascua, Biden declaraba que su corazón estaba roto por la noticia.
Las fuerzas del orden buscaban un motivo el día después del ataque que quizá nunca encuentren. En las redes sociales que manejaba Green, ya fuera Facebook o Instagram, el joven afroamericano aseguraba que el Gobierno federal era el enemigo número de los negros y que controlaba su mente. En su opinión, tanto el FBI como la CIA le tenían vigilado. En el último año, Noah Green se había mudado en varias ocasiones de casa, para acabar viviendo con su hermano Brendan. En uno de esos traslados, Noah le dijo a Brendan que se había ido a vivir a Indianápolis (capital del Estado de Indiana) porque “las drogas le habían inspirado para irse hasta allí”.
Green sufría “alucinaciones, palpitaciones, dolores de cabeza y tenía pensamientos suicidas”, según su hermano Brendan. En un salto geográfico inusual, voló hace unos meses a Botswana, donde según relató a su hermano se había lanzado al paso de un coche en marcha que le dejó con heridas que necesitaron cirugía en un hospital. “Desde mi infancia, mi fe me ha conducido siempre a través de las batallas más duras”, escribía Green en una nota en Facebook el pasado 17 de marzo. “Fui capaz de graduarme con distinciones, lograr un trabajo bien pagado según acabé la universidad, a pesar de no haber crecido en las mejores de las circunstancias”. Lo que fuera que pasara por su mente acabó llevándole a terminar con la vida de un policía, dejar gravemente herido a otro y provocar su propia muerte.
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