El centro derecha se hunde en el desconcierto

Representantes de Cs, PP y Vox, en la plaza de Colón de Madrid en un acto por la unidad de España, en febrero de 2019.
Representantes de Cs, PP y Vox, en la plaza de Colón de Madrid en un acto por la unidad de España, en febrero de 2019.carlos rosillo

Aquella foto en Colón, hace justo dos años, fue casi un epitafio. Albert Rivera, entonces líder de Ciudadanos, escoltado entre los suyos, incómodo al lado derecho del escenario, casi de salida. En el otro lado, Santiago Abascal y Pablo Casado, separados por Cristiano Brown. ¿Quién? El entonces candidato de la extinta UPyD de Rosa Díez, que se liquidó oficialmente el pasado 6 de diciembre con 500 afiliados. El lema de aquella cita fue “Una España Unida”. Sobre la tarima estaban entonces representados siete partidos de centro derecha y de derecha de toda España. La foto se ha ido a sepia en 24 meses. Aquel retrato, ya entonces forzado, es hoy imposible. La única formación de aquellas que actualmente crece es Vox, de ultraderecha. Nadie apuesta ahora, a corto o medio plazo, por España Suma.

“Casado recibe el partido en 2018 dividido en tres partes”, sostiene Esperanza Aguirre, expresidenta madrileña y referente del PP liberal, que añade: “Tras las elecciones de 2019, con la estrepitosa caída de Ciudadanos de 57 a 10 diputados, Casado decide quedarse en el centro para ver si le llegan los dos millones y medio de votantes de Ciudadanos. Después, el pasado verano dejó fuera a Cayetana Álvarez de Toledo, que era una inteligente portavoz, y en la moción de censura de Vox se separó por las bravas y con unos ataques inaceptables a Santi Abascal, porque da por descontado su apoyo”. Aguirre, cada vez más encantada con el estilo y la pujanza de su sucesora, Díaz Ayuso, concluye: “Pero como se ha visto en Cataluña, no hemos cogido nada de Ciudadanos y las bases del PP y de Vox, que son cercanas, no entienden que haya dicho que le da igual si en un balcón cuelga una bandera de España o una estelada”.

Los pésimos resultados en Cataluña de Cs (hundimiento de 36 a seis escaños) y del PP (caída de cuatro a tres) han significado un cataclismo para las dos formaciones. Y cunde la decepción sobre su incierto futuro. El escenario internacional no acompaña, con el auge de los populismos y de la extrema derecha, los rescoldos del trumpismo en Estados Unidos y las buenas perspectivas para Marine le Pen en Francia, con su Reagrupacion Nacional cada vez ocupando mayor espacio político.

Nadie cree en el PP, Cs o Vox que esos tres partidos vayan a fundirse en próximas citas. La mayoría de la quincena de dirigentes de esas formaciones consultados piensa que “Cs está muerto”, el “PP perdido” y que “Vox ha llegado para quedarse”.

Esta semana, en distintos medios, un Abascal crecido tras el sorpasso catalán ha animado condescendientemente al PP y a Cs a integrarse, dado que, según él, tienen un mismo programa y “sería bueno para España”. Al líder de Vox no le importa que en un primer momento, la fusión sitúe a la nueva formación por encima en intención de voto de las expectativas que se ha fijado para Vox. Las relaciones de Abascal con el PP y Casado están rotas desde la que entiende como “decisión suicida” para los populares de despreciar a Vox en la moción de censura del 22 de octubre. Su apuesta pasa porque el líder popular le llame y luego alcanzar pactos postelectorales, según las fuerzas de cada uno. De tú a tú.

Javier Zarzalejos, eurodiputado y uno de los escasos ideólogos que aconsejan a Casado, cosa que ya hizo con José María Aznar en la Presidencia del Gobierno y en la FAES, tiene su diagnóstico sobre lo que le pasa al centro derecha: “Ha habido fragmentación, descuido ideológico, vaciamiento programático después de una última experiencia de Gobierno muy dura y ha dañado la corrupción. Y el estrechamiento de las clases medias por la crisis financiera ha afectado a su base sociológica”.

Cayetana Álvarez de Toledo. La exportavoz popular en el Congreso Cayetana Álvarez de Toledo, aporta su visión del problema: “Casado fue una esperanza de movilización y reagrupación constitucionalista que ahora languidece en el desestimiento y la fractura. El PP tiene que resolver su doble déficit de proyecto y liderazgo. Y eso no se consigue ni con un traslado de sede, ni con un patriotismo de partido acrítico, ni con fichajes cosméticos”.

Juan Manuel Moreno, presidente andaluz, tras cinco antecesores y 37 años de socialismo, apuesta por renovar la alternativa, pero alerta de que el momento es más complejo: “Ahora existen partidos a la derecha y a la izquierda que antes no existían y además de hacer oposición hay que vigilar el espacio político propio. Y la competencia es buena si es sana y moviliza a los votantes”.

“Al PP le pasa que está podrido y corrompido”, despacha Jorge Verstrynge, exsecretario general de la AP de Fraga y cercano ahora a Podemos, muy crítico por experiencia propia con la financiación de los partidos en esta etapa democrática. “Y que nunca fue centro, porque proviene del franquismo”, agrega. Y vaticina: “Casado podía haber tenido alguna posibilidad porque es joven y parecía que no tenía hipotecas, pero sabía lo que había y en ese sentido tiene más posibilidades de establecerse como referente del centro derecha Abascal, porque no se ha pringado y por tanto es creíble”.

Ahora todos en el PP y Cs miran el crecimiento de Vox con recelo. Vox era en la foto de Colón una fuerza extraparlamentaria y ahora es el tercer grupo del Congreso (52 diputados y 15% de los votos) y está en todas las instituciones menos en el parlamento de Galicia. Dos meses después de aquel retrato, el PP de Casado se precipitó en las elecciones generales de abril de 2019 a su sima electoral (66 escaños). Rivera casi se puso a la par (57 actas), pero tras su bloqueo al Gobierno de coalición con el PSOE y después de la repetición de los comicios, siete meses más tarde, Cs se hundía con 10 escaños y él abandonaba la política para buscarse futuro en la abogacía.

Desde entonces PP y Cs aún buscan su rumbo y su liderazgo. Y Vox no se pone límites. Sus expectativas aparecen tan altas que Abascal se está acostumbrando a comparecer las noches electorales para rebajar la euforia de sus partidarios porque todas las subidas le parecen escasas.

En el PP aún confían en su implantación en toda España, a diferencia de Cs y Vox. “Nuestro proyecto no es fallido porque ya gobernamos en muchas administraciones, hay equipo y hay experiencia. Tenemos que insistir en la línea moderada y centrada, no mirar ni a la derecha ni a la izquierda, con un modelo como en Galicia, cercano a su sociedad y capaz de ganar elecciones. Y olvidarnos de la radicalidad de Vox, que como mucho dará para 66 escaños, y con eso no se gobierna”, defiende uno de los miembros de la dirección actual de Casado.

El barón Feijóo. Cualquier alusión a Galicia en el PP se hace con cautela. Antes y ahora. El presidente Alberto Núñez Feijóo no es un barón más. Es el barón. Casado y él hablan y hasta quedan, como sucedió este viernes en Madrid. Antes de verse, el líder gallego había enviado por delante algunos de sus mensajes ambiguamente críticos. No le gusta que se reniegue del pasado, ni con el cambio de sede ni enmudeciendo ante el caso Bárcenas, y quiere un PP ganador y una derecha unida.

Uno de los veteranos dirigentes territoriales con buena relación con Feijóo le observa, sin embargo, “decepcionado, frustrado, y desconcertado”. Y añade: “Un poco como estamos muchos, desesperados, porque queremos y necesitamos que al partido le vaya bien, pero comprobamos que la dirección nacional se mueve con improvisación, prisas, con cierto infantilismo, como lo de cambiar de sede casi secretamente, con poca reflexión”. Y agrega: “Hay un malestar interno grande, hace falta más masa gris; alrededor de Casado hay personas con más ambición que trayectoria”.

Como ejemplo de la hiperactividad y las urgencias del equipo que “lidera sin rumbo” el actual secretario general de los populares, Teodoro García Egea, desde varias organizaciones territoriales se aporta la obsesión por la renovación: “El partido ya está muy renovado, pero ellos quieren ahora blindarse orgánicamente por si hay que gestionar la miseria tras otro batacazo electoral, y entre marzo, abril y mayo quieren hacer, sin aclararnos hacia dónde vamos, los congresos provinciales para rebajar el poder de los barones autonómicos, que fue la fórmula de Aznar para tener 17 interlocutores potentes”.

La secretaria de Estudios y Programas del PP, Edurne Uriarte, no es tan crítica; rechaza tomar como referente nacional los resultados catalanes y apuesta por fijarse más en Galicia, donde Feijóo revalidó su mayoría absoluta y Vox no entró en el parlamento. “El contexto multipartidista es lo que ha cambiado para la derecha y para la izquierda en estos últimos años”, añade.

El papel de Cuadrado en Cs. Carlos Cuadrado, vicesecretario general de Ciudadanos, es desde hace varias campañas el malo del partido, al que apuntan los críticos en cada debacle por su acumulación de poder como número dos real de Inés Arrimadas. Tras varios días de reflexión, señala dos conclusiones: “El miedo a la ultraderecha de Vox moviliza más a la izquierda que a los nuestros y nosotros no hemos conseguido que se vea que existe y es posible un partido de centro real que le pueda arrancar votos socialdemócratas a la izquierda”.

El comité ejecutivo de Cs del lunes duró cinco horas “tormentosas”, en las que Arrimadas se sometió a un debate interno que algunos de los presentes califican de “dramático”. Hubo intervenciones duras de los dirigentes más mediáticos: Begoña Villacís, Toni Cantó, Javier Imbroda, Juan Marín, Marta Bosquet, Marta Rivera… Se pidió alguna cabeza (la de Cuadrado), “capitalizar más la bunkerizada estructura actual”, implicar en el diseño estratégico a los barones regionales (algo no previsto en los estatutos de una formación escamada de otros ejemplos y que procede de Cataluña) y compartir más información y proyección pública.

Cuadrado promete que muchas de esas mejoras internas en Cs se retomarán porque ya estaban previstas, como la convención anual, paralizada por la pandemia, y lanza dos avisos al sector crítico, que ve minoritario: “Somos un partido centralista y si se quiere otra cosa habría que proponerlo y aprobarlo, no se trata de decir que estamos todos con Inés [Arrimadas] sino que estamos de acuerdo con lo que Inés decide para bien y para mal”.

Ciudadanos no quiere saber nada de Vox y poco del PP ahora. Reivindican tiempo para asentarse y para que se aprecie su utilidad. Tanto Arrimadas como su portavoz adjunto en el Congreso, el abogado del Estado Edmundo Bal, enfatizaron así ante su ejecutiva que solo se ven en Cs. “Yo nunca en la vida estaré en otro partido que no sea este” o “yo no estoy en política para ganar votos sino para salvar vidas”, llegaron a decir, según varios testigos. La propia líder presumió de que la llaman banqueros y grandes empresarios para que no renuncie, según cuentan fuentes presentes en la ejecutiva.

El equipo de Arrimadas no cree en la fusión con el PP por puro pragmatismo: “No nos haría ganar votos hacia la izquierda de los desencantados del PSOE y el PP los perdería entre los electores de derechas que nos odian y que se irían a Vox”. Y en el PP están en otras intenciones.

La receta de Moreno, que gobierna con Cs y el apoyo externo de Vox y será el siguiente dirigente popular en examinarse en las urnas dentro de 22 meses, es otro tipo de integración: “Hay que ofrecer un proyecto ilusionante y creíble para nuestro electorado y para parte del centroizquierda que se siente desencantado con el Gobierno actual e incluso víctima de sus decisiones. Y habrá que estudiar con mucha finura si sumar suma o si sumar resta”.

El consejo de Aguirre. Esperanza Aguirre advierte: “El objetivo de Casado no puede ser tener un escaño más que Pedro Sánchez, tiene que volver al discurso de las ideas y para tener 176 escaños hay que hacer propuestas ilusionantes que incluyan a conservadores, liberales y hasta para los socialdemócratas que se han quedado huérfanos del PSOE”. Zarzalejos, desde Bruselas, insiste: “El esfuerzo de renovación debe ser sostenido en el tiempo y definiendo muy bien ese espacio político frente a la pretensión de sustitución por la derecha alternativa”.

Exasesores de Aznar recuerdan que, cuando llegó al poder en Génova 13, en España había media docena de partidos de derechas regionalistas y provinciales y que “los reagrupó a base de ideología, porque la política es ideología”. Y recomiendan: “Ciudadanos ya ha desaparecido, del votante cabreado de Vox hay que olvidarse y hay que construir una oferta y comunicarla bien; hay dos años y medio por delante y la fusión tiene que ser dar con la tecla de qué quiere y busca la gente de centro liberal. Madrid debería ser el espejo para España”.

Edurne Uriarte argumenta: “El PP es ya una alternativa real de Gobierno. Y lo es según los principios e ideales del liberal conservadurismo y una demostrada eficacia en la gestión de los problemas de los españoles. Hay que trabajar más la batalla de las ideas, un déficit de la derecha en todas las democracias occidentales”.

Casado dejó sentenciado en el Congreso de 2018 en el que ganó a Soraya Sáenz de Santamaría: “El PP vuelve. Tenemos que volver al eje de la sociedad para no permitir que deshagan nuestra labor. Tenemos que volver para recuperar nuestra base electoral y para enarbolar nuestras señas de identidad de siempre”. Luego se declaró heredero de Manuel Fraga, Adolfo Suárez, Antonio Hernández Mancha, José María Aznar y Mariano Rajoy. Este martes matizó ante su ejecutiva que los pésimos resultados en Cataluña eran consecuencia de una tormenta perfecta exterior, ajena a la autocrítica y abogó por “soltar lastre”.

Álvarez de Toledo concluye: “Ya que el PP ha renunciado a recuperar los votantes huidos a Vox, como mínimo deberá galvanizar el centro político. Eso exige, primero, saber lo que es el centro: ni la veleta ni el vacío, sino la vibrante reivindicación del ciudadano frente a cualquier colectivismo. Y, segundo, sustituir la actitud defensiva del constitucionalismo por un programa que revierta la grave decadencia provocada por el proceso separatista y la gestión de la pandemia”.


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