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El debut como director de Víctor Cerdán: “Muestra un mundo decadente y violento al que no tenemos acceso”

Al ponerme a escribir sobre Perderlo todo, el debut en el cine como director de largometrajes de Víctor Cerdán (Madrid, 1983), voy en un tren de Renfe interregional sin ninguna comodidad que pasa por pueblos profundos de La Mancha con estaciones de tren que han conocido tiempos mejores.

Al pasar, con apenas habitantes o personas esperando para subir, sólo algunos lugareños tomando alguna cerveza al sol, pienso que esas pequeñas casetas con una chapa algo mugrosa donde pone el nombre del pueblo en cuestión podría ser el escenario para las historias marginales de drogas, reyertas y violencia que se relatan en esta película de autor.

Loren y su hija Azahara viven en un mundo rural de animales muertos, cocaína y armas de fuego. Un espacio donde los personajes son víctimas de sus propios instintos y ambiciones. Un mundo en el que algunos sobreviven, pero nadie se salva, ubicado en un pequeño pueblo del interior de Alicante.

Cerdán viene del documental y se nota, reconoce el talento espontáneo de las personas para ponerse delante de una cámara y sencillamente fascinar, hipnotizar. Por eso, los personajes de Perderlo todo no son actores profesionales, sino personas reales complicadas de interpretar. Se nota en esta película, además, su trayectoria: más acostumbrado a recorrer barriadas marginales de Callejeros –en Cuatro– que a trabajar en escuelas de cine tradicionales y actores de profesión. Perderlo todo se estrena en cines este viernes, se puede ver en la plataforma Filmin.

Hay algo en la decadencia de esta película que me fascina. Imagino que conocer de primera mano la Castilla profunda es conocer ese pueblo de Alicante algo marginal que retratas aquí.

Claro, si conoces los pueblos castellanos, seguro que has reconocido muchas cosas que salen en la película porque precisamente se desarrolla en una zona rural.

Si, claro. Es que la realidad rural es mucho más abundante que la urbana, aunque los que vivimos en ciudad no lo creamos.

Sí, incluso a mí las zonas rurales me parecen hasta exóticas. Mira que he viajado bastante por muchas partes, pero cada vez que volvía de grabar la película y veía los planos al día siguiente tenía la sensación de haber estado a miles de kilómetros. Pero, no, no, estaba aquí al lado. Estoy de acuerdo en lo que dices, lo que cuenta la película es una realidad que está muy cerca, pero por diferentes cuestiones la violencia y la marginalidad rural tiene algo de tabú.

Los personajes no son actores profesionales. Entiéndeme con lo de profesionales, es decir, que no se dedican a esto, no tienen un representante ni salen en las revistas de moda. ¿Cómo consigues que gente amateur te responda con esa visceralidad en la cámara?

Se interpretan a ellos mismos, pero en un mundo paralelo. Piensa que si fueran así de verdad, la mayor parte de ellos estaría en la cárcel. (Ríe) Aún así, podrían haber llegado a estar en ese mundo de violencia, drogas y armas si hubieran tomado una decisión como sí ha podido ocurrir a gente que conocen. Al principio pensé en actores que pudieran hacer de estos personajes tan exóticos, profundos e interesantes, interpretar estos perfiles, pero es que sólo la idea de hacerlo al final me pareció hasta frívola. ¿Cómo iba a buscar un actor en Madrid que tuviera la estética que tienen ellos? ¿Sus rasgos? No sé, pensé que la única forma de que quedara realista es buscar gente de allí, de ese pueblo marginal de Alicante que estaba en mi cabeza, que lo pudiera hacer bien. Y así fue.

Armas de fuego y reyertas. La cinta está cargada de violencia incómoda entre diferentes etnias gitanas, éstas siempre se quejan de que se les relacione siempre con delincuencia. ¿Has tenido quejas?

No, de momento. A ver, la película es muy políticamente incorrecta y no te lo voy a negar. Pero si te fijas, no hay ni una sola alusión al mundo gitano de manera explícita. Puede retratar ese mundo, pero podrían ser payos, gitanos o las dos cosas mezcladas. Por ahora nada de quejas, de hecho, la han visto personas gitanas y les ha encantado.

¿Ah sí?

Sí, sí. Una mujer que es familia de los personajes, al terminar de verla me miró con ojos llorosos y me dijo: “Víctor, qué bonita”.

No sé si la palabra es bonita, ¿no?

Es que creo que lo que le pareció bonito fue que los personajes lo dieran todo por otras personas. Creo que esa lealtad, de alguna manera, ha sido vista con ternura. Piensa que ven la película y sienten que son ellos, que son sus amigos o sus familiares. Dicen que les ha encantado la película, a pesar de su dureza. Pero es que las personas de forma individual somos de una forma y nos transformamos en otras cosas cuando estamos en un grupo, cuando intercambiamos ideas comunes con otras personas. Ahí sí que se genera el conflicto.

Escena de ‘Perderlo todo’.

Es tu debut en largometrajes. ¿Tenías miedo a la acogida?

Claro, no te voy a engañar. Ha tenido una acogida muy buena, pero siempre que creas algo tienes dentro algo de duda o reparo, pero sobre todo por parte de ellos, que no son actores de profesión y han sido los que están dando la cara. Estoy contento, el feedback ha sido muy bueno, menos uno de los hijos de Ramón –el padre de familia– que me comentó que había pocos tiros y poca sangre. (Ríe)

Trabajaste mucho tiempo en Callejeros. ¿Esa fascinación por lo decadente viene de ahí? ¿Se quedó poso?

Creo que no de manera consciente, pero sí que la hay. A ver, hay una evolución desde Callejeros, pero lo tintes están ahí. No es lo mismo formarte grabando barriadas con personajes reales, la verdad, que estar en una escuela de cine con actores, etc. Ese aprendizaje de las calles está ahí, así que supongo que a la hora de hacer una película me ha parecido más honesto y coherente con mi recorrido. No lo hago de manera consciente, no lo busco. Tiene tintes de Callejeros, pero también de una serie de documental que hice para TVE que se llamaba Héroes invisibles.

No lo conozco.

Eran reportajes internacionales sobre españoles que estaban en países en desarrollo y que realizaban labores de ayuda y cooperación, y normalmente intentábamos reflejar las dos caras de la moneda. Por ejemplo, hicimos uno en Estados Unidos mientras estaba en auge el presidente Donald Trump y hablamos con una persona que estaba trabajando allí con inmigrantes irregulares, pero también con los seguidores de Trump. Con esto te quiero decir que esa búsqueda y ese olfato para ver y reconocer personajes magnéticos con historias que contar se me da bien.

Por eso, al ver a los personajes de la película me dije: “Esta persona en cámara va a funcionar muy bien, va a actuar muy bien aunque no lo haya hecho nunca”. De hecho, creo que las actuaciones de esta película están a un nivel que puede que actores profesionales se sorprendan. Tienen mucho talento y, además, no usamos una manera de hacer cine tradicional, sabíamos las secuencias, pero ellos podían improvisar y hacer sus propias frases y su forma de hablar. Eso da una sensación muy realista.

Escena de ‘Perderlo todo’.

Lo has hecho todo, menos interpretar. Imagino que hasta dinero has puesto.

Sí, sí, todo. Podemos decir, desde luego, que es una película de autor.

Un debut, como dicen, low cost.

También, sí. Es que a mí lo que me parece más difícil es conseguir dinero, presentar todas las ayudas y hacer todo el proceso burocrático para para sacar una película adelante. Me parece algo horrible. Además, hay mucha competencia, muchos proyectos. Sinceramente, no creo que este proyecto hubiera tenido ninguna ayuda ni subvención simplemente por el tema y el guion. Es muy incorrecta.

Entonces, algo quieres remover. ¿Qué es?

Quiero generar una sensación en el espectador, dejar abierta una ventana a mundos hostiles y viscerales donde normalmente no tenemos acceso.

Y donde quizá no haya finales felices.

No, la verdad, desde luego no acorde con lo que consideramos feliz hoy en día. No hay final feliz, pero sí una lección y un aprendizaje de que podemos tener todo y perderlo todo en muy poco tiempo.

@MaríaVillardón




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