EL PAÍS

El cisma por la reforma judicial en Israel llega al ejército

El cisma social y político que atraviesa Israel por el plan de reforma judicial que promueve el Gobierno de Benjamín Netanyahu ha llegado a la institución más respetada de Israel, el ejército, considerada una suerte de cemento social en un país atravesado por numerosas fracturas internas. Tras dos meses de manifestaciones en las que han participado cientos de miles de israelíes, cientos de reservistas han anunciado en cartas abiertas que cumplirán solo los cometidos mínimos o no participarán en los entrenamientos.

La rebelión afecta a unidades de combate o a la 8200 (que vigila las comunicaciones enemigas), pero se concentra en la Fuerza Aérea. Allí, 37 de los 40 pilotos de cazas F-15i que forman el escuadrón 69 anunciaron la semana pasada en un escrito que se saltarían los vuelos de entrenamiento para dedicar ese tiempo al “diálogo y reflexión por el bien de la democracia y la unidad nacional”. Los siete que les correspondía hacerlo este miércoles acudirán a la base para dialogar con sus mandos, mientras que el ejercicio seguirá en pie con sustitutos.

El 69 es un escuadrón simbólico: fue uno de los que participó en 2007 en el bombardeo de un reactor nuclear en Siria (que Israel reconoció 11 años más tarde) y previsiblemente estaría involucrado en una operación similar en Irán, de efectuarse, ya que es el que opera en objetivos más lejanos y con más frecuencia.

“Hay que pasar un mensaje y esta decisión es una de las formas de pasarlo”, indicó bajo anonimato al diario Yediot Ahronot un piloto, que aseguró que cientos de reservistas están “muy preocupados por la situación”. “Algunos por el tema de la protección legal ante el derecho internacional; otros, por las órdenes y la cadena de mando”, agregó tras asegurar que muchas de las conversaciones con sus compañeros versan sobre dónde fija cada uno la línea roja. La preocupación por el derecho internacional se refiere a la posibilidad de que pilotos militares que efectúan bombardeos puedan acabar siendo juzgados en tribunales internacionales por crímenes de guerra si la aprobación de la reforma implicase que el sistema judicial israelí pasase a ser considerado incapaz de procesarlos por falta de independencia.

“Gran preocupación”

En otro golpe de efecto de la protesta, los últimos diez exjefes de la Fuerza Aérea que siguen con vida —y que han ocupado el puesto desde 1953, cinco años después del nacimiento de Israel, hasta el pasado abril— han publicado una carta abierta a Netanyahu y a su ministro de Defensa, Yoav Gallant, en la que aseguran seguir “con gran preocupación los procesos que están teniendo lugar en el Estado de Israel y en la Fuerza Aérea”.

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“Estamos temblando ante las consecuencias de estos procesos y el peligro grave y concreto que representa para la seguridad nacional”, escriben antes de pedir al primer ministro que detenga la propuesta de reforma judicial, aprobada el mes pasado en primera lectura por el Parlamento. El plan tiene como objetivo debilitar a la Corte Suprema y permitir que el Parlamento tumbe algunas de sus decisiones, así como modificar el sistema de elección de sus jueces a uno en el que el Gobierno podría imponer sus candidatos. Sus promotores, encabezados por el ministro de Justicia, Yariv Levin, defienden la necesidad de dar más poder a las instituciones democráticamente electas frente a un Supremo al que acusan de operar de manera ideológica y excesivamente intervencionista.

El ejército es, de largo, la institución mejor valorada del país, con un 85% de aprobación, según el último índice, del año pasado, del think-tank Instituto Israelí para la Democracia. La siguiente, la Presidencia, está en un 62%. Además de su carácter sacrosanto en un país nacido en guerra y que ha tenido una en casi cada década de su historia, ejerce un papel relativamente unificador entre clases sociales, orígenes familiares y grado de religiosidad, dada su largo carácter obligatorio. El servicio militar es por lo general de 32 meses para los hombres y de 24 para las mujeres. Ultraortodoxos y palestinos con ciudadanía israelí (en total un tercio de la población) están exentos, aunque algunos sirven.

Los rechazos a servir suelen ser castigados socialmente. Son minoritarios y generalmente se centran en el despliegue en los territorios palestinos, para no participar en la ocupación militar. En 2005, algunos soldados se negaron a participar en la retirada de colonos y militares de Gaza. “Esto es completamente diferente”, explica Amijai Cohen, doctor en Derecho por la Universidad de Yale (EE UU) e investigador del centro de análisis Instituto Israelí para la Democracia. “La diferencia está en que es a mucho mayor escala, es organizado y en unidades de élite, llegando a la espina dorsal del ejército: Fuerza Aérea, operaciones especiales e inteligencia”.

No es casualidad que la Fuerza Aérea ejerza de punta de lanza de la protesta. La mitad de los escuadrones de vuelo no están formados por militares profesionales, sino por reservistas que vuelan una vez por semana, hasta que cumplen 50 años, mientras prosiguen su vida laboral en el ámbito civil. La Fuerza Aérea supone un tercio del ejército y tiene una suerte de estatus de élite secular asquenazí (judíos originarios del centro y el este de Europa) que se corresponde con la espina dorsal de la protesta, como algunos miembros del Gobierno han sugerido de forma despectiva.

“No son patriotas, no son la sal de la tierra (una expresión para referirse al ideal de israelí), no son sionistas, no son los mejores de entre nosotros, no son maravillosos, ni el pueblo de Israel […] No me interesa lo que hicieron en el pasado por el Estado, también las trabajadoras de guardería hacen bastante por el país”, ha tuiteado este lunes la ministra de Diplomacia Pública, Galit Distel Atbaryan. El titular de Comunicaciones, Shlomo Karhi, ha señalado que “hay momentos en los que hay que plantarse con firmeza ante la hegemonía y las personas que se perciben como los gobernantes” y empleado una metáfora bíblica —vinculada a la festividad judía de Purim, que se celebra estos días— para mandar “al infierno” a los “insolentes” reservistas rebeldes y subrayar que la reforma “seguirá adelante”.

El ministro de Defensa ha salido en su defensa: “Cualquiera que menosprecie a los soldados del ejército israelí —desde la izquierda o desde la derecha— no tiene cabida en el servicio público. Aprecio y apoyo a los reservistas, independientemente de sus puntos de vista políticos”. Además, pidió dialogar “con rapidez” para alcanzar un acuerdo de compromiso en torno a la reforma.

Menos conciliador se mostró Netanyahu. Este lunes, en un evento con motivo de Purim en el asentamiento judío en Cisjordania de Beit Horon, calificó el rechazo a cumplir órdenes de amenaza “existencial” para Israel. También tuiteó una foto de sus tiempos de reservista en una unidad de combate con la frase: “Cuando nos convocan para la reserva, siempre nos presentamos. Somos una nación”. Es el pensamiento que han manifestado otros 6.000 reservistas, que se definen como pertenecientes a “todos los rangos castrenses, sectores sociales y opiniones políticas”, en una petición pública en la que subrayan su disposición a seguir cumpliendo con el ejército, “pese a la disputa en la sociedad civil, por un sentido de servicio y en reconocimiento a la importancia de defender la patria”.

El presidente israelí, Isaac Herzog, que media desde hace semanas entre Gobierno y oposición, se ha mostrado de nuevo optimista este lunes, al asegurar que la “posibilidad de un marco de acuerdo está más cerca que nunca” gracias a las negociaciones “entre bastidores”. El pasado 20 de febrero dijo que se podría llegar a un entendimiento“en los próximos días”.

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