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El Camino de san Juan de la Cruz, un viaje mágico hacia el interior

No es una ruta mística, ni tampoco una peregrinación. Es el camino en sí mismo, un viaje hacia el interior de España siguiendo la huella de san Juan de la Cruz, el carmelita que en el siglo XVI iluminó este gran sendero lleno de naturaleza que en otoño se convierte en un festival de colores por la inmensidad de sus paisajes. Ocho municipios, cuatro provincias y tres comunidades autónomas vertebran el Camino de san Juan de la Cruz, el particular Camino de Santiago del sur de España que ahora se ha puesto en valor turístico para deleite de los muchos andariegos —acepción propia de Santa Teresa con la que se conoce a estos senderistas— que ya se atreven a emular al santo y poeta universal.

“Mi Amado las montañas / los valles solitarios nemorosos, / las ínsulas extrañas, / los ríos sonorosos, / el silbo de los aires amorosos”, escribió san Juan de la Cruz en una de sus estrofas del afamado Cántico espiritual (1578). Era una de las muchas semblanzas que el carmelita hizo de una ruta, majestuosa y desconocida a la vez, que realizó al menos en siete ocasiones sin más compañía que la de su burra y la de otro fraile. Un camino que es una encrucijada de influencias levantinas, andaluzas y manchegas, pero con una personalidad, tradición e historia en común. Historiadores y geógrafos coinciden en reconocer a este territorio como el epicentro de la comarca natural de la sierra de Segura. Nada que ver con la división administrativa del territorio que trazó Javier de Burgos en 1833 sin tener en cuenta sus vínculos históricos. Así, Beas de Segura, que pertenecía a la provincia de La Mancha, pasó a Jaén; la sierra de Segura del viejo Reino de Murcia se repartió entre Jaén, Albacete y Murcia (que son la esencia del camino sanjuanista); mientras que la incorporación plena de Caravaca y Moratalla a Murcia no se produjo hasta 1874.

El origen de esa comunidad humana habría que retrotraerlo a la Oróspeda de los romanos, en las fuentes del Betis y del Táder, a la montaña de Tudmir en época islámica. La Reconquista supuso la incorporación de esta zona a Castilla, formando parte del Reino de Murcia pero bajo la administración de la Orden de Santiago, cuya principal función era la defensa de la frontera contra el islam. La Orden de Santiago marcaría, con una especie de soberanía política, económica y religiosa excepcional, un carácter propio y diferenciado de otros territorios vecinos hasta el siglo XIX.

Ya en el siglo XVIII, el ministro Ensenada, para potenciar la marina de guerra y abastecer a los astilleros, crearía la Provincia Marítima de Segura de la Sierra (1748-1833). Empezaron las talas masivas, el ajorro o arrastre por tierra y una especie de pastoreo flotante de maderadas de grandes pinos (los salgareños eran los más apreciados por su esbelta rectitud) que los gancheros llevaban por los cauces de los ríos Segura y Guadalquivir para sacarlos a la orilla, en Calasparra por una cuenca, y Córdoba y Sevilla por la otra, hasta acabar en Cartagena o Cádiz. La extracción masiva no se interrumpió al desaparecer la Provincia Marítima y siguió surtiendo de vigas al entibado de las minas y de travesaños a los ferrocarriles.

Aunque el Camino de san Juan de la Cruz se diseñó hace cuatro años entre Beas de Segura, en Jaén, y Caravaca de la Cruz, en la Región de Murcia, ya se tramita una ampliación hasta Villanueva del Arzobispo, lo que eleva la extensión de la ruta a unos 180 kilómetros. Allí, en el monasterio del Calvario, el carmelita pasó sus primeros tiempos en Andalucía. Entre una loma de olivos de la sierra de Las Villas, con el bello municipio jiennense de Iznatoraf haciendo de vigía, se conservan, a duras penas, los restos de este monasterio junto a un gran pilar y una hermosa fuente. En Villanueva, la señalización del camino sanjuanista se inicia en la puerta de la umbría de la parroquia de San Andrés y se prolonga hasta el santuario de la Virgen de la Fuensanta, donde el caminante encuentra otra estatua del místico y, en su torreón, la celda donde estuvo alojado este poeta del Renacimiento español durante su estancia en el lugar.

Son muchos los autores, entre ellos el filósofo Domingo Henares, quienes sostienen que san Juan de la Cruz no escribió su obra cumbre, el Cántico espiritual, entre las inhóspitas paredes de una cárcel conventual de Toledo, sino en los campos y lugares habitados más apacibles de Jaén, en especial en el camino entre Villanueva del Arzobispo y Beas de Segura.

Beas de Segura-Hornos de Segura

24,4 kilómetros

La primera etapa del camino oficial la iniciamos en Beas de Segura, donde san Juan de la Cruz permaneció varios años al abrigo del convento carmelita fundado por santa Teresa de Jesús en 1575. Dos gigantes de la espiritualidad que son el principal argumento del espacio expositivo La villa de Beas. El siglo XVI y la mística.

A las puertas de ese convento, junto a las esculturas de estos dos ilustres personajes, emprendemos el camino guiados por el club de senderistas El Camino, un grupo de amigos que se conocieron hace siete años haciendo el Camino de Santiago y que ahora se esfuerzan por divulgar el itinerario sanjuanista que en estos primeros tramos se encuentra ya perfectamente señalizado. Una etapa muy exigente por sus grandes desniveles y fuertes pendientes, como la del camino de La Parrilla, que alterna pistas forestales y sendas entre pinos y encinas. Más adelante, el trazado se empina y zigzaguea entre grandes peñascos para alcanzar su mayor altitud en las Cumbres de Beas, a 1.291 metros.

Las sierras jiennenses de Las Villas y de Segura emergen entre las impresionantes vistas que ofrece este sendero, que en un buen tramo coincide con el cordel de la trashumancia del ganado que cada otoño ve transitar por estas veredas a miles de ovejas y cabras cuando dejan las zonas más gélidas de Segura en busca de pastos más cálidos en Sierra Morena. En primavera harán el camino a la inversa. Y también se entrecruza con esta primera etapa el sendero GR 247 Bosques del Sur, que, con 478 kilómetros señalizados, es la más larga ruta senderista circular de España, y que gira en torno al mayor espacio protegido del país: el parque natural Sierras de Cazorla, Segura y Las Villas.

Esta primera parte concluye tras un descenso que nos llevará a caminar en paralelo al pantano del Tranco (recomendable un paseo en su barco solar) y teniendo en el horizonte la imponente silueta del pueblo de Hornos de Segura, un gran peñasco coronado por el castillo que conserva el tipismo de villa medieval.

Hornos de Segura-Pontones

22,7 kilómetros

Esta etapa se adentra en lo más profundo de la sierra de Segura, una zona de gran riqueza paisajística entre pistas, sendas y caminos de herradura en buen estado. En sus primeros pasos circunda por algunas de las numerosas aldeas que, como La Platera, sobreviven al paso del tiempo, y por otras cortijadas ya abandonadas, como La Agracea, que simbolizan la expropiación forzosa que sufrieron más de 2.000 vecinos tras la declaración del Coto Nacional de Caza en la segunda mitad del pasado siglo.

En el ascenso decimos adiós al olivar y damos la bienvenida a un rico bosque mediterráneo con ejemplares de cornicabras y madroños, disfrutando del hermoso ecosistema serrano y el azul del pantano en lo hondo. Tras atravesar las aldeas de Montalvo y Casas de Carrasco llegamos a Pontones, la localidad que en junio de 1975 se fusionó con Santiago de la Espada alumbrando el municipio de Santiago-Pontones. A cinco kilómetros, en la aldea de Fuente Segura, nace el río Segura, que aparece como un surgente que mana agua bajo una gran roca. Su cauce discurre por las provincias de Jaén, Albacete, Murcia y Alicante (desemboca en Guardamar del Segura) y toda su cuenca la riegan afluentes como el Zumeta, el Taibilla, el arroyo de Letur, el de Benizar o el mismo río Tus.

Pontones-Santiago de la Espada

21 kilómetros

“Pastores, los que fuerdes / allá por las majadas al otero: / si por ventura vierdes / aquel que yo más quiero, / decidle que adolezco, peno y muero”, son otros de los versos del Cántico espiritual de san Juan de la Cruz.

Este tramo transcurre íntegramente por tierras a más de 1.300 metros de altitud. Lo hace a través de una senda paralela al río Segura con excelentes vistas sobre un valle donde las aguas se encajan entre bosques de ribera y con la Cueva del Agua (junto a la aldea de Poyotello) como uno de sus principales reclamos. Es quizá el lugar de mayor concentración de ganado, que se caracteriza por el uso extensivo y la trashumancia de la oveja segureña, una raza autóctona propia de los montes y altiplanicies del sureste. Por eso el paisaje está repleto de testimonios de esta actividad, como las tinás (cobertizo para el ganado), el tornajo (abrevadero en un tronco acanalado), el lavadero o el descansadero. La cañada, de 75 metros de ancho, el cordel (37,5) y la vereda (21) han sido los caminos tradicionales del ganado. Y la misma localidad de Santiago de la Espada tuvo un origen pastoril en 1525, con un primer asentamiento de pastores llamado El Hornillo. Un nombre que le vino dado porque era alrededor de un hornillo donde los ganaderos cocían el pan durante sus estancias. En el centro urbano, junto al Ayuntamiento, se encuentra la posada donde se hospedaba san Juan de la Cruz, que conserva casi intacta la balconada original de finales del siglo XVI.

Santiago de la Espada-Nerpio

32,2 kilómetros

Junto al puente del río Zumeta, por donde transcurre el camino sanjuanista, el grupo de teatro aficionado Artemix sorprende con una escenificación de la vida de san Juan de la Cruz y su encuentro con santa Teresa de Jesús, con los hábitos prestados por los propios carmelitas —algunos de ellos intactos desde el siglo XVI—. Es su contribución a la divulgación de un camino que los lugareños quieren ahora explotar turísticamente.

En la vega del Zumeta, entre huertas y labranzas, parte el sendero que nos conduce a Nerpio, en la provincia de Albacete. Poco más allá el río se encaja entre montañas y aparece el hermoso cañón del Zumeta, cerca del viejo camino de herradura con muros de contención de piedra seca en vaguadas y taludes. El pico de esta etapa se alcanza en la sierra de Huebras (1.575 metros), pero muy cerca de allí se otea un amplio horizonte del valle y lejanas sierras al sur como las Cabras, la Guillimona, la Sagra o Castril, estas últimas parte de la incursión que hace la ruta en la provincia de Granada.

A Castilla-La Mancha se entra en cuanto se toma el desvío hacia Nerpio, al dejar la carretera A-317. La bienvenida al viajero se la da el hermoso valle del río Taibilla y llama la atención la estampa tan singular de la aldea de Las Quinterías, bajo un gran abrigo rocoso que por momentos emula al cañón del Colorado. A Nerpio llegaremos tras una parada previa en la pedanía de Pedro Andrés, donde sobresale la silueta del castillo santiaguista de Taibilla conocido como el guardián de la frontera, y siguiendo la deliciosa ruta de los nogales centenarios, que adquieren en otoño todo su esplendor cromático y paisajístico. Pedro Andrés es también un buen lugar para disfrutar de la gastronomía de esta ruta sanjuanista. Platos como el potaje carmelitano, las migas de harina, el ajoharina, el ajo modorro, atascaburras, olla gitana, ajo pringue o la sopa castellana son los más señeros de la cocina tradicional de esta inmensa comarca.

Nerpio-El Sabinar

21,1 kilómetros

El paisaje de Nerpio es grandioso. La alternancia de grandes sierras y montañas (se llegan a alcanzar los 2.000 metros en la sierra de las Cabras) con valles y barrancos ofrecen una continua sorpresa al andariego. En este municipio albaceteño, donde confluyen los ríos Taibilla y Acedas, destaca su puente de piedra realizado en el año 1903; una joya de ingeniería.

Entre Nerpio y la localidad de Moratalla se encuentra una de las mayores concentraciones de abrigos de arte rupestre, sobresaliendo por su importancia el de Solana de las Covachas (para visitarlas, hay que reservar; 967 43 81 70). Se trata de un conjunto de pinturas en multitud de cavidades rocosas —la mayoría de estilo levantino y también esquemático neolítico— que forman parte del arte rupestre del arco mediterráneo en la península Ibérica que en 1998 fue declarado por la Unesco patrimonio mundial. La etapa concluye en la pedanía de El Sabinar, a la que se llega por una llanura entre almendros, plantas aromáticas y otros ejemplares recios y vetustos de sabina albar, en su emplazamiento ibérico más meridional.

El Sabinar-Caravaca de la Cruz

36 kilómetros

La última (o primera, según se mire) etapa del camino es la más larga, pero también la más suave. Discurre en buena parte por el amplio y llano Campo de San Juan, rodeado de altas sierras, con suaves ondulaciones entre el cereal, la lavanda, apriscos y el sonido de esquilas de ganado. Cerca queda el curso alto del río Alhárabe que nos guiará desde el embalse de La Risca hasta la aldea del mismo nombre. El Collado de la Cruz, de algo más de 1.100 metros de altitud, es la última dificultad que hay que afrontar antes de divisar Caravaca, sin duda uno de los municipios donde la huella de san Juan de la Cruz queda más patente.

La localidad murciana nos recibe con la escultura del santo andariego, obra de Rafael Pi Belda (1986). A escasos metros se encuentra el monasterio de Nuestra Señora del Carmen de los Carmelitas Descalzos, fundado por san Juan de la Cruz en 1587, hoy convertido en hospedería rural. También conviene visitar la Casa de san Juan de la Cruz, donde se alojaron los frailes en 1586 mientras se adecuaba el que sería el convento de Nuestra Señora del Carmen; y la antigua iglesia de la Compañía de Jesús, actualmente un gran espacio cultural que alberga un gran lienzo del carmelita realizado por el pintor jiennense Santiago Ydáñez.

Como resume Pascual Gil Almeda, prior de los Carmelitas Descalzos en Caravaca y principal artífice de la puesta en valor turístico de esta ruta: “Este es un camino con una originalidad propia que no debe perder su identidad y que sirve para descubrir la universalidad de un personaje como san Juan de la Cruz, uno de los pilares de la mística occidental”.

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