¿Puede un país sufrir permanentemente bombardeos, quedarse sin el 20% de su territorio, sin salida al mar, con dos de sus tres mayores ciudades bloqueadas y pese a ello, seguir existiendo? La tesis del imperialismo ruso, encarnado en su presidente, Vladímir Putin, es que Ucrania es una entelequia como república independiente, un error de la historia provocado por la desintegración de la Unión Soviética. La invasión iniciada el pasado febrero busca retornarla a la esfera de Rusia. Para ello, el Kremlin pretende que antes colapse el Estado ucranio.
Las enormes pérdidas en la actual guerra plantean un dilema sobre cómo puede ser la Ucrania del futuro, según coinciden algunos de los académicos consultados por . “Esta es una guerra en la que se juega la existencia de Ucrania, así de claro”, afirma Andrew Wilson, profesor de Estudios Ucranios del University College de Londres. Tadeusz Iwánski, investigador del Centro de Estudios del Este, en Varsovia, añade que la contienda puede terminar con concesiones ucranias en el este y en el sur, con graves pérdidas económicas y geográficas, pero con el surgimiento de un Estado más acorde con los valores de la Unión Europea. “Los ucranios han cortado el cordón umbilical de siglos con Moscú”, apunta Iwánski, “económica y militarmente, la invasión es un golpe mucho más duro para el Estado ucranio, pero cultural y sociológicamente, fortalece su sentimiento de identidad”.
Ucrania, explica Wilson, siempre ha progresado históricamente cuando sus gobernantes han tenido capacidad de controlar la salida al mar Negro de sus ríos frente a las amenazas que llegaban del Este. Fue así ante las invasiones de los pueblos nómadas de Asia Central y lo es ahora con los misiles rusos. Por eso, apunta Wilson, el devenir de la nación ucrania se juega en la anunciada contraofensiva sobre Jersón, ciudad portuaria entre el mar Negro y el Dniéper, el río que hace de columna vertebral entre el este y el oeste.
Fosa común de civiles muertos en los bombardeos sobre Lisichansk, en la región de Donbás (este de Ucrania), el pasado 9 de junio.ARIS MESSINIS (AFP)
Si en algún lugar ha tenido éxito la operación de conquista rusa es en la franja litoral ucrania. Rusia ha tomado la costa de Jersón en el mar Negro; en el mar de Azov ha conquistado Melitopol, Berdiansk y Mariupol. Esta última quedó arrasada tras meses de asedio ruso. Su producción industrial para Ucrania era relevante, pero no solo se ha perdido esto, sino también la producción agrícola de la provincia de Jersón, o del 40% de la vecina provincia de Zaporiyia que está en manos rusas, lo que ha diezmado el peso exportador de los cereales de Ucrania. Este año, el país espera exportar la mitad de las ventas internacionales de grano de 2021. En Zaporiyia, además, se encuentra en poder de Moscú la mayor central nuclear ucrania, que aportaba el 20% de la electricidad del Estado.
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Odesa, la gran ciudad portuaria del país, tiene el tráfico marítimo bloqueado por la flota enemiga. Crimea, la península ucrania desde la que se controla el mar Negro, fue anexionada por Rusia en 2014. En el levantamiento separatista prorruso de aquel año en Donbás pasaron a la órbita de Putin las ciudades de Lugansk y Donetsk. La expansión rusa en esta región ha progresado, lentamente, hasta someter en estos meses de guerra la provincia de Lugansk por completo y un 60% de Donetsk. Viajar por esta región es ir dejando atrás una mina tras otra y ciudades dormitorio con fundiciones incluso anteriores a la Unión Soviética. El historiador de la Universidad de Harvard Serhii Plokhi relata en su libro Las puertas de Europa los inicios de la industrialización ucrania en el río Donets en 1870, cuando el galés John James Hughes se aventuró a levantar la primera planta metalúrgica de lo que era por entonces el sur del imperio ruso. Todo ello ha quedado inoperante por las bombas o fuera del control ucranio.
Una cosechadora de trigo en la aldea de Muzykivka, controlada por Rusia, en la región de Jersón. ALEXANDER ERMOCHENKO (REUTERS)
Odesa es la tercera ciudad de Ucrania en población (casi un millón de habitantes); la segunda, Járkov, en el noreste del país, vive día y noche bajo los bombardeos rusos. La provincia de la que es capital, anulada económicamente, aportaba el 6% del PIB ucranio. Otro revés para Kiev es que ya no tiene conexiones aéreas y seguirá siendo así mientras Rusia lo desee. “Esta guerra nos está llevando a un cambio fundamental en la interpretación de la comunidad política en los territorios bajo control de Kiev”, comenta Oksana Mishlovska, investigadora del Instituto de Historia de la Universidad de Berna (Suiza). El cambio, explica, se produce como reacción contra Rusia: “Un nuevo mito nacional se está construyendo a partir de la exclusión de la cultura y de la lengua rusa, y de la exclusión de la memoria histórica compartida entre Rusia y Ucrania”.
El presidente ucranio, Volodímir Zelenski, insiste en que el único objetivo es recuperar todo el territorio perdido desde 2014 (Crimea y zonas de Donbás en manos de separatistas prorrusos). Sin embargo, pocos analistas ven que esto sea probable. La presión sobre Zelenski es elevada porque un 84% de la población, según una encuesta de esta semana del Instituto de Estudios Sociológicos de Kiev, no quiere aceptar concesiones territoriales a Rusia. Pero el propio ministro de Exteriores, Dmitro Kuleba, contempló en una reciente entrevista con que la incorporación de Ucrania en la Unión Europea sería posible incluso si parte de su territorio está ocupado por Rusia. Kuleba puso como ejemplo el caso de Chipre —su soberanía está dividida, con una parte de la isla disputada por Turquía— o el conflicto entre España y el Reino Unido por Gibraltar.
El ejemplo de las dos Alemanias
Hanna Shelest, directora de estudios sobre política de defensa de Ukrainian Prism —uno de los centros de relaciones internacionales más importantes de Ucrania—, aporta otro ejemplo, el de la República Federal Alemana, que era miembro de la OTAN mientras la Alemania Oriental era un Estado satélite de la URSS. Tras la desintegración soviética, Alemania se reunificó. “Ucrania continuará viviendo en la narrativa de la integridad territorial previa a 2014, amparada en las resoluciones de las Naciones Unidas”, corrobora Mishlovska.
Shelest, con un discurso próximo al mensaje oficial de Kiev, subraya que Rusia solo ha conquistado un 15% del país —Zelenski elevaba el porcentaje el pasado junio a un 20%—: “Además, Ucrania ha sobrevivido durante siglos con parte de su territorio ocupado por alguien”. Lo cierto es que Ucrania no había sido nunca independiente y reconocida como tal por la comunidad internacional hasta 1991, tras la desintegración de la Unión Soviética.
La investigadora de Prism reitera que la viabilidad del Estado ucranio no depende tanto del territorio bajo control ruso como del tiempo que dure la guerra. Mishlovska está de acuerdo con esta tesis, porque cuanto más dura el conflicto, más cae el PIB y aumenta la dependencia exterior de Ucrania para salir del agujero y reconstruir el país. El Banco Central de Ucrania prevé que el PIB ucranio se hunda un 37,5% en el segundo trimestre del año.
Shelest pone como ejemplo de la voluntad de prevalecer del pueblo ucranio el hecho de que, si bien hay seis millones de personas que residen refugiadas en Europa desde el inicio de la invasión, ya han regresado más de tres millones, según registros de la ONU. Wilson considera que Ucrania tendría ahora suficiente extensión geográfica como para “sobrevivir”, pero concede que es “extremadamente importante la contraofensiva en Jersón, porque la identidad ucrania está muy vinculada al mar Negro”. Este reconocido académico británico ve como otra línea roja para la supervivencia del país evitar que Rusia avance más allá del río Dniéper, y resalta que sería estratégico mantener bajo control de Kiev la parte de Donetsk que no ha caído aún en manos rusas: “A partir de 2014, el Gobierno invirtió mucho dinero para demostrar que hay un Donbás alternativo y con más futuro que el de las falsas repúblicas apoyadas por Moscú. Esto debe continuar”.
El peor escenario para Ucrania, según Wilson, sería sufrir un conflicto bélico perpetuo. Una vez negociado el fin de las hostilidades, afirma, el destino de Ucrania pasa inevitablemente por la UE. “Todo depende de si Ucrania es capaz de proteger su soberanía, incluso con un territorio más pequeño, pero después está condenada a formar parte de la UE”, asegura Iwánski, y alerta de que Occidente tampoco puede fallar a Kiev: “Si se la deja en un limbo [de Estado candidato], la UE estará señalando a Putin que reconoce a Ucrania como parte de la esfera rusa”.
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