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El campo ucranio sigue herido

El campo ucranio sigue herido


Soldados rusos custodian un campo de trigo en la región de Zaporiyia, ocupada por las tropas de Moscú, el 11 de agosto.AP

El sector agrícola en Ucrania aún teme a la guerra. El director de operaciones de Agrio-Region, Volodímir Kravtsov, de 42 años, pide antes de nada que, a petición de los servicios de seguridad, no se localicen en este artículo sus campos de cultivo. Así sea; baste con decir que están en algún pedazo de tierra de la gran región de Kiev. “En Ucrania”, explica Kravtsov, “han disparado con misiles de alta precisión a los elevadores”. Para los poco duchos en la materia, estos elevadores son la joya más mimada de una producción agrícola. Hasta allí llega el grano, se pesa, limpia, seca y conserva antes de salir hacia el comprador. Pero he aquí, en esta salida, la herida más profunda que la campaña militar rusa ha abierto al campo. El bloqueo de los puertos del suroeste, que dan salida al mar Negro, paralizaron el transporte del grano ucranio, principal partida de las exportaciones del país. El desbloqueo ahora gracias al acuerdo alcanzado en julio por separado entre Ucrania y Rusia con la medidación de Turquía parecía despejar el camino, pero solo para unos pocos. “Nosotros no podemos financiar ahora el transporte por Odesa”, explica Kravtsov, “solo lo pueden hacer los grandes propietarios de las terminales portuarias que construyeron para servir a sus empresas”.

Y eso que Agro-Region no es pequeña. Cultiva 40.000 hectáreas en la zona centro del país. Maíz, trigo, girasoles, cebada, colza… “Fuimos de los más eficaces, luego vino el resto”, apunta este director de operaciones. Quiere decir que cuando las tropas rusas empezaron a dificultar la salida hacia el sur por el mar Negro, con el control de algunos puertos y una flotilla de una veintena de fragatas en las aguas, esta empresa viró hacia el suroeste y mandó sus camiones hacia el Danubio. Buena idea, pero no exenta de problemas: primero porque tanto esta como la mayor parte de compañías agrícolas ucranias acostumbraban antes de la guerra a cargar en trenes, con una gran capacidad (3.500 toneladas en un viaje), en dirección, en un 90% de las ocasiones, a los puertos del sur del país.

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Trasladar ahora el grano hacia la frontera con Rumania, que marca el curso del Danubio hasta su desembocadura, obliga a utilizar camiones ―Ucrania no comparte el ancho de vía férrea con el resto de Europa―, de una capacidad mucho más limitada (22 toneladas por tráiler), y armarse de paciencia porque los puertos ahí no tienen la magnitud y operatividad de uno como el de Odesa, por poner un ejemplo. Ni las fronteras son capaces de absorber esa cantidad de transporte, con colas de camiones, sirva de ejemplo, de hasta 20 kilómetros en el cruce de Krakovets-Korczowa hacia territorio polaco.

La agricultura es el primer pilar de la economía de Ucrania, que cuenta con unos 41 millones de hectáreas para el cultivo. En el año 2019, el último de cierta estabilidad, produjo 74 millones de toneladas de grano. Está entre los primeros exportadores de maíz y trigo ―en especial a regiones con gran dependencia de estos cereales, pero también vulnerabilidad por la salud de sus economías, como Oriente Próximo y el continente africano―, pero, además, los vastos campos de girasoles sitúan al país a la cabeza en exportación mundial del aceite que da sus semillas. Es por todo esto que las tierras de cultivo han sido objetivo de guerra y sus empleados, también.

Restos de proyectiles recogidos en uno de los campos de Agro-Region al este de Kiev.

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Decía Kravtsov que se ataca con armamento de precisión y ahí va una muestra: el pasado 31 de julio, un misil atravesaba el dormitorio de Oleksii Vadaturskii durante una fuerte ofensiva rusa en Mikolaiv, en el sur del país. Vadaturskii era el dueño de Nubilon, una de las mayores empresas agrícolas ucranias, de esas que cuentan con barcos y astillero. Tal es la relevancia de este empresario, que murió junto a su mujer, que el presidente del país, Volodímir Zelenski, le dedicó unas palabras durante uno de sus comunicados.

Los cultivos de maíz están verdes y muy altos, aunque hasta finales de septiembre o incluso octubre no se hará la recolecta. Los girasoles, espigados al abrigo de la hoja verde, tienen un aspecto formidable en este tiempo. Yurii Lisak, jefe agrónomo de Agro-Region, conduce hasta las tierras que hace no tanto veían casi más proyectiles que semillas. Aún quedan muros de sacos terreros por el camino ―por lo que pueda venir, dicen― y señales de minas en los márgenes. “En aquella arboleda”, cuenta Lisak, de 41 años, “se escondían nuestros tanques; salían a disparar y volvían a meterse”. Muestra las fotos de los restos de proyectiles que encontraron en los cultivos. Con la ayuda de los militares ucranios retiraron los restos y vuelta al tajo. Dos arados y una cultivadora trabajan ahora para recibir la nueva semilla.

Según los datos facilitados por la asociación agraria UCAB, que reúne a las grandes empresas del sector en Ucrania, en este momento hay alrededor de 18,5 millones de toneladas de grano bloqueadas debido a la ofensiva rusa. Los problemas son innumerables: si no sale al mercado no hay venta final, pero además hace de tope a la siguiente cosecha. La caída de las exportaciones, de unos seis millones de toneladas al mes antes de la guerra a 2,5 millones ahora, no puede ser absorbida por el mercado interno, que solo necesita 19 millones de toneladas de grano al año. Y si no hay venta hacia el exterior, la seguridad alimentaria de tantos países dependientes de los cereales se tambalea.

El pasado 22 de julio, los negociadores rusos y ucranios firmaron sendos acuerdos con Turquía bajo los auspicios de la secretaría general de la ONU. Desde entonces, alrededor de una veintena de cargueros han salido de los puertos del suroeste del país hacia el mar Negro. “El desbloqueo resuelve los problemas actuales de la exportación del grano de la cosecha anterior ya contratada por grandes vendedores”, explica el economista ucranio Oleksii Kushch, “pagadas ya y almacenadas en terminales portuarias”. “Indirectamente”, continúa este experto, “la descarga de estas terminales también facilitará la logística de la cosecha actual, pero más a largo plazo”. Según este economista, el tan valioso sector agrario en Ucrania necesita dos cosas: que el Estado compre grano para ayudar a los pequeños y promueva en paralelo el procesamiento de productos para darles otro valor. Esto es, por ejemplo, harina en lugar de grano.

Mientras, en empresas como en la que opera Volodímir Kravtsov se estrujan la cabeza para ser los más creativos en la logística y las finanzas, y llegar hasta Rumania, Polonia o Lituania. Si hay que pedir un crédito ―ahora gastan en transporte cinco veces más que antes― se pide, aunque el aval es el grano y si no se vende… Son contados los despidos en Agro-Region, pero otra cosa, reconoce este director de operaciones, será la temporada que viene, si no logran vender la cosecha. “Habrá empresas que no lleguen”, admite.

―¿Siente frustración?

―Nos cabrea cuando se habla de negociación de paz. No nos asustan las dificultades, hasta finales de año resistiremos. Lo mejor que podemos hacer es expulsar a los rusos de nuestras tierras y se resolverá el resto.

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