La imagen era similar: una familia devastada. En 2001, en un piso de 120 metros en el Barrio de Les Corts en Barcelona, la familia Messi decidió separarse. “A mi hermanita le costó adaptarse a la escuela”, contó, tiempo después, el jugador argentino. Celia, la madre, regresó a Rosario junto al resto de sus hijos (Rodrigo, Matías y Sol) y Jorge permaneció con Lionel, todavía un proyecto de futbolista en La Masia, en la capital catalana. El día a día se llenó de dudas y, sobre todo, de silencios entre padre e hijo, dos tipos austeros en palabras. “Lo más duro de esos años no fueron las medicaciones (las hormonas de crecimiento que el Barcelona le financió al rosarino), sino estar tanto tiempo con la familia separada”, recordó La Pulga, que se encerraba a llorar en su habitación para que su papá no se diera cuenta de que echaba de menos su casa, en el barrio de Las Heras.
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Casi 20 años después, ahora en un casoplón en Castellfedels, la familia Messi, ya con Lionel como el líder del grupo, se quedó muda. Finalizadas sus vacaciones en Miami e Ibiza, el pasado miércoles el rosarino regresó a Barcelona junto a su mujer y sus tres hijos (Thiago, Mateo y Ciro). Su plan era firmar el último contrato de su carrera con el Barça, hasta 2026, al día siguiente. “Te veo el viernes en la Ciudad Deportiva”, le dijo Messi a su amigo el Kun Agüero, uno de los fichajes anzuelo de la dirección deportiva para tentar al 10. Pero el ambiente se empezó a enrarecer nada más aterrizar en el aeropuerto de El Prat. Laporta ya había llamado a su padre y representante para comunicarle que el vínculo acordado en julio pendía de un hilo. El jueves, finalmente, se rompió el pacto entre el Barcelona y el argentino. Y Lionel, todavía en estado de shock, tuvo que comunicarle a sus hijos que dejaba el Camp Nou. Esta vez era definitivo, no como en 2020 cuando intentó marcharse al Manchester City por sus diferencias con el entonces presidente azulgrana, Josep Maria Bartomeu. “Mis hijos lloraban y me decían que no nos fuéramos”, reveló el 10 tiempo después.
“Al final, a ellos les pasa como a cualquier otra familia. Tienen que alejarse de sus amigos, cambiar a los niños de colegio. Problemas que, a veces, no son fáciles de solucionar por mucho dinero con el que cuenten”, aseguran desde el entorno del argentino. Messi canta canciones infantiles en catalán junto a sus hijos y llevaba una vida tranquila y metódica en Castelldefels. “El colegio está cerquita de casa. Cuando empieza el cole y las rutinas, somos muy de manejar los tiempos de los nenes y depender de ellos. La vida nuestra pasa por Castelldefels”, solía explicar. El argentino, de hecho, todavía no tiene decidido cómo ordenará su nueva etapa familiar. Una opción que contempla es hacer como su amigo Neymar —compró una casa en el Tibidabo para que la utilice su hijo y la madre— y que su familia permanezca en la capital catalana.
Messi llegó al Barça con 13 años y se marcha con 34. “Creo que contamos con los dedos de una mano las veces que vimos a Leo hundido”, cuenta un histórico empleado del club. Sufrió una fractura en el peroné en su segundo partido en el infantil B y repitió problemas musculares en sus primeros años en el Camp Nou (se perdió 50 partidos por cinco lesiones entre 2004 y 2007). “Lo único que deseo es estar sano”, le comentó a un amigo en la Navidad de 2007. Meditó dejar el club en 2014, también en 2016 después de sentirse perseguido por Hacienda —en 2017 fue condenado por defraudar 4,1 millones de euros—. Se frustraba en cada eliminación de Champions, pero nunca se enfadó tanto como después de caer por goleada frente al Bayern Múnich en 2020 (2-8). Entonces, fue el día que dijo basta y le pidió a Josep Maria Bartomeu dejar el Camp Nou.
El mejor jugador de la historia del club —el futbolista con más goles (672), partidos (778) y títulos (35)— no ha sido capaz de elegir su destino. No pudo dejar el Barça en 2020, ni tampoco quedarse en 2021.
Y se va de Barcelona como llegó: desgarrado.
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