El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, abraza al entonces candidato a gobernador del Estado de São Paulo, Tarcisio de Freitas, durante un mitin en Sorocaba, el 13 de septiembre de 2022.Andre Penner (AP)
El bolsonarismo ha encontrado un fortín en el Estado más rico de Brasil. São Paulo, el motor económico del país, se ha convertido en un espejo de la polarización de la carrera presidencial en la que ha terminado por imponerse Luiz Inácio Lula da Silva sobre Jair Bolsonaro, pero aquí el resultado ha sido inverso. El exministro de Infraestructura Tarcísio Gomes de Freitas, la gran apuesta ganadora del derrotado presidente de ultraderecha, ha logrado un resonante triunfo al superar con distancia a Fernando Haddad, el heredero político de Lula. Bolsonaro también dejará un Congreso de mayorías conservadores y aliados clave en los estados más poblados, contrapesos formidables para el tercer mandato del líder del Partido de los Trabajadores.
De Freitas, un funcionario de perfil técnico que nunca había disputado una elección, se impuso con más de 13 millones de votos, el 55,2% frente al 44,7% de Haddad. Una distancia que contrasta con el estrecho margen de victoria de Lula (50,9% contra 49,1%). Promocionado como una suerte de rey del asfalto, el gobernador electo se proyecta como un escollo para el futuro Gobierno, aunque se ha mostrado conciliador en sus primeras declaraciones. Ha dicho la noche del domingo que “el resultado de las urnas es soberano” y buscará un “entendimiento” con el futuro Gobierno federal, antes incluso de que Bolsonaro, que este lunes se mantenía en silencio, reconozca la victoria de Lula.
Tarcísio, como todos lo conocen, nació en Río de Janeiro, vivió en Brasilia y carecía de trayectoria en São Paulo, al punto de que ni siquiera tenía claro en qué zona de la ciudad debía votar, un flanco que lo convirtió en blanco de ataques en campaña. Nada de eso le hizo mella en su duelo con Haddad, que arrancó como favorito en las encuestas. A pesar de cabalgar sobre la ola del bolsonarismo, y de seguir su cartilla ideológica, De Freitas ha cultivado un perfil más moderado y tecnocrático que el propio presidente, e incluso fue funcionario en el Gobierno de Dilma Rousseff, la sucesora de Lula.
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Haddad, un peso pesado del PT, se convirtió en la otra cara de la moneda. El pupilo de Lula, exministro de Educación y alcalde de la ciudad de São Paulo entre 2013 y 2016, ha perdido en las urnas por tercera ocasión. Primero, no consiguió reelegirse como alcalde. Luego, cuando Lula tuvo que renunciar a su aspiración presidencial en 2018 por estar en la cárcel, Haddad recogió sus banderas pero cayó en la segunda vuelta presidencial ante Bolsonaro. Los analistas pronostican, en cualquier caso, que tendrá un papel destacado en el próximo gabinete.
Al igual que las presidenciales, las elecciones estatales contemplan un segundo turno si ningún candidato obtiene la mitad más uno de los votos. En 12 de los 26 estados se definió gobernador este domingo, pero ningún otro es tan relevante como São Paulo, el principal colegio electoral que concentra más del 30% del PIB brasileño. Con sus 45 millones de habitantes, el Estado es por sí mismo la tercera economía de América Latina.
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Su peso es innegable. São Paulo ha sido tradicionalmente un bastión de centro derecha desde la redemocratización de Brasil, pero es también la cuna del PT, el lugar donde Lula emergió como líder sindical. La irrupción del bolsonarismo, sin embargo, ha acabado por pulverizar en su principal feudo al tradicional Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB), la derecha moderada que había gobernado por 28 años, incluso en los tiempos del primer Lula en el poder, entre 2003 y 2010. Arrinconadas por la ultraderecha, las figuras históricas del partido del expresidente Fernando Henrique Cardoso han brindado en estas elecciones su apoyo a Lula, su otrora adversario.
El próximo presidente se tendrá que encomendar a su fama de hábil negociador, pues parte en minoría tanto en el Congreso como en el poder territorial. De momento, Lula solo cuenta con el apoyo explícito de 10 de los 27 gobernadores brasileños –que incluyen al Distrito Federal de Brasilia–. La mayoría de los estados quedarán en manos de conservadores, aunque no necesariamente bolsonaristas. El mandatario de ultraderecha, que debe entregar el poder a Lula el próximo Año Nuevo, dejará aliados instalados no solo en São Paulo, también en Minas Gerais, el segundo Estado más poblado, y Río de Janeiro, el tercero, donde inició su carrera política.
En ese nuevo mapa de liderazgos, el centro derecha del PSDB, a pesar del naufragio en São Paulo, ha logrado sobrevivir por poco con tres triunfos de segundo turno que incluyeron remontadas. Eduardo Leite, un joven político que contó con el apoyo crítico del PT, fue elegido de nuevo como gobernador de Río Grande do Sul al superar al exministro bolsonarista Onyx Lorenzoni, que partía como favorito. La excongresista Raquel Lyra –que quedó viuda en vísperas de la primera vuelta– también se impuso en Pernambuco, el Estado del nordeste donde nació Lula, así como el empresario Eduardo Riedel en Mato Grosso do Sul.
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