A las afueras de Villarrobledo (Albacete) hay una finca sin aparente atractivo que cuenta con un tesoro cada vez más demandado en todo el mundo. En el interior de su nave, Alfonso Morcillo (60 años) muestra orgulloso una fila de inmensos sacos de pistachos alineados con esmero. Cada uno contiene una variedad de este fruto seco: pelados, con cáscara, para repostería, para cosmética. Mientras abre uno de los sacos, Morcillo asegura que cada bolsa pesa cerca de 900 kilos. Acto seguido, con el contenido del saco ya a la vista, el agricultor hunde las manos en la superficie y levanta sobre sus palmas un puñado de pistachos, una cantidad insignificante para el total que acumula en la nave. “Solo esto vale unos cinco euros”, dice. “Echa cuentas”.
Con más de 46.000 hectáreas, Castilla-La Mancha acapara el 82% de la superficie nacional dedicada al pistacho y es la región con mayor producción de toda Europa, según las estimaciones del Centro Agroambiental de El Chaparrillo (Ciudad Real). José Francisco Couceiro, investigador del centro y autor de El cultivo del pistacho (Mundi Prensa), explica que esto se da por las condiciones únicas que presenta La Mancha respecto a cualquier otro punto del continente: “La climatología, con calor en largos veranos, frío en invierno y baja humedad relativa; y los suelos, de un pH elevado, calizo y permeable para evitar encharcamientos, son dos variables que se dan aquí y que le van como un guante al pistachero”.
Producido históricamente en Irán, Turquía y Estados Unidos, el pistacho nunca ha sido un cultivo con tradición en España. Sin embargo, las circunstancias “inmejorables” de las tierras manchegas y el crecimiento de la demanda internacional han supuesto un auge sin precedentes de este fruto seco en nuestro país. Tanto es así que la superficie dedicada a su plantación ha crecido cerca de un 200% en el último lustro —las 20.000 hectáreas de 2017 han pasado a ser casi 56.000 en la actualidad— y la lonja de Albacete se ha convertido en la primera de toda España que orienta sobre su precio, actualmente en torno a 7 euros el kilo.
Con el sol matutino todavía calentando la nave, Morcillo cuenta que muchos están viendo ahora la rentabilidad que ofrece este fruto seco —conocido como el oro verde— y tomando decisiones que pueden resultar precipitadas: “Conozco a gente que está arrancando sus viñas para plantar pistacho”. Tal cambio conlleva perder el derecho a plantar viñedo de forma indefinida, según declara el veterano agricultor: “Aun así, a muchos les compensa”.
Alfonso Morcillo muestra los pistachos que almacena en su nave de Villarrobledo (Albacete).JUAN BARBOSA
Paseando por Villarrobledo, su localidad, son varios los vecinos que le preguntan por los pistachos. Él responde y explica las veces que haga falta las fases de recolección del fruto. Lleva un cuarto de siglo en el negocio. Entró buscando alternativas en 1997, cuando eran “cuatro gatos”, y como él mismo dice, tuvo suerte, porque “se la jugó” y dio con un mercado al alza. Ahora, respetado como lo que es, uno de los pioneros, le dedica 27 hectáreas, aunque quiere llegar pronto a las 40: “He invertido mucho en esto y ya pienso en lo que les puedo dejar a mis hijos”.
Conoce en profundidad todas las caras de la moneda.
Suscríbete
Gabriel López, director de banca en el mismo municipio, representa la otra cara de la moneda, pues es de los recién llegados al negocio. Plantó por primera vez el año pasado. Antes, estudió el pistacho hasta conocerlo al detalle. “Es un producto muy laborioso y tienes que estar preparado para el proceso. Ten en cuenta que desde que lo plantas hasta que recoges el primer fruto pasan unos ocho años. Y son ocho años en los que tu ingreso total es de cero euros. […] El boca a boca ha sido bestial y esto ha crecido tanto que ahora mismo las semillas están agotadas en todos los viveros, pero no es algo accesible para todo el mundo”.
Todos los entrevistados remarcan esto último. El pistacho es un fruto complejo, pero también caro. No solo de consumir, también de cultivar. Como explica López, por cada hectárea se plantan unos 277 árboles, lo que supone una inversión cercana a los 4.100 euros. “A ello hay que sumarle 80 céntimos de protector y 1,5 euros de tutor por cada árbol. Si echas cuentas, estamos hablando de unos 5.000 euros de inversión por hectárea. Eso en secano. En regadío la cifra asciende, como mínimo, al doble. Todo ello sin contar los costes del tractor, los arados, la desbrozadora y otras inversiones”. Y el resultado tarda ocho años en llegar.
López y Morcillo, que además de dedicación comparten amistad, reconocen que ese es uno de los principales inconvenientes del pistacho: “El coste es altísimo. Y el riesgo también”. Esteban García, director del Instituto Regional de Investigación y Desarrollo Agroalimentario y Forestal de Castilla-La Mancha (IRIAF), apunta que otro de los posibles contratiempos sería el aumento de las plagas, algo que, por el momento, está respetando al pistacho como a pocas especies.
Gabriel López, en la nave donde Alfonso Morcillo almacena los pistachos, a las afueras de Villarrobledo (Albacete).JUAN BARBOSA
Aunque el principal peligro, como señala Couceiro, es el de la desinformación. Desde su oficina en el Centro de El Chaparrillo, el investigador lamenta que la ignorancia de muchos agricultores, justificada por tratarse de un cultivo relativamente nuevo, ha provocado que diversas empresas traten de hacer su agosto con falsedades. “Al ver la gran rentabilidad que ofrece, muchos abren las orejas y se creen ‘a pies juntillas’ que el cultivo va a funcionar en cualquier parte, algo que, durante los próximos años, ocasionará múltiples frustraciones a no pocos agricultores”, dice.
Esteban García, por su parte, cree que el pistacho tiene el futuro asegurado, aunque entiende el punto de vista de Couceiro: “Tenemos que tener cuidado con que las plantaciones no crezcan más allá de las necesidades del mercado. Si la oferta supera a la demanda, los precios caerán”. Para evitar que explote esa burbuja, el director del IRIAF advierte de que el margen de crecimiento es limitado: “Tenemos espacio para otras 50.000 hectáreas en toda Europa. Llegados a ese punto, habría que frenar”.
De vuelta a la nave de Villarrobledo, ya con el frío que precede a la noche, Morcillo asegura que el encarecimiento de todos los recursos está ahogando a muchos agricultores: “El agua y la luz llevan meses por las nubes”. A su lado, con un puñado de pistachos listos para llevarse a la boca, López apuesta a que el fruto seguirá siendo muy rentable mientras el precio del cereal se mantenga tan bajo. Aunque reitera, siempre y cuando se trabaje con sensatez y se conozcan los riesgos: “Al fin y al cabo, esto es como todo, un negocio”.
Contenido exclusivo para suscriptores
Lee sin límites
Source link