Ya no hay reuniones de transición en Fráncfort. Cada decisión que toma el Banco Central Europeo (BCE), incluso la de no hacer nada, es observada con lupa por los mercados. La inflación, la más elevada desde la década de los años noventa, sigue metiendo la máxima presión sobre la institución que preside Christine Lagarde para que enfríe la economía. Los mercados anticipan ya dos subidas de tipos de interés para este año, los inversores vuelven a pedir una rentabilidad por el bono alemán y los bancos prevén que las condiciones crediticias se endurezcan. El BCE resiste ese pulso con los mercados y sigue apostando por una retirada gradual de los estímulos, pero empieza a allanar el terreno por si debe endurecer la política monetaria ante las tensiones inflacionistas y rehusó descartar una subida de tipos en 2022. “La situación realmente ha cambiado”, resumió Lagarde tras la reunión del consejo de gobierno.
Rara vez la presidenta del BCE suele acudir a una comparecencia posterior a un consejo de gobierno sin pertrecharse de un argumento, un mantra e incluso de una palabra clave. Este jueves habló de “datos”. Y los que tienen sobre la mesa indican un equilibrio distinto en las preocupaciones del BCE: la economía cada vez resiste mejor a las oleadas de contagios y se espera que el crecimiento se acelere este año, mientras que la inflación se va volviendo más persistente, de tal modo que suscita una “preocupación unánime” de los miembros del consejo. “La inflación ha aumentado considerablemente en los últimos meses y ha vuelto a sorprender al alza en enero”, sostuvo la presidenta del BCE.
El alza de precios en la zona euro en diciembre, del 5%, y de enero, del 5,1%, desbordaron las previsiones de sus economistas. Por ello, echando mano de un lenguaje que contente tanto a halcones como palomas, Lagarde afirmó: “Estamos preparados para ajustar todos nuestros instrumentos, según corresponda, para garantizar que la inflación se estabiliza en su objetivo del 2% a medio plazo”.
El cambio de tono, en todo caso, se apreció cuando, a preguntas de los periodistas, Lagarde rechazó decir si descarta una subida de tipos de interés en 2022, tal y como anticipan los mercados. Hace apenas un mes y medio, en la reunión de diciembre, había dicho que esa posibilidad era “improbable”. Y en los mismos términos se expresó también el economista jefe del BCE, Philip Lane, el 11 de enero en una entrevista con Il Sole. Sin embargo, en esta ocasión rechazó pronunciarla con tal rotundidad y apeló otra vez a los “datos” que tendrá en marzo, cuando sus economistas actualicen las previsiones de crecimiento e inflación para los próximos meses. “No nos precipitaremos a tomar una decisión si no es con datos y análisis”, insistió la jefa del BCE.
Los mercados interpretaron de inmediato que Lagarde cedía y abría la puerta a una subida de tipos de interés que, en general, los inversores sitúan en diciembre. El euro se revalorizó frente al dólar, el rendimiento de la deuda se incrementó y las acciones de la banca subieron al avistar la salida de la era de los tipos negativos. Pero de nuevo, Lagarde trató ir navegando entre las demandas de los países del Norte, que piden endurecer la política monetaria para atajar la inflación, y los del Sur, que piden una retirada progresiva de estímulos para evitar que se castigue a su deuda. Lagarde prometió que cualquier proceso será “gradual”, “paso a paso”. En plata: antes de hablar de subidas de tipos habrá que plantear el fin de los programas de estímulos.
Por ahora, las decisiones adoptadas son calcadas a las decididas en diciembre. Nada nuevo: los tipos de interés se mantienen en el 0% y la tasa de facilidad de depósito, en el -50%. El BCE ha ido reduciendo el ritmo de compras del programa de deuda vinculado a la pandemia (PEPP, por sus siglas en inglés), al que espera poner fin el próximo mes de marzo. A partir de entonces, la institución empleará el programa tradicional (APP, por sus siglas en inglés), dotándolo de más munición: 40.000 millones en el segundo trimestre; 30.000 millones en tercero, y 20.000 millones, en el cuarto.
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Los analistas creen que si la inflación persiste y se extiende a otros sectores de aquí a marzo, esas adquisicones podrían acabar en septiembre para dar tiempo a subir el precio del dinero en diciembre. “La puerta a una subida de tipos está abierta de par en par, aunque Lagarde subrayó que la secuencia de poner fin a las compras de activos antes de subir los tipos sigue vigente”, señala Carsten Brzeski, responsable global de Macro de ING.
El economista y exsecretario del Tesoro de Italia Lorenzo Codogno cree, en cambio, que el mensaje de la presidenta del BCE se arrima un poco más a los halcones, pero sigue siendo blando. “Lagarde subrayó que más de la mitad de la inflación anual está relacionada con el aumento de los precios de la energía. Y agregó que la política monetaria puede hacer poco con los problemas que vienen por el lado de la oferta, en especial si proceden de fuera de la zona euro”, afirmó Codogno, en relación a los problemas de distribución y los cuellos de botella.
La velocidad con la que la Reserva Federal y el Banco de Inglaterra mueven ficha también presionan al BCE. No obstante, una vez más Lagarde recordó que la realidad de la zona euro nada tiene que ver con esos dos países. El Reino Unido sufre las presiones de un mercado laboral que, en especial después del Brexit, acusa la falta de mano de obra. Y en Estados Unidos la demanda se ha disparado un 30% respecto a los niveles anteriores a la pandemia como consecuencia de los planes de estímulos. Nada de eso ocurre en la zona euro.
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