Para Luis Orlando Estacio, 2020 empezó con la que era su rutina. Un contrato prorrogable hasta nueve meses en un cáterin vinculado al aeropuerto y la esperanza de que, esa vez sí, el empleo se convirtiera en indefinido para no tener que pasar luego tres meses en paro. Pero el sueño se desvaneció pronto: en marzo entró en un ERTE y en mayo estaba en la calle. “Con la pandemia se cerró todo”, resume este hombre de 44 años con doble nacionalidad española y ecuatoriana que llegó a Madrid hace dos décadas.
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Ahora, él se plantea recorrer el camino inverso que muchos trabajadores hicieron hace una década, tras el estallido de la burbuja inmobiliaria. Si a partir de 2008 la crisis de la construcción empujó a muchos albañiles a la hostelería y el turismo, la crisis del coronavirus —y el hundimiento de los servicios— fuerza ahora el regreso al andamio. Estacio ha vuelto a estudiar y confía en obtener pronto la certificación para trabajar como albañil, una vez termine un grado medio en la Fundación Laboral de la Construcción. “Incluye 80 horas de trabajos prácticos en empresas; si una de esas empresas ve que me muevo y tengo ganas, me puedo quedar ahí”, cuenta esperanzado.
La construcción también ha sufrido la crisis, pero menos que otros sectores. La ocupación solo ha descendido un 1,3% en el último año según la última Encuesta de Población Activa (EPA), relativa al primer trimestre. Y el futuro, coinciden los agentes sociales, es prometedor gracias a las ayudas que van a llegar de Europa. El plan de recuperación diseñado por el Gobierno destina 6.800 millones de euros para la rehabilitación de vivienda y la regeneración urbana. El objetivo es mejorar 500.000 viviendas hasta 2023. Y la previsión del Ejecutivo es crear 188.000 puestos gracias a esta inversión.
Pero hay quienes son aún más optimistas. En un informe presentado hace meses para impulsar la rehabilitación, el Consejo Superior de Colegios de Arquitectos destacaba que España parte de niveles muy bajos de obras de renovación de edificios. Igualar la actividad a la de vecinos como Francia, Portugal o Alemania implicaría añadir 400.000 puestos de trabajo en ese subsector. Una cifra todavía más jugosa que también se menciona en el plan remitido a Bruselas.
Pedro Fernández Alén, presidente de la Confederación Nacional de la Construcción, opina que considerar solo esos 6.800 millones supone “un pequeño error”. “El sector va a ser protagonista de todo el plan de recuperación”, argumenta. “La movilidad sostenible pasa por la construcción; también el 5G, la economía circular, el sector turístico si para ser más operativo tiene que hacer reformas de establecimientos o las energías renovables, que también pasan por acciones de empresas constructoras”. “Necesitamos manos de obra cualificada porque las actividades que se van a poner en marcha no son las clásicas”, añade Fernández Alén, quien también preside la Fundación Laboral de la Construcción, un organismo paritario del que forman parte patronales y sindicatos.
Caída y recuperación
La necesidad de más mano de obra se explica también por un envejecimiento de la masa laboral. Al ladrillo le pesa todavía la mala fama que le dejó la Gran Recesión. Esta se tradujo en una pérdida masiva de empleo en la construcción: de 2,7 millones de ocupados en 2008 a 1,3 millones en la última EPA, pasando por un valle de menos de un millón en 2014. Pero hubo más. Las generaciones jóvenes dejaron de ver el ladrillo como una salida laboral. Los menores de 35 años eran cuatro de cada 10 empleados del sector en la primera década del siglo y el año pasado suponían menos de dos de cada diez.
“Es una actividad que ha estado muy estigmatizada y cuesta hacer entender que somos un sector tractor de la economía”, señala Sergio Estela, secretario de comunicación de UGT-FICA. “Cuando esto se empiece a reactivar otra vez, vamos a tener un problema de mano de obra cualificada”, desarrolla, “nos está costando encontrar jóvenes y mujeres, atraer ese talento”. Como otros consultados, Estela insiste en la importancia de preparar mejor a quienes vayan a ocupar puestos de trabajo en el sector. “Hay perfiles de innovación y desarrollo que se necesitan y sin formación no se consigue”, resume el sindicalista. “En la Gran Recesión muchos se fueron a la hotelería y hostelería y para recuperarlos hay que darles formación”, completa Fernández Alén desde la patronal.
Virginia Márquez tiene 36 años y lleva varios años desempleada. Sus últimos trabajos estuvieron vinculados con la hostelería y, como en el caso de Estacio, el año pasado decidió reorientar su búsqueda y ampliar sus horizontes laborales. “A raíz de la covid, imagínate cómo está ese sector: imposible totalmente”, describe esta madrileña. “Fui al paro y pregunté qué cursos tenían”.
A través del Servicio Público de Empleo Estatal, Márquez logró una beca para formarse como pintora, que ha complementado con nociones de albañilería. “He aprendido muchas cosas, lo he aprovechado y el día de mañana voy a echar currículos en todos los sitios que pueda”, afirma. “Aunque sea un terreno más masculino, yo no descarto nada nunca. Según estamos hoy en día, hay que aprovechar todo lo que salga”, añade.
Más formación y más inversión en infraestructuras
En los agentes sociales hay consenso sobre la necesidad de cambiar la formación para una actividad que evolución. “La construcción tiene una imagen negativa y no ha logrado mostrar otra: un sector más moderno, con condiciones laborales por encima del salario mínimo, aunque falte un proceso de cualificación profesional”, diagnostica Vicente Sánchez, secretario general de CC OO de Construcción y Servicios. Sánchez también es vicepresidente de la Fundación Laboral de la Construcción y señala que ese ente, que forma a 90.000 personas al año, ha planteado al Gobierno cambios en la FP. “Parece difícil que un joven haga un módulo de dos años para terminar siendo albañil”, apunta. Su apuesta son cursos de capacitación más cortos y con prácticas remuneradas.
Para Julián Núñez, presidente de la patronal de grandes constructoras Seopan, hay un problema mayor al de la mano de obra. Núñez describe una “actividad bajo mínimos”, con “las carteras de obra civil reduciéndose cada vez más como consecuencia de las caídas de los volúmenes de licitación y contratación en 2020”, y pide elevar las inversiones públicas en infraestructuras.
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