El bautismo de fuego de Kamala Harris

“No vengan”. Esas dos palabras marcaron el primer viaje oficial al extranjero de Kamala Harris, la vicepresidenta de Estados Unidos. La frase enunciada el lunes en el Palacio Nacional de Guatemala pretendía hacer cambiar de opinión a decenas de miles de centroamericanos que piensan migrar al norte huyendo de la violencia, la pobreza y los efectos del cambio climático. Las palabras desataron una ola de críticas en Estados Unidos. Los republicanos y simpatizantes de Donald Trump se han quejado de que Harris aún no haya visitado la frontera con México, una tarea que el presidente Joe Biden ha dejado en sus manos con la esperanza de reducir la inmigración irregular. Los sectores más progresistas del partido demócrata, en cambio, se ofendieron por lo directo del mensaje, que consideraron un golpe bajo de una Administración que pretende mostrar un rostro humano en contraste a los cuatro años de políticas xenófobas de la era Trump.

Harris no es la primera alta funcionaria del Gobierno de Biden que lanza un mensaje para desincentivar la inmigración ilegal. Antony Blinken, el jefe de la diplomacia estadounidense, comunicó una idea similar en una reunión virtual con autoridades mexicanas cuando los demócratas cumplían un mes en la Casa Blanca. La vicepresidenta, la primera mujer que ostenta el cargo, lo hizo sin embargo desde Centroamérica con un jefe de Estado a su lado, el guatemalteco Alejandro Giammattei. “Esto es decepcionante”, consideró la congresista Alexandria Ocasio-Cortez, a la izquierda de los demócratas, quien recordó en un tuit que migrar como refugiado a Estados Unidos es legal y que su país ha pasado décadas “desestabilizando” América Latina.

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Jaina Pereyra, una politóloga de la London School of Economics especialista en discurso político, considera que el mensaje cumplió su objetivo y llegó directamente a la audiencia para quien estaba preparado. No para los migrantes, sino para los ciudadanos estadounidenses y, especialmente, para los republicanos. “Es una frase que pudo haber dicho Trump. Es un mensaje a corto plazo para los republicanos porque debilita las señales que Trump ha dado de que no se está haciendo nada en la frontera”, afirma Pereyra, quien subraya que el mensaje estaba codificado. Harris lo leyó, como no hizo con otras partes de la conferencia y no lo repitió luego en la sesión de preguntas con los medios.

Guatemala y México han proporcionado a la vicepresidenta su primera experiencia en política internacional. “Como figura política crece al negociar y navegar temas trascendentales con jefes de Estado”, considera Andrés Martínez, profesor de Periodismo de la Arizona State University y analista de la relación bilateral de EE UU y México. “Históricamente los vicepresidentes salían del país solo para representar al comandante en jefe en inauguraciones o funerales”, añade. El proceso de maduración política de Harris es una obsesión entre los demócratas, quienes la consideran la heredera natural de la candidatura presidencial de 2024, cuando Biden cumplirá 80 años. El presidente, no obstante, no ha descartado buscar la reelección y cree ser el único capaz, llegado el momento, de derrotar nuevamente a Trump.

La vicepresidenta en la conferencia de prensa con el presidente Giammattei.
La vicepresidenta en la conferencia de prensa con el presidente Giammattei.DPA vía Europa Press / Europa Press

El viaje no parece haber sido un éxito. Diversas voces en Estados Unidos siguen cuestionando por qué Harris, encargada de lidiar con la situación de la frontera sur, no ha visitado aún la zona. Desde Guatemala, la vicepresidenta dijo que prefería visitar los sitios donde se generaba el problema de la emigración irregular. El enfoque para la región que, tanto ella como el secretario de Estado Blinken, dejaron ver desde inicios de mayo en la 51ª Conferencia de las Américas. La última vez que Harris visitó la frontera de Texas y México fue para pedir el voto por Biden en noviembre de 2020. El lunes se trastabilló durante una entrevista con la cadena NBC. “¿Tiene planes para visitar la frontera?”, le preguntó el periodista Lester Holt. “Estoy en Guatemala hoy… en algún punto iremos a la frontera… ya hemos ido a la frontera… Todo este punto de ir a la frontera, ya hemos ido”, le respondió la vicepresidenta. “Usted no ha ido a la frontera”, corrigió el reportero. “Y tampoco he ido a Europa”, dijo nerviosa Harris.

En la misma entrevista, la número dos de Biden, que ha quedado de facto encargada de la relación con México, uno de los socios comerciales más importantes de Estados Unidos, afirmaba que la situación en la frontera estaba mejorando. Pero los datos muestran otra cosa. Mayo batió nuevamente los récords en un año que registra la más alta migración ilegal en dos décadas. Marzo fue el primer mes en el que se rompió el máximo de llegadas con más de 173.000 cruces de la línea fronteriza. Abril lo superó. El mes pasado fueron 180.000 los migrantes irregulares que la atravesaron.

Sí ha disminuido el número de menores solos que migran a Estados Unidos. Comienza a cambiar el que fue el rostro más distintivo de la crisis que enfrentó la Administración de Biden en sus primeros meses. En marzo llegaron sin acompañantes casi 19.000 niños y adolescentes migrantes. En mayo fueron 14.158, un 26% menos. Lo que sigue creciendo es el número de mexicanos que cruzan la frontera. De los 180.000 cruces documentados por las autoridades fronterizas 70.600 fueron de ciudadanos mexicanos. En marzo estos fueron 62.500. Es la más alta registrada en cinco años entre migrantes mexicanos.

A pesar de esto, Harris llevó las críticas y reclamos lejos de los reflectores y micrófonos y los trasladó a una entrevista privada con el presidente Andrés Manuel López Obrador. El encuentro se llevó a cabo antes de una reunión bilateral donde se discutieron, además de la migración, temas de seguridad y comercio. “Es una buena señal. El momento requiere de charlas francas a puerta cerrada”, añade Martínez. Una relación que busca un nuevo tono con las miras puestas en 2024.

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