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El cambio de hora apenas ahorra energía y casi no se notará en la factura de la luz


Este fin de semana cambia la hora: en la madrugada del domingo 31 de octubre, se atrasa una hora el reloj y a las 3.00, en la Península, serán otra vez las 2.00, dando entrada al horario de invierno. El efecto más inmediato se notará en la luz natural: a partir de este domingo, amanecerá y anochecerá antes. Los cambios estacionales de hora, que en la Unión Europea se realizan dos veces al año, en marzo y en octubre, se idearon para ahorrar energía. El de este domingo llega en plena escalada de los precios de la luz, que llevan semanas batiendo récords históricos. Pero, en la actualidad, los expertos coinciden en que el ahorro energético que produce el cambio de hora es mínimo.

En sus inicios, a mediados del siglo pasado, el movimiento del reloj servía para aprovechar las horas de luz natural y ahorrar energía. Ahora, el impacto económico es prácticamente insignificante. Ricardo Izurzun, portavoz del área de energía y cambio climático de Ecologistas en Acción (EA), ha explicado a Efeverde: “Cambiar de hora podría tener sentido hace 40 o 50 años, cuando la iluminación representaba un consumo importante de energía”. Hoy en día, “supone un uso bastante pequeño”. En el anterior cambio de hora, el Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE) advirtió de que lo que deja de gastarse puede ser “poco significativo” y depende de factores como la climatología o el lugar geográfico. Pero, según aclara, no existen estudios recientes.

“El cambio de hora se aprobó en una época muy distinta a la actual, con consumos de luz mucho más elevados y hábitos de vida que podrían afectar en mayor medida al consumo energético. Sin embargo, la actualidad atiende a otra realidad, por ejemplo, laboral, que se ha de tener en cuenta: las jornadas de trabajo han cambiado y el teletrabajo se ha ido extendiendo, lo que hace que las rutinas de la ciudadanía no coincidan tanto como antes en el mismo espacio-tiempo”, han recalcado desde IDAE. Además, han recordado que existen mecanismos más relevantes para lograr ahorros energéticos, como la sustitución de luces y aparatos por alternativas más eficientes, o asegurar que la potencia contratada y la tarifa eléctrica contratada es la adecuada para las necesidades de cada uno.

Ese ahorro casi inapreciable, unido a los trastornos y alteraciones de los biorritmos que provoca el cambio de hora, hacen decantarse a la mayoría de los países europeos por acabar con el mismo. La Comisión Europea realizó una consulta en 2018, en la que el 84% de los 4,6 millones de ciudadanos que participaron se mostraron a favor de dejar de cambiar la hora. El órgano propuso entonces abolir la directiva que los establece, y que cada país eligiese si se queda con el horario de invierno o el de verano. En un principio, la Comisión recomendó a los Estados miembros tomar la decisión en 2019, pero ya se tuvo que posponer a este 2021, año en el que tampoco se ha producido. La falta de consenso entre los países, y también dentro de los mismos, augura que la decisión va para largo. El presidente de la Comisión Nacional para la Racionalización de los Horarios Españoles, José Luis Casero, ha señalado que el horario de octubre es el que debería adoptarse, porque es “el más acorde con factores como salud, descanso, productividad y rendimiento laboral y escolar”.

Javier Albares, especialista en Neurofisiología Clínica y experto en Medicina del Sueño, coincide con Casero: “Aunque el horario de invierno despierte menos simpatías entre la gran mayoría de la población, desde el punto de vista médico es más beneficioso”. El cambio al horario de invierno puede provocar ligeros trastornos, especialmente en la población más vulnerable, como niños o personas mayores, que pueden afectar a los hábitos alimenticios, la concentración y el estado de ánimo, pero son pasajeros y remiten en el plazo de tres o cuatro días. “Lo mejor sería no cambiar de horario”, reconoce Albares, que ofrece una serie de consejos para una adaptación más rápida al cambio de hora de invierno: tratar de acostarse con el nuevo horario, ajustar horarios de comidas y, sobre todo, exponerse a la luz natural. “La luz solar, que es la principal guía para nuestro ritmo, es clave. Es aconsejable recibirla al menos dos horas al día, preferiblemente por la mañana”, concluye.


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