Superman, a la izquierda, y Eusebio Unzue, en la escena de la despedida del equipo del colombiano.
“Movistar no sabe gestionar dos líderes”, se queja, dolido, Superman, y quizás tenga su razón el ciclista de Boyacá, vista su experiencia. Con dos o tres líderes el Movistar no ha podido ganar el Tour o la Vuelta, pero, al menos, ha conseguido enganchar a la afición, y no solo a los aficionados al ciclismo, al convertir los conflictos que entre ellos inevitablemente estallan en magnífico meollo de su serie televisiva El día menos pensado, que, en su tercera temporada (cuatro capítulos, 160 minutos en total, estrenados el lunes en #Vamos), sin dejar de ser documental sin maquillaje ni pizca de ficción, mínima sobreactuación teatrera, se acerca más que nunca, al reality, y no se quema, antes lo sublima.
El mérito, por supuesto, aparte del guion, es de sus dos grandes protagonistas, los corredores Superman López y Enric Mas, magníficos antagonistas poseídos por los sentimientos que a todos, ciclistas y no ciclistas, mueven, duelen.
“El ciclismo ha tenido muchos años oscuros en los que no se contaba lo que pasaba cuando los ciclistas se bajaban de la bici”, dice Rafael Fernández Alarcón, enlace entre Telefónica, que ideó y produce la serie, y el equipo de ciclismo que dirige Eusebio Unzue. Y su idea de docuverité, que se emitió por Netflix los dos primeros años y seguramente volverá a emitirse en la misma plataforma dentro de unos meses, ha creado género. Netflix intenta hacer algo similar con la fórmula 1 y el golf, y hasta ha llegado a un acuerdo con el Tour de Francia y varios equipos para ampliar su panoplia y aprovechando la necesidad que tienen las gentes del ciclismo de atraer aficionados jóvenes y de hacer más atractiva su imagen ofreciendo contenidos más allá del consabido resumen de las etapas. “Y nuestra idea es sencillamente mostrar lo que son 21 días en la carretera, cómo sufren, cómo viven, cómo ganan y pierden los deportistas… Y contarlo desde dentro, con cámaras y micrófonos por todas partes, y sin que los responsables deportivos del equipo puedan cambiar ni una coma de lo que se cuenta ni de cómo se cuenta”.
Y logrando que el morbo deje paso a las emociones sinceras al relatar el conflicto de celos, miedos, envidias, temores, que estalla en la Vuelta entre Superman y Mas, dos ciclistas con alma de campeón y egoísmo acorde.
Y son elementos tan humanos, tan universales, que con ellos desde Sófocles se trenzan todas las tragedias que conmueven y espantan hacen maldecir a los dioses, como Superman, tan capaz de hazañas en el Gamoniteiru acordes con su apodo que los de carne y hueso solo pueden soñar, hace derrotado, niño desvalido, cuando siente la traición de Mas en la Galicia soleada camino de la meta de la penúltima etapa de la pasada Vuelta. Así crea los personajes la serie, y son más que dos pedazos de carne y músculos dando pedales enganchados a un pinganillo que les dice lo que tienen que hacer.
Chocan dos personajes. Mas es frío, aparentemente ajeno huye del choque, la goza con la táctica de mantener una calma que exaspera siempre a Superman, sentimental, caliente, y le hace estallar. Ataca Adam Yates y le siguen Haig, Roglic, Mas… Superman se queda atrás, pero persigue porque Haig le saca de un podio de la Vuelta en el que ya están asentados Roglic, ganador, y Mas, segundo. Llevan media Vuelta llevándose mal, desconfiados, picados, ante la ceguera, confesada, de sus directores. Alarmado, Superman persigue cargado con la mochila de 20 corredores más que afilan a su rueda sus cuchillos, y tiene a 15s al grupo y a su podio cuando oye por el pinganillo un grito de Mas a su director: “¡Que no tire, coño!”
Gana la sangre que se le sube a la cabeza al colombiano, héroe de Boyacá admirado; pierde la razón. El sentimiento debilita, humaniza. Ciego de rabia, Superman deja de pensar. Fracasan los tibios intentos desde los coches de hacerle entrar en razón. Superman ha concluido, y lo dice después, que el Movistar no quiere que él esté en el podio y que Mas es un egoísta con el que no quiere volver a compartir equipo en su vida. Para ello, solo ve un camino, retirarse in promptu. Se lo anuncia con educación al director Patxi Vila, que intenta convencerle de que ataque en el último puerto y enlace con su podio. Pide Superman a Vila que le diga a cuánto está el grupo de Mas y Haig, y cuando el director navarro le responde que a tres minutos y medio, él responde: “Bueno, yo me quedo por aquí. Fue un placer, señores”. Habla con voz tranquila que no traiciona su estado emocional Superman: “No quisieron que esto se cerrara cuando tocaba, pero ahora, por aquí me quedo”.
Enric Mas, en el autobús del equipo, tras la retirada de Superman.
Se baja de la bicicleta. Los jefes se lo dicen a Mas desde el coche. “Se ha ido por cabreo”, le comunica Eusebio Unzue. Fiel a su táctica y a su personalidad –”escucho lo que me interesa, pero lo borro de la memoria”, confiesa–, a su manera de huir del choque siempre, el mallorquín se hace de nuevas cuando las radios en la meta le asaltan. “Ah, se ha retirado Superman. No sabía. ¿Qué le ha pasado? ¿Se ha caído?”
Un drama perfecto.
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