El escenario más temido ha dejado de ser una hipótesis descabellada. Aunque la negociación se apurará hasta el último minuto, a 27 días de que expire el periodo transitorio, una salida abrupta del Reino Unido del mercado europeo entra dentro de los escenarios posibles. Y el Banco de España ha puesto este viernes precio a ese supuesto: la economía británica caería en 2022 en torno a un 3% adicional en el caso más adverso, aquel en que los intercambios entre Londres y la UE pasarían a regirse por las reglas de la Organización Mundial del Comercio. El impacto para los Veintisiete sería hasta siete veces menor, del 0,4%.
El supervisor advierte, sin embargo, de que dentro de la UE “se producen impactos heterogéneos entre los países que la componen”. Y eso no es una buena noticia para España, “cuya exposición al Reino Unido es notablemente superior a la que mantienen las otras grandes economías del área del euro frente a la economía británica, en términos tanto comerciales como financieros”, según explica el informe Brexit: situación y consecuencias económicas.
La exposición comercial de España al Reino Unido es “significativa”. Concretamente, las exportaciones españolas de bienes y servicios a las Islas supusieron el 9,6% del total en 2019, equivalentes el 3,4% del PIB, un porcentaje inferior a la media del euro, pero mayor al de Alemania, Francia o Italia. La clave está en el importante peso del turismo británico: como recuerda la entidad, el Reino Unido es el principal mercado emisor para la economía española, con el 21% de las entradas totales en 2019 y un 19% del gasto.
Mirando únicamente el comercio de bienes, el Banco de España sitúa al Reino Unido como el quinto socio más relevante para España por detrás de Francia, Alemania, Italia y Portugal, con una tendencia ligeramente decreciente por la disminución del porcentaje de empresas españolas que exportan al Reino Unido y el peor comportamiento del sector de la automoción y el agroalimentario, que junto a bebidas, tabaco y bienes industriales intermedios son las partidas más cuantiosas en los intercambios bilaterales con el Reino Unido.
Según un estudio reciente del Banco de España, Murcia, la Comunidad Valenciana, Galicia y Aragón serían las regiones más vulnerables a un escenario adverso hipotético en el que el Reino Unido y la UE implantaran aranceles mutuos, debido al mayor peso del mercado británico en las exportaciones de estas regiones.
La entidad alerta de que España suma otros factores de riesgo: los británicos siguen siendo los principales compradores extranjeros de vivienda en España, fundamentalmente en el litoral mediterráneo y en las islas, acaparando un 14% de las compraventas de vivienda realizadas por no residentes en 2019, el 2% del total si se incluye también a los residentes en España. Y el Reino Unido es el segundo país tras Estados Unidos que recibe mayor inversión directa española, especialmente en sectores como el financiero y el de las telecomunicaciones, donde grandes compañías como el Banco Santander, el Banco Sabadell o Telefónica tienen una gran presencia.
Aunque nadie saldrá indemne de la ruptura, sea por las buenas o por las malas, esos cálculos, sin embargo, palidecen cuando se comparan con el shock que supondrá para Londres la vuelta atrás en su relación comercial con 27 países. “En cualquiera de los escenarios, el impacto sobre la economía del Reino Unido es considerable”, señala el Banco de España. En el mejor de los casos, un acuerdo similar al CETA, el pacto alcanzado entre la UE y Canadá, el Reino Unido añadiría un 1,5% de retroceso de PIB.
Los números están muy lejos del daño que ha generado este año la pandemia: la Comisión Europea cifra la contracción del Reino Unido para 2020 en el 10,3%, 2,5 puntos porcentuales más severa que en el área del euro. Pero, como advierte el Banco de España, el despliegue monetario y fiscal sin precedentes para atajar las consecuencias económicas del virus “podría limitar potencialmente la respuesta de las políticas económicas a la perturbación del Brexit”.
En un contexto de enorme volatilidad y movimientos extremos de la actividad por la imposición y levantamiento de confinamientos, la estadística también puede ser un arma política: las autoridades británicas podrían verse tentadas a camuflar el impacto del Brexit bajo los enormes efectos secundarios de la pandemia.
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