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El Atlético ficha al brasileño Matheus Cunha, un delantero híbrido


El Atlético ha anunciado la contratación de Matheus Cunha, delantero brasileño de 22 años por el que pagará unos 30 millones de euros al Hertha de Berlín. Después de tantear las incorporaciones de Rafa Mir (Huesca), finalmente traspasado al Sevilla, y de Vlahovic (Fiorentina), el campeón de Liga se refuerza con el ariete que marcó para la Canarinha el primer gol de la final olímpica de los Juegos de Tokio a España (2-1). Días después todavía levitaba por los pasillos de su casa en Berlín con la medalla de oro en sus manos y una mirada de orgullo y asombro: “Dios mío, es real. Está aquí, conmigo. En ella puedo ver todos los obstáculos que superé”, decía. La canícula de agosto le ha seguido regalando emociones. El día 13 tenía los nervios grapados al estómago con la fuerza de una premonición. Se resistía a presenciar en directo por televisión la rueda de prensa en la que Tite, el seleccionador brasileño, hacía pública la lista de convocados para tres partidos de la absoluta en la fase de clasificación para el Mundial que Brasil disputará en septiembre ante Chile, Argentina y Perú. Al final, Matheus Cunha sucumbió a la tentación y escuchó su nombre.

Ya había sido requerido en 2020 para suplir una repentina baja de Gabriel Jesús, pero no llegó a debutar con la selección absoluta. Ahora tiene esperanzas fundadas de hacerlo, espoleado por los tres goles que consiguió en los Juegos y los argumentos de Tite para llamar a filas a seis de los medallistas olímpicos: “En seis meses los jóvenes pueden crecer de manera extraordinaria. Cunha ofrece muchas variantes en ataque. Es versátil. Un nueve híbrido”, explicó Tite. Su fichaje por el Atlético de Madrid culmina el mejor verano de su vida.

Nacido hace 22 años en João Pessoa, capital del estado nordestino de Paraíba donde comenzó a destacar en un club local de fútbol sala, con sólo 11 años se trasladó a 100 kilómetros de casa. Sus padres acordaron con él mandarlo a vivir con su abuela a Recife, capital del estado de Pernambuco, el punto más oriental del continente americano. Allí estaba el centro de entrenamiento Barao. Un original proyecto social y deportivo que formaba a niños con una metodología que integraba fútbol sala, fútbol 7 y fútbol 11. Matheus, un notable estudiante, estuvo allí tres años. A los 14 un empresario propuso a sus padres trasladarlo 3.000 kilómetros más al sur del país. El destino era el Coritiba, un club histórico con tradición de buen trabajo de base en el estado de Paraná.

Su padre, Carmelo, blanco y profesor de química, le inculcó la rígida aplicación en los estudios. Su madre, Luziana, negra y de origen humilde, le explicó el desafío al que se iba a enfrentar: “¿De verdad quieres ir? Muy bien, pero recuerda aceptarte a ti mismo y ser fuerte. Por allí algunos van a decir que eres negro y te llamarán Paraíba. Y lo eres”. Ese es un término a menudo utilizado de forma despectiva y racista con el que muchos brasileños, incluido el presidente Bolsonaro, apodan a los ciudadanos negros de todo el nordeste. En la cantera del Coritiba destacó enseguida y no sólo por el fútbol.

La psicopedagoga que coordinaba la formación académica de los chicos del club encargó a Cunha ayudar en las materias que más destacaba, matemáticas y física, a los alumnos con más dificultades. En un torneo juvenil en Dallas en 2017 los ojeadores del Sion se convencieron de apostar por él. Cunha enfocó su etapa en el fútbol suizo como un puente a cotas más altas. Se adaptó rápido, ayudado por su fluidez con los idiomas, y el puente fue corto. Tras marcar 10 goles en su primera temporada, el emergente Leipzig, club experto en potenciar futbolistas jóvenes, pagó 15 millones para llevárselo a la Bundesliga. En su primera campaña marcó seis tantos en la Europa League y en la liga no llegó a sumar mil minutos anotando dos goles. Pero uno de ellos, ante el Leverkusen, fue el gol del año en Alemania. Lanzado en velocidad punta, Cunha hizo una prodigiosa ruleta en el balcón del área superando al último defensor antes de batir al portero con una delicadísima vaselina. Las redes sociales del club se encargaron de difundir la hazaña: “Si Messi hace esto habría un documental de tres horas en Sky Sports”.

Pero en la campaña 19-20 Cunha entendió que necesitaba protagonismo y minutos, y eso era difícil compitiendo con los consagrados delanteros del equipo: Timo Werner, Patrick Schick y Poulsen. Sólo fue titular dos veces y sus relaciones con el club se tensaron. Presionó a los directivos del Leipzig para que le permitieran acudir con Brasil al Preolímpico sudamericano sub-23 que se disputaba en Colombia. Fue el goleador del torneo con cinco tantos, ratificando su pasaporte a Tokio.

Al regresar, en febrero de 2020 el Leipzig traspasaba a Cunha al Hertha por 18 millones. Nagelsmann, el sofisticado técnico del Leipzig, declaró que “básicamente es un buen jugador que tenía mucha competencia y poca paciencia para tratar de imponer su calidad”. Con el cuadro berlinés, equipo confuso y camaleónico, le dio tiempo a marcar nueve goles en 11 partidos y luego siete en la pasada temporada. Veloz, habilidoso, con movilidad permanente, agresivo en el cuerpo a cuerpo y avispado en la lectura del juego, sabe cuándo salir del área para combinar y cuándo buscar la portería. En el césped parece darle igual ser la principal referencia ofensiva que un complemento para otros delanteros. Su impaciente cabeza está llena de determinación desde que era un crío. Y ahora quiere prolongar su feliz verano.

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