“Todos los especialistas coinciden en lo obvio: a la salida de esta “guerra”, como varios gobernantes la han llamado, sería deseable y aconsejable que se ponga fin al modelo neoliberal”, escribe Miguel Bonasso.
Por Miguel Bonasso
Las teorías conspirativas sobran: la pandemia que padecemos es una catástrofe anunciada, producto de una codicia sin límites que arrasa con las especies y los ecosistemas. Ya en 1992, en la Cumbre de la Tierra, celebrada por la mayoría de los gobernantes mundiales en Rio de Janeiro, el Comandante Fidel Castro lo profetizó: “Una importante especie biológica está en riesgo de desaparecer por la rápida y progresiva liquidación de sus condiciones naturales de vida: el Hombre”.
Diez años más tarde, en La Habana, Fidel me comentó personalmente que estaba muy preocupado por la posible globalización de la gripe aviar. En el 2006, le vi escribir en la dedicatoria de un libro a una muchacha de su pueblo natal: “con gran esperanza en el futuro de la juventud…si el mundo continúa”.
Hace pocas horas, en cuarentena, un intelectual norteamericano que Fidel admiraba dijo en video-conferencia desde su biblioteca: “Una de las paradojas de esta pandemia es que Cuba esté ayudando a Europa. Alemania no puede ayudar a Grecia pero Cuba puede ayudar a los países europeos”. Segundos antes, Noam Chomsky había recordado las siniestras sanciones que el “mundo desarrollado” le ha impuesto a la pequeña isla por el “crimen” de “haberse independizado” en 1959. Y agregó: “Cuando ves miles de personas que mueren en el Mediterráneo, escapando de una región que ha sido devastada durante siglos, no sabes ya que palabras usar. La crisis de la sociedad occidental es devastadora. Pensar en ella te acerca recuerdos de infancia, de escuchar a Hitler en la radio ‘disparando’ hacia las multitudes estridentes. Te hace preguntarte si esta especie es siquiera viable”.
Tanto Fidel como Chomsky están muy lejos de regodearse con el Armagedón. Fidel consideraba, por si fuera poco, que ser pesimista era reaccionario. Pero la inteligencia y la buena información pesaron inevitablemente en sus respectivos análisis: en los últimos 50 años se han propagado 300 nuevos agentes patógenos.
Esa siniestra perversión que es el desarrollismo capitalista induce a la ilusión óptica de un crecimiento ilimitado, fantasía que conduce fatalmente al uso y abuso ilimitado de los ecosistemas y las especies existentes. Según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) 30.000 especies animales y vegetales se encuentran en inminente peligro de extinción.
A su vez, la prestigiosa científica británica Jane Goodall sostiene que es “el desprecio del Hombre por la Naturaleza lo que ha causado esta pandemia. A medida que destruimos los bosques las diferentes especies de animales que viven en ellos se ven obligadas a desplazarse y las enfermedades pasan de un animal a otro”.
Vandana Shiva, pensadora y activista ecológica hindú, coincide en vincular la emergencia del Covid-19 “con la deforestación, la extinción de especies y el cambio climático”. Y lo explica con un discurso que se emparenta con el antifascismo explícito de Chomsky: “Todas estas emergencias se originan en una visión mundial mecanicista, militarista y antropocéntrica de los humanos como algo separado y superior a los otros seres que podemos poseer, manipular y controlar”. Y, por supuesto, “en un modelo económico basado en la ilusión del crecimiento ilimitado y la codicia ilimitada, que viola sistemáticamente los límites planetarios y la integridad del ecosistema y las especies”. Y más precisamente aún: “Los sistemas alimentarios globalizados e industrializados y la deforestación propagan enfermedades”. La sustitución de la vieja crianza de los animales en granjas por su “fabricación” a escala masiva, con sus espantosas aglomeraciones en las naves industriales, produce pestes que se controlan con un exceso de antibióticos. Este abuso de medicinas fuertes para las distintas especies de la gran industria alimentaria se traslada inevitablemente a quienes se las comen, restándole eficacia a estos medicamentos para conjurar distintas enfermedades y pestes que luego se le pueden presentar al animal humano, como el coronavirus.
Según Shiva: “La riqueza de la biodiversidad en nuestros bosques nativos, nuestras granjas, nuestros alimentos, nuestro biosistema intestinal, hacen que el planeta y sus diversas especies (incluyendo la humana) sean más resistentes a plagas y enfermedades”.
Por su parte, el profesor John. E. Fa, de la Universidad de Manchester, confirma que la destrucción de los bosques y la consiguiente expulsión de las especies que lo habitan, supone una grave alteración del “equilibrio existente entre animales, virus y bacterias”. Como Shiva, alerta contra la espantosa promiscuidad de las granjas industriales, el abuso de antibióticos y el traslado de enfermedades de las especies animales a la especie humana.
“Los cambios en el uso de la tierra son un motor clave de las enfermedades zoonóticas emergentes. Está probado que el VIH, el ébola, el Síndrome Respiratorio de Oriente Medio (MERS según su sigla en inglés), la gripe porcina, la gripe aviar y el Síndrome Respiratorio Agudo, surgen cuando se invaden los sistemas forestales y estas pestes se transfieren de animales a personas”.
“Hay una relación (de la peste) con el cambio climático, la extensión masiva de especies, el uso de venenos insecticidas y herbicidas para matar insectos y plantas y la quema de combustibles que la Tierra fosilizó hace 600 millones de años”.
Coincidiendo con la intelectual hindú Shiva, la UICN propone que el Hombre suspenda esta explotación globalizada y salvaje de la Tierra. Irónicamente recuerdan que la cuarentena hizo aparecer decenas de elefantes y leopardos, jabalíes, ciervos y avestruces en las calles desiertas de algunas ciudades (para recordarnos que la Naturaleza es de todas las especies) y que la Tierra se vio muchísimo más limpia desde la estación espacial. El progreso tecnológico que permitió a quienes tienen un trabajo hacerlo desde su casa, redujo la contaminación. Muy simple: hay menos viajes en auto, menos vuelos de aviones, etc. Este fenómeno puntual y posiblemente transitorio, debería hacernos pensar, con miras a una anhelada etapa posterior a la peste, en un tipo de comportamiento que tienda a reducir la contaminación por propia decisión y no por la inevitable obligación de la cuarentena.
Todos estos especialistas coinciden en lo obvio: a la salida de esta “guerra”, como varios gobernantes la han llamado, sería deseable y aconsejable que se ponga fin al modelo neoliberal, que se acabe de una buena vez con una economía basada en el lucro, se proteja la Tierra, el clima, el hábitat de las distintas especies y los derechos de las mujeres, los pueblos originarios, los campesinos y los trabajadores y trabajadoras industriales. Anticipándose a esta aspiración hacia un mundo más sano y más justo, algunos países han emprendido ya reformas económicas y sociales que apuntan, con mayor o menor profundidad, hacia la consigna de Shiva: “revertir el proceso de globalización”. Irlanda nacionalizó los hospitales privados en la pandemia, Portugal apretó a los bancos, en Argentina se estudia el famoso impuesto al grupo más concentrado de las grandes fortunas y se pide tres años de gracias y reducción de intereses para nuestra monstruosa deuda externa. Mientras tanto, esa Cuba, que sigue asombrando a Chomsky, envió 15 brigadas médicas a distintos países, desarrollados como Italia o pobres como Nicaragua. En total 179 médicos y médicas, 399 enfermeros y enfermeras, 15 técnicos en materia de salud y 593 colaboradores. Un selecto grupo humano que va a jugarse la vida por los otros. Incluyendo México, que los solicitó y Argentina, donde más de un estúpido macartista repudia su asistencia.
Después de otra guerra mundial, la Segunda, Gran Bretaña reemplazó al famoso conservador Winston Churchill, por el laborista Clement Atlee. Y este dirigente socialista, enemigo jurado del fascismo y de Francisco Franco en particular, al que los “tories” calificaron de “despreciable comunista”, nacionalizó el Banco de Inglaterra, las industrias del carbón, el gas, la siderurgia y la electricidad, la aviación civil y los ferrocarriles. También creó el National Health Service (Servicio Nacional de Salud), que ni Margaret Thatcher pudo destruir y que le permitió curarse del coronavirus al ultrareaccionario primer ministro británico actual, Boris Johnson.
No sé qué ocurrirá aquí y ahora, en mi país y en el mundo. Tengo alguna esperanza, pero temo que entre la contundencia del radical Atlee y la retórica, a veces atractiva pero insustancial, de algunos gobernantes gatoparduzcos, quedemos varados en esta última opción. Cuando leo que la Barrick Gold, no sólo no está en cuarentena sino que se apresta a explotar una mina de plata en Salta, me pregunto si alguna vez saldremos del extractivismo y la economía primerizada y explotada por el Club Bilderberg, al que pertenecen los 130 dueños del Planeta.
Me pregunto en qué mundo postcoronavirus están pensando esas damas y caballeros que poseen en varios casos más de cien mil millones de dólares de patrimonio. Posiblemente en uno “racionalizado” con una limpieza etaria, como la que sugiere la frase de Christine Lagarde, la actual dictadora de los bancos centrales y ex titular del FMI, acerca de la indeseable cantidad de ancianos que hay en el mundo, perjudicando las cuentas de los sistemas jubilatorios. O en todos los marginados, hacinados, a los que se les propone la cruel ironía de “quedarse en casa”, hacinados en una choza de latas. Admiro, aterrorizado, la extraordinaria profecía de Adolfo Bioy Casares, cuando anticipó en su “Diario de la guerra del cerdo”, la cacería de viejitos. Y la veo encarnada, todavía en una guerra de baja intensidad, con el úcase del munícipe Rodriguez Larreta, para quien cualquiera que haya cumplido 70 años ha caído en la idiocia profunda y hay que castigarlo duramente si sale de su casa a comprarse un hueso para el puchero.
Sería terrible que el modelo neoliberal subsista, porque coincido con la tesis de un verdadero profeta, el socialdemócrata austríaco Fritz Sternberg, quien en su libro “El Imperialismo” (¡publicado en 1923!) profetizó que el capitalismo no solamente explotaba a la clase trabajadora sino que terminaría por convertirse en un enorme peligro para la subsistencia misma de toda la Humanidad. La lisa y llana extinción del Homo Sapiens, ya anunciada por científicos de la talla de Stephen Hawking.
Buenos Aires, 18 de abril de 2020.
@bonassomiguel