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El cumpleaños más solitario de Isabel II


Isabel II cumple este miércoles 95 años, y el retrato oficial que quedará en el recuerdo de millones de británicos será el de una reina de riguroso luto, con parte de su rostro oculto por una mascarilla negra, que despide en soledad al hombre que le acompañó durante más de siete décadas. El Reino Unido se ha deshecho estos días en elogios hacia su jefa de Estado, y de paso ha reafirmado la estabilidad y permanencia de la Monarquía. El funeral de Felipe de Edimburgo ha diluido la reciente crisis institucional sufrida por la familia real. El cumpleaños de la soberana, cuatro días después, será el recuerdo tácito de que el país debe ir preparándose para hacer frente a una nueva época.

Cuando el artista Lucian Freud terminó su retrato oficial de Isabel II, en 2001, la reacción general fue muy negativa. El óleo apenas medía 24×15 centímetros, y despojaba de todo rastro de dulzura a una soberana que tenía ya entonces 75 años. Pocos entendieron que la belleza de las miniaturas reside en permitir que una primera mirada concentre los detalles y la esencia. Con el tiempo, los críticos comenzaron a entender que el pintor había logrado plasmar, en una economía de pinceladas, la dura disciplina que la reina se había autoimpuesto durante décadas y la solemnidad que había conferido al trono. El historiador del Arte, Simon Abrahams, fue más allá y detectó que Freud había fundido en el lienzo su propio rostro con el de la modelo. Isabel II era el alter ego del artista. El pasado sábado, millones de británicos necesitaron solo una mirada para verse reflejados a sí mismos en una mujer pequeña, aislada en una esquina del coro de la capilla de San Jorge, reducida a una expresión mínima de tristeza y dignidad mientras daba un último adiós a su esposo.

La reina nunca hizo un comentario público sobre el retrato. Este miércoles cumple 95 años, y de nuevo dejará que sean los demás quienes imaginen su estado de ánimo. Se aferrará a sus rutinas, para dejar claro que el Reino Unido sigue bajo una pandemia que no recomienda excesos, y ella misma bajo un periodo de luto que requiere una transición reposada a la normalidad.

“La reina representa un viejo orden en Gran Bretaña, que valora la dignidad, la tradición; que aprecia que los sentimientos no se expresen públicamente y los labios sigan apretados”, explica Alexander Larmand, autor del libro The Crown in Crisis (La Corona en Crisis), que relata el momento más delicado de la Casa de Windsor, cuando Eduardo VIII abdicó por amor. “Nadie más en su familia, de Carlos para abajo, ha vivido bajo ese mismo código, Y quizá cuando ella ya no esté, veremos una revaluación de lo que significa la monarquía en el siglo XXI”.

El duelo nacional concluyó a las nueve de la mañana, hora peninsular española, del pasado domingo. Las banderas ya no ondean a media asta en los edificios públicos. La casa real, sin embargo, decidió mantener hasta este jueves su particular luto. Isabel II vive estos días en el castillo de Windsor rodeada de la “burbuja” mínima decidida cuando el coronavirus comenzó a arrasar la isla: 20 miembros del servicio que atendían hasta ahora las necesidades de la reina y el príncipe consorte. Como ya hizo horas después del funeral de su esposo, volverá a conducir por sí misma el Jaguar verde hasta los jardines de Frogmore House, dentro del parque de Windsor, para pasear con sus dos nuevos cachorros, Fergus y Muick. No habrá salvas de honor, para celebrar el aniversario. Tampoco hay planes este año, como no los hubo el pasado, de llevar a cabo el Trooping The Colour, la ceremonia militar que desde hace más de dos siglos y medio festeja cada junio frente al Palacio de Buckingham el cumpleaños del Monarca.

La “revaluación” que una minoría republicana ha puesto sobre la mesa cada vez que un nuevo aldabonazo hacía temblar a la casa real británica se ha diluido siempre aceleradamente. A la sombra de Isabel II, cuya popularidad no ha dejado de crecer, los siguientes miembros de la familia en la línea de sucesión han tenido tiempo de corregir errores y construir un perfil propio que acabara por transmitir calma y asegurara la continuidad. Carlos de Inglaterra ha consolidado la imagen de primer asesor de su madre y cabeza de familia en funciones, capaz de enderezar con firmeza las últimas crisis domésticas. Su hijo, el príncipe Guillermo, y su esposa Kate Middleton, después de una década de matrimonio, simbolizan el futuro de la institución. “El magnate de la prensa Rupert Murdoch ha dicho en alguna ocasión que la monarquía no sobreviviría hoy a un mal monarca. Obviamente, eso depende de lo malo que sea o de lo que dure su reinado”, defiende el abogado y exmagistrado del Tribunal Supremo del Reino Unido, Jonathan Sumption. “El príncipe Carlos no tiene el toque de seguridad que tiene su madre, y mucha gente no le perdonará nunca el error de casarse con alguien tan popular y a la vez tan destructiva como Diana. Pero es un hombre de buenas intenciones y apoya muchas causas populares. Y el príncipe Guillermo ha dado señales de tener el tacto y la sensibilidad de su abuela y se ha casado con una mujer inteligente y con ideas muy firmes”.

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Los miembros de la familia real se han turnado para visitar a Isabel II. Han sido precisamente las mujeres más cercanas, su hija la princesa Ana, sus nueras Camilla Parker Bowles y Sofía de Wessex, y su nieta política Kate Middleton, quienes han organizado los planes para que la reina no pase demasiado tiempo sola. Habrá videollamadas para que pueda recibir la felicitación de sus bisnietos, y poco más. Se han conjurado para rellenar el “enorme hueco” que ha dejado la muerte de su esposo. Esas fueron las únicas palabras de la monarca, según las transmitió a la opinión pública su hijo Eduardo. Fuentes de la casa real, citadas por todos los medios británicos, aseguran sin embargo que Isabel II sobrelleva con resistencia el duelo, y volverá a sus obligaciones al minuto siguiente de que este concluya. El jueves recibirá de nuevo el maletín de piel roja con los asuntos de Estado que debe despachar, y el próximo 11 de mayo presidirá, junto a su hijo Carlos, la reapertura del periodo de sesiones del Parlamento británico, en el Palacio de Westminster.

Durante los meses de la pandemia, Isabel II se fue acostumbrando a las videoconferencias y los actos públicos virtuales. Nada nuevo para una monarca que hace ya un año, también a través de una pantalla, animó a sus compatriotas a resistir el azote del virus, y les dijo aquello de We´ll meet again (Volveremos a vernos).


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