En las elecciones presidenciales de 2017, el Partido Socialista francés (PS) se asomó al borde del abismo. Cinco años más tarde, ha caído hasta el fondo y pocos creen ya que logre salir de allí en su forma original. El resultado catastrófico en las elecciones de este domingo de la candidata socialista, Anne Hidalgo, que según las primeras proyecciones obtendría el 1,7% de los votos, confirma el declive progresivo de una formación que hace solo cinco años aún ocupaba el Elíseo con François Hollande y que ahora ni siquiera ha podido superar en sufragios a candidatos menores como el comunista Fabien Roussel o el ruralista Jean Lassalle.
“Sé cuán decepcionados estáis esta noche, y sacaremos juntos todas las consecuencias de manera objetiva”, prometió Hidalgo a las decenas de militantes que acudieron al pequeño restaurante en el sudeste de París elegido por el PS para seguir los resultados electorales —una primera muestra de que no se esperaban grandes resultados—. Una expresión de decepción recorrió la pequeña sala, que enmudeció ante la magnitud de la derrota. Solo salió del estupor cuando Hidalgo apareció, rápidamente, a reconocer unos pésimos resultados que, sin embargo, aseguró que no le harán abandonar. “Nosotros no bajamos jamás los brazos, yo no bajo jamás los brazos”, prometió entre aplausos, eso sí, bastante apocados.
Tampoco en el campo de la derecha tradicional, esa que hasta hace un lustro se alternó en el poder con los socialistas, el ambiente era mucho más animado. La candidata de Los Republicanos (LR), Valérie Pécresse, que llegó a creerse capaz de derrotar a Emmanuel Macron, no logró ninguno de sus objetivos: ni pasar a segunda vuelta ni, tampoco, superar al menos en votos al candidato ultra Éric Zemmour. Está por ver si logra siquiera como mínimo pasar del 5% necesario para que su partido pueda recuperar los gastos de campaña. La aspirante, que proclamó al ser elegida en las primarias internas que “la derecha está de regreso”, deberá ahora evitar una hemorragia de militantes y electores —tanto hacia el macronismo como hacia la derecha más dura, desde donde Zemmour no ha dejado de cortejar a destacados miembros de LR— que aboque a su formación a un proceso de desangrado como el que ya sufre el PS, que según la prensa francesa, firmó la noche del domingo su “acta de defunción”.
“Este resultado es, evidentemente, una decepción personal y colectiva. Asumo toda mi parte de responsabilidad en esta derrota”, dijo Pécresse ante sus militantes.
Los resultados de este domingo confirman una trayectoria preocupante de fracasos para la derecha, que ha gobernado más años que ninguna otra formación en la V República. Tras la derrota de Nicolas Sarkozy, que buscaba su reelección, a manos del socialista François Hollande en 2012, cinco años más tarde el que parecía favorito al Elíseo, el conservador François Fillon, no logró siquiera clasificarse para la segunda vuelta.
Una catástrofe inédita
Una catástrofe inédita hasta entonces, pero que ahora ha empeorado, igual que ha pasado en la casa socialista. Con la agravante de que Los Republicanos tienen que luchar ahora en dos frentes: por un lado, el macronismo, con ese mantra de “ni de izquierda ni de derecha”, podría atraer más aún al ala moderada del partido. Ya lo hizo en 2017, cuando consiguió sumar a sus filas a pesos pesados como Bruno Le Maire, candidato a las primarias conservadoras, pero que ha acabado como ministro de Economía durante todo el primer mandato de Macron y es, a día de hoy, un macronista convencido, al igual que el actual ministro del Interior y antiguo miembro de LR, Gérald Darmanin. Sarkozy, que sigue siendo un referente de los conservadores, ha mantenido un atronador silencio pese a los intentos de Pécresse de obtener su apoyo explícito.
Pero la derecha tradicional también lucha ahora por evitar una hemorragia desde su flanco más conservador. Aunque su derrota también podría delimitar su atractivo, Zemmour no ha dudado en manifestar públicamente su intención de canibalizar el partido de Pécresse para formar lo que llama la nueva derecha francesa. Un llamamiento que podría seducir a pesos pesados del partido como Éric Ciotti, que disputó a Pécresse la candidatura de Los Republicanos y que durante esa campaña interna ya abogó abiertamente por acercarse a los postulados de Zemmour. En la noche electoral, Ciotti se desmarcó de Pécresse y se negó a dar una consigna de voto para la segunda vuelta, mientras la candidata afirmaba que ella votaría por Macron.
Mientras la derecha digiere el golpe temido, pero más duro de lo esperado, la izquierda socialista, a la que los sondeos vaticinaban ya el desastroso resultado, aseguraba que se pondrá rápidamente manos a la obra para reconstruir el partido y la dividida izquierda francesa.
“Estaremos ahí, la izquierda republicana y europea, social y ecologista, la izquierda de lo real, esa que siempre ha permitido el avance social en nuestro país”, aseveró Hidalgo. “La reconstruiremos fuerte, creativa, popular, abierta a los sindicatos, al movimiento social y a la generosidad de todos los que se comprometan”, prometió la candidata fallida entre gritos de “Au boulot! Au boulot!” (¡a trabajar!) de unos militantes y dirigentes que miran ahora a las legislativas como última oportunidad para evitar que toda la casa de la izquierda se hunda y se quede sin voz otros cinco años más.
En el cuaderno de deberes queda también qué hacer con un partido que parece agotado en su forma actual. La “derrota histórica” del domingo significa que “el PS cierra una página de su historia”, declaró el primer secretario del partido, Olivier Faure. Para el alcalde de Nantes y uno de los portavoces de campaña de Hidalgo, Mathieu Klein, no es tabú hablar de una nueva etapa. “Es evidente que hará falta una refundación profunda. Nuestra historia política ha conocido ya varios episodios”, dijo a EL PAÍS. “El ideal socialista sigue bien vivo, pero se necesita una nueva organización política que sepa servir a la sociedad. El PS en su forma actual debe transformarse”.
Sigue toda la información internacional en Facebook y Twitter, o en nuestra newsletter semanal.