Una de las sorpresas de las presidenciales del domingo en Chile han sido los votos obtenidos por el populista Franco Parisi. Este economista de 54 años con un discurso antipolítica logró el 12,8% de los sufragios, instalándose en tercer lugar tras el ultraconservador José Antonio Kast y el izquierdista Gabriel Boric. Los equipos de campaña de ambos estudian ahora con atención los apoyos con los que cuenta Parisi. No solo porque capturar a su electorado será fundamental con vistas a la segunda vuelta del 19 de diciembre, sino también porque se trata de casi 900.000 personas que han irrumpido en la escena política fuera de los patrones clásicos. No se identifican ni con la derecha ni con la izquierda, son en su mayoría hombres, tienen entre 18 y 30 años y pertenecen a los segmentos medios y medios bajos de la población, de acuerdo con un estudio reciente de la encuestadora Pulso Ciudadano.
Parisi es un viejo conocido de la política. Compitió para llegar a La Moneda -la sede de la presidencia chilena- por primera vez en 2013, cuando obtuvo un 10% de los votos. En paralelo, es también un conocido de la justicia. Radicado en Estados Unidos, los medios sospechan que no pisó Chile ni siquiera para inscribir su candidatura por sus asuntos pendientes con los tribunales chilenos.
Tiene una orden de arraigo por una millonaria deuda de pensión alimenticia con su exmujer -que le permitiría entrar en el país pero no volver a salir de él- y una declaración pendiente por una investigación penal en su contra por un negocio inmobiliario. Pero sus votantes se lo perdonan y entienden sus excusas. Poco antes de las elecciones, informó de que a causa de la covid-19 no podría viajar a Chile para votar. Efectivamente, no ha pisado su país durante la campaña.
Este candidato creó su propia formación política, el Partido de la Gente, que obtuvo seis escaños en la Cámara de Diputados en las elecciones generales del domingo. Será una fuerza pequeña, pero determinante, en un congreso fuertemente atomizado y rodeado de incógnitas. “Es un personaje controvertido, figurón y ambicioso, directo, simplista y con escaso interés por la cultura. Un hombre de nuestro tiempo. Empático y desmedido, su aventura en política es galopar la antipolítica, parecerse al hombre común, pero en versión ganadora. Es el sueño para la vida rutinaria de un sector de las nuevas clases medias”, describe el sociólogo Ernesto Ottone, catedrático del Colegio de París.
Con grandes habilidades como comunicador, se conecta con sus seguidores a través de las redes sociales y plataformas digitales. Esto explica, según sus partidarios, que no le haya perjudicado no haber pisado Chile. Tiene un programa bautizado Bad Boys que transmite en vivo por Facebook cada martes y que permanece en Youtube. Pero su campaña está bajo sospecha en Chile, donde no existe una norma que regule casos como el del telecandidato Parisi. Simpatizante del economista de ultraderecha Javier Milei de Argentina —al que saludó por su resultado electoral en las recientes legislativas—, el candidato chileno agradeció el domingo los votos obtenidos. “Chile habló. Gracias a los casi 900.000 chilenos que creyeron en una forma distinta de la izquierda y a la derecha para hacer política”, escribió en su cuenta de Twitter.
Su respaldo resultó especialmente vigoroso en el norte del país, una zona que lidia con los efectos de la inmigración ilegal. Según el estudio de Pulso Ciudadano, sus partidarios están especialmente interesados en asuntos como las pensiones, la delincuencia, la salud, la inflación, la vivienda y la inmigración. De acuerdo con este estudio, sin embargo, en la segunda vuelta un tercio de sus votantes se inclinará por Kast y otro tercio por Boric. El tercio restante podría optar por quedarse en casa. Así que quien consiga convencer a esa bolsa de indecisos tendrá más posibilidades de llegar a La Moneda.
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