El diputado Silveira, junto al presidente Bolsonaro, en una foto publicada en su cuenta de Instagram en 2020.

El diputado Silveira, el policía indisciplinado que encarna el pulso entre el bolsonarismo y el Supremo

El diputado Silveira, junto al presidente Bolsonaro, en una foto publicada en su cuenta de Instagram en 2020.
El diputado Silveira, junto al presidente Bolsonaro, en una foto publicada en su cuenta de Instagram en 2020.Reprodução Instagram

Durante más de 24 horas, el diputado bolsonarista Daniel Silveira, de 39 años, fue el protagonista indiscutible de la última hora informativa en Brasil. Acaparó toda la atención de los comentaristas de televisión, de las redes sociales. Unos y otros siguieron cada uno de sus pasos y declaraciones mientras intentaba escabullirse de los agentes de policía que le buscaban a finales de marzo para colocarle una tobillera electrónica por orden de un juez del Tribunal Supremo. Refugiado en la sede del Congreso, en Brasilia, solo depuso su actitud cuando se vio con las cuentas congeladas y una multa diaria de miles de reales. Este antiguo policía militar se sienta la semana que viene en el banquillo, acusado de difundir un vídeo en defensa de actos antidemocráticos como destituir a los jueces de la máxima corte y la orden militar que en la dictadura sirvió para clausurar el Congreso, el llamado Acto Institucional número cinco.

Silveira personifica como nadie el pulso que mantienen el bolsonarismo y el Tribunal Supremo desde que Jair Bolsonaro alcanzó la presidencia. La Corte, que es un actor político más, se ha erigido en la institución más combativa a la hora de frenar las tentaciones autoritarias del presidente y los suyos. Los bolsonaristas, que la acusan de cercenar libertades, han convertido al polémico parlamentario en un mártir de la libertad de expresión.

El juicio llega en un momento en que Bolsonaro empieza a acortar distancias en las encuestas electorales tras muchos meses a enorme distancia del expresidente Luiz Inácio Lula da Silva. Brasil elegirá presidente y renovará el Congreso dentro de seis meses.

Aquel agitado día de finales de marzo en que desacató abiertamente las órdenes del juez, Silveira durmió en su despacho del Congreso, en Brasilia. Horas antes, había tomado la palabra en la sala de plenos para acusar al juez Alexandre de Moraes de estar “atropellando al Legislativo, atropellando lo que dice la Constitución”. Poco importaba si en los escaños le escuchaba algún diputado, el discurso no era para ellos, sino para sus seguidores, a los que les llegó a través de redes sociales perfectamente empaquetado. El juez Moraes escribió aquel día en un auto: “Situación extraña y bizarra en la que el imputado utiliza la Cámara de Diputados para esconderse de la policía y la Justicia, ofendiendo la dignidad misma del Parlamento, al tratarlo como una guarida de prófugos de la justicia”. El diputado tiene prohibido usar las redes desde que fue imputado en febrero pasado. Llegó a estar un tiempo en arresto domiciliario.

La politóloga Camila Rocha explica que Silveira “tiene ese papel de agitador de la militancia bolsonarista más extremista desde la época en que rompió la placa de Marielle [Franco]. Fue aquel episodio el que impulsó su elección”. Bolsonaro aún no había ganado las elecciones y Silveira era todavía un policía militar que intentaba ser elegido para entrar en el Congreso, cuando rompió una placa que homenajeaba en Río a la concejala izquierdista negra y bisexual asesinada meses antes. Se grabó en vídeo, lo difundió y gracias a esas im[agenes dejó de ser uno más entre los miles de candidatos desconocidos. Semanas después, los votantes le llevaron hasta el Congreso en Brasilia. “Sin duda, hay una estrategia detrás” del radicalismo que encarna este diputado novato, añade Rocha. “Esa radicalización tiene una motivación política, es del ala que más presiona para una ruptura institucional”.

Silveira es un tipo indisciplinado. Basta echar un vistazo a su trayectoria. Sesenta veces fue sancionado durante sus seis años como policía militar en Río de Janeiro. Debieron ser faltas de envergadura porque los castigos incluyeron casi un mes de cárcel y casi dos meses arrestado. Sostiene que ese mal expediente es “por ir de frente contra la arbitrariedad, contra las órdenes absurdas de algunos oficiales”.

Musculoso, cuadrado como un armario, a veces parece que los trajes que luce en la Cámara de Diputados van a estallar. Le gusta usar corbata y, en la solapa, un broche de dos pistolas cruzadas.

La politóloga Rocha sostiene que el juicio de Silveira ante el Supremo es importante para el propio presidente y para el movimiento político que lidera. “Ahora, Bolsonaro espera lealtad de los dos jueces del Supremo que él nombró. La idea es que (éstos) pidan un aplazamiento de la vista para evitar la inelegibilidad del diputado Silveira. Si le condenan, será inelegible y eso perjudica al bolsonarismo porque mostraría el poder de fuego del sector del Supremo que encabeza Moraes”.

El bolsonarismo considera a Moraes su bestia negra porque dirige esa investigación por promover actos antidemocráticos y otra sobre noticias falsas que amenaza la estrategia digital que tantas alegrías da al presidente. El propio mandatario es investigado en uno de los casos por su campaña contra las urnas electrónicas. Esta misma semana, YouTube ha retirado un vídeo de hace meses en el que ponía en duda, sin pruebas, el sistema de votación adoptado por Brasil hace 25 años. Uno de los temores más extendidos es que, si pierde las elecciones, se niegue a reconocer el resultado e intente causar una crisis al estilo de Donald Trump. El Tribunal Superior Electoral ha invitado a la Unión Europea, la OEA y el Centro Carter a enviar observadores para los comicios de octubre.


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