Cuando empezaron a ir juntos a San Mamés, su abuelo le presentaba como el futuro ‘9′ del Athletic Club. Aunque esa ilusión se le esfumó rápidamente a Galder Reguera (Bilbao, 1975). Con ocho o nueve años ya sabía que jamás sería tan bueno como para jugar con los leones. La desilusión dejó una astilla clavada en el corazón más bien sensible de un chaval que fue dejando de lado los balones para agarrarse a los libros. Devoró novelas clásicas, se licenció en Filosofía, empezó a escribir, pero ni en esas olvidó el primer gran amor. Tantas fueron las noches soñándose en el césped de La Catedral que un día terminó por intentar un salto inverosímil de las letras al deporte. Y le salió bien. En 2008, el equipo de su vida le permitió arrancar un proyecto cultural único y cumplir con lo que su aitite, quien ya no estaba allí, siempre hubiera soñado: verle contribuir a la grandeza de los colores rojo y blanco.
El de Reguera es uno de los apellidos destacados en la senda cada vez más fecunda que une fútbol y cultura. En sus ratos libres, y estimulado por la corriente que generaron revistas como Panenka o Líbero y editoriales como Libros del KO o Contra, empezó a construir una obra empapada de un discurso profundo y a la vez sentimental sobre el juego a base de ensayos (Cultura(s) del fútbol, 2008), novelas (La vida en fuera de juego, 2019 y La muerte y el hincha, 2019) o dietarios atravesados por la memoria y la reflexión (Hijos del fútbol, 2017). Algo no tan frecuente en España, donde escasean figuras equivalentes a las de Nick Hornby o Eduardo Galeano, escritores que elevaron y ampliaron el relato en torno al esférico al ponerlo a rodar en el terreno de la ficción.
Profesionalmente, su cargo como Responsable de Proyectos en la Fundación del Athletic Club le permitió abrir el mismo camino a la inversa. Es decir, lograr que un equipo y sus empleados se interesaran e incentivaran las artes o el pensamiento. Un cambio de perspectiva que trajo iniciativas nunca vistas en otros equipos –la última, una muestra de fotografía del exjugador y entrenador Ernesto Valverde, y la próxima la octava edición de un festival de cine– y puede que un nuevo trofeo (sin necesidad de meter goles) a las vitrinas vizcaínas. En noviembre sabrán si se llevan el More than Football Award, un premio a la mejor iniciativa social entre todos los clubes y federaciones europeas.
Al escritor le gusta definir su área, donde comparte espacio con una decena de compañeros, como el “departamento de las sonrisas”. Lo dice por lo emotivo de su trabajo, porque en muchas ocasiones han estado más cerca de las lágrimas y la piel de gallina que del alborozo. Por ejemplo, cuando jugadoras del primer equipo femenino se encontraron en el festival de cine organizado por el club con la protagonista de Freedom Fields, un documental sobre un grupo de mujeres decididas a formar un combinado nacional en Libia. O cuando el central Xabi Etxeita (hoy jugador de la SD Eibar) y el novelista Héctor Abad Faciolince, mundialmente reconocido por El olvido que seremos, adaptada por Fernando Trueba en el cine, se pusieron a hablar de la muerte de sus respectivos padres en una biblioteca. “Hacemos cosas pequeñas, pero muy grandes”, afirma el autor, afectado también por la ausencia de una figura paterna biológica que retrató en Libro de familia, su último título publicado por Seix Barral el año pasado.
“Ustedes perdieron el partido, pero me ganaron a mí”
La implicación de profesionales de élite es quizá lo más llamativo de las actividades culturales de la Fundación; van desde clubes de lectura entre aficionados y futbolistas a la publicación de textos firmados por figuras en activo, como Óscar de Marcos y Ainhoa Tirapu, que ha pasado de mito en la portería a entrenar a guardametas en Lezama, o el reparto de más de 50.000 libros en centros educativos, donde también se colocaron posters de promoción de la lectura con jugadores y jugadoras. En este rasgo, opina Reguera, subyace la voluntad de una institución que quiere asemejarse a una familia y, por lo tanto, pide a sus estrellas implicarse en la mejora de la sociedad, enraizándose con una tierra y una afición.
“En los encuentros no vienen a figurar, están al mismo nivel que el público. Los que vienen, lo hacen por su propia voluntad y muchas veces hay varios candidatos”, cuenta el responsable del proyecto que sido capaz de enterrar tiempos donde imperaban otro fútbol y otras masculinidades. “Al empezar, sabía de un jugador que leía bastante y le invité [a un club de lectura]. Rechazó porque no quería que le encasillaran en la imagen de intelectual”, cuenta el escritor sobre un profesional que dos años después sí terminó aceptado la propuesta.
Para Reguera no es de extrañar que tales experiencias germinaran en un equipo de una profunda naturaleza “existencialista”: “El aficionado aquí es muy filosófico. Siempre nos estamos preguntando quién somos, de dónde venimos y adónde vamos. Sobre el valor de nuestra identidad [solo juegan con futbolistas nacidos, criados o con raíces en el País Vasco y Navarra] en un contexto tan globalizado. Sobre la idea de que solo nos vale ganar de una determinada manera”, reflexiona.
Ser del Athletic es algo distinto y él lo aprendió de primera mano en una de las tantas tardes que acompañó a su abuelo al estadio. “Tendría unos 12 años y en un partido increpé a un rival. Él señaló al suelo y me dijo que aquí no, como haciéndome entender que estábamos en La Catedral y aquello era sagrado”.
Desde que abandonó su condición de hincha enamorado para convertirse en un representante del club, el escritor fue más consciente que nunca de la necesidad de predicar y practicar los valores de un conjunto que se ha ganado a pulso el respeto del planeta fútbol y de algunos ilustrísimos aficionados. “En 2012 invitamos a Eduardo Galeano. Vi la final de la Copa del Rey contra el Barça a su lado. Al día siguiente, después de la derrota, vino a Bilbao a dar una conferencia y me dijo: ‘Ustedes perdieron el partido, pero me ganaron a mí”.
Mucho más que fútbol
La Fundación del Athletic Club, nacida en 2002, promueve en la actualidad una cuarentena de proyectos de los que se benefician, directa e indirectamente, más de 13.000 personas. A las actividades culturales, como el Thinking Football, un festival de cine de referencia con documentales y ficciones, o Letras y Fútbol, con encuentros en los que han participado, entre otros, Eduardo Mendoza, Philli Kerr, Juan Villoro o Belén Gopegui se le suman otras de carácter deportivo, social o medioambiental.
Una de las últimas novedades tuvo lugar la semana pasada, cuando el club vizcaíno presentó un curso de posgrado en colaboración con la Universidad del País Vasco (UPV) para formar a personas en claves de protección a la infancia en el deporte. Asimismo, recientemente la Fundación se acercó a la Fundació Miranda de Barakaldo para conmemorar el 110 aniversario de la institución y dar visibilidad y protagonismo a los ancianos, el sector de la población más lastrado por la pandemia. En centro de atención a personas mayores, se dio la oportunidad de tirar un penalti al mítico portero Iribar a cerca de una treintena de personas mayores de 70 años. Sin olvidar, por último, el reciente retorno de su equipo de LaLiga Genuine.
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