Globos hinchables en forma de submarino sobrevolaron cada sábado al atardecer las protestas frente a la residencia del primer ministro de Israel en Jerusalén. Miles de manifestantes exigieron durante casi un año la salida del poder de Benjamín Netanyahu, quien fue jefe de Gobierno durante más de una década hasta quedar apeado por una coalición de la oposición el pasado mes de junio. La imagen de los sumergibles flotando en el aire simbolizaba las acusaciones de corrupción contra el mandatario conservador, juzgado ahora por cohecho, fraude y abuso de poder en tres casos distintos.
Ninguno de ellos es el denominado caso 3.000 o de los submarinos. A finales de 2018, el fiscal general de Israel exoneró a Netanyahu tras la investigación abierta por la brigada policial anticorrupción por el supuesto pago de comisiones en la compra de tres submarinos alemanes para la Armada por unos 1.800 millones de euros. Algunos de sus más estrechos colaboradores fueron, sin embargo, imputados tras el escándalo. El abogado personal y primo de Netanyahu, David Shimron; el exjefe de su gabinete interno David Sharan; el exministro de Infraestructuras Eliezer Zandberg, o un exjefe de la Marina de Guerra, el almirante Eliezer Marom, figuraban en la lista de sospechosos presentada por la policía al fiscal general.
Pese al lodazal de irregularidades descrito por los agentes en su entorno, el entonces primer ministro salió aparentemente impoluto e indemne –tocado pero no hundido– de la larga investigación por el escándalo de la compra de sumergibles a los astilleros alemanes ThyssenKrupp. Netanyahu fue interrogado en varias ocasiones por el presunto tráfico de sobornos en la adjudicación.
El Gobierno que le sucedió en el poder, encabezado por su antiguo aliado ultraconservador Naftali Bennett, acaba de sacar de nuevo a flote el caso de los submarinos. El anterior primer ministro se encontraba negociando ahora un acuerdo con el fiscal general para cerrar el juicio en su contra y librarse de la cárcel a cambio de declararse culpable de cargos menores.
La orden dada el domingo por el Ejecutivo de crear una comisión de investigación oficial sobre la compra de los sumergibles alemanes equivale a un torpedo en la línea de flotación de supervivencia política de Netanyahu. Este mismo lunes, el veterano dirigente advertía en un vídeo publicado en las redes sociales de que no piensa apartarse del liderazgo del partido Likud, la principal fuerza de la derecha israelí, ni aceptará un acuerdo con la Fiscalía que implique inhabilitación para ejercer cargos públicos.
Todos los ministros, que representan corrientes ideológicas enfrentadas, votaron a favor de iniciar las pesquisas, según informa la prensa hebrea, salvo el jefe del Gabinete, que se abstuvo, y su aliada y ministra de Interior, Ayelet Shaked, que votó en contra. “Este es el caso de corrupción más grave en materia de seguridad registrada en Israel”, reconoció el ministro de Exteriores y arquitecto de la coalición de Gobierno, Yair Lapid. Bennett había aplazado la decisión sobre el caso de los submarinos hasta que se firmó, el pasado jueves, un nuevo contrato para adquirir a ThyssenKrupp otros tres submarinos más modernos, esta vez por cerca de 3.000 millones de euros, de los que 600 estarán subvencionados por el Gobierno alemán.
La investigación policial del Caso 3.000 se centró en el testimonio de un arrepentido. El representante de ThyssenKrupp en Israel, Michael Ganor, se libró de una dura condena tras haber aceptado colaborar con los agentes y convertirse en testigo de cargo. Reconoció haber entregado al almirante Morom 150.000 euros por “recomendar” la adjudicación a los astilleros alemanes de tres submarinos. También admitió que había pagado al abogado Shimron —a quien Ganor tenía precisamente en nómina en calidad de letrado asesor— otros 75.000 euros por “abrir puertas” burocráticas. El abogado personal y primo de Netanyahu fue finalmente exculpado el pasado mes de mayo, cuando fueron procesadas siete personas por su implicación en el caso 3.000.
Un exdelegado de ThyssenKrupp en Israel, el general en la reserva Shaike Bareket, declaró este lunes a una emisora de radio israelí que le parecía “inconcebible” que Netanyahu no hubiese estado al tanto de los pagos irregulares en la adjudicación de los tres primeros submarinos. “Shimron se presentó en la empresa como abogado, familiar y asesor privado del primer ministro”, aseguró Bareket, quien fue apartado de su puesto en la compañía alemana tras la irrupción de Ganor y los hombres de confianza de Netanyahu.
Respuesta de última represalia
La Marina israelí ha adquirido en los últimos años submarinos de las clases Dolphin y Dakar a los astilleros ThyssenKrupp. Los sumergibles, que pueden portar misiles con cabezas nucleares tras las modificaciones técnicas efectuadas en Israel, forman parte de la denominada estrategia de “segundo ataque” o de última represalia a un bombardeo nuclear devastador sobre territorio israelí. Están diseñados para disuadir a un eventual enemigo dotado del arma atómica (como Irán, si llega a contar con de ella en un próximo futuro) de lanzar una agresión nuclear a gran escala con la intención de anular toda capacidad de respuesta israelí. Los submarinos ocultos bajo el mar se encargarían de hacer cumplir al final la ley de Talión.
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