En 2020 hubo un “dramático” deterioro de la situación del hambre en el mundo, provocando que hasta una décima parte de la población mundial, unos 811 millones de personas, estuvieran desnutridas, unas cifras que ponen en jaque la promesa de acabar con el hambre para 2030 en el contexto de la pandemia, que sigue “poniendo de manifiesto los puntos débiles de los sistemas alimentarios”.
Así lo concluye el informe publicado por cinco agencias de Naciones Unidas, que analiza la seguridad alimentaria mundial durante el año 2020 y apunta a una “coyuntura crítica” en la que se ven amenazados la vida y los medios de subsistencia de millones de personas de todo el mundo.
La Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), el Programa Mundial de Alimentos (PMA) y la Organización Mundial de la Salud (OMS), no obstante, depositan sus esperanzas en un renovado impulso democrático que revierta esta situación.
En este sentido, 2021 “ofrece una oportunidad única para avanzar en la seguridad alimentaria y la nutrición a través de la transformación de los sistemas alimentarios con la próxima Cumbre de Sistemas Alimentarios de la ONU, la Cumbre de Nutrición para el Crecimiento y la COP26 sobre el cambio climático”, ya que “será necesario un “enorme” esfuerzo para dar un giro y conseguir la meta propuesta para 2030.
Las cinco agencias se mostraron “preocupadas” por el aumento del hambre en términos absolutos y proporcionales en 2020, ya que supera incluso el crecimiento de la población. Frente al 8,4 por ciento de todas las personas que estaban desnutridas en 2019, este porcentaje aumentó hasta el 9,9 por ciento el año pasado.
Más de 2 mil 300 millones de personas, lo que representa el 30 por ciento de la población, no tuvieron acceso a una alimentación adecuada en 2020, un indicador que ha dado “un salto en un año tan grande como los cinco anteriores juntos”, alerta el informe.
El mayor aumento del hambre, en términos geográficos, se produjo en África, donde la prevalencia estimada de la desnutrición -el 21 por ciento de la población- es más del doble que en cualquier otra región y están desnutridas un tercio -282 millones- de todas las personas en el mundo. Por otro lado, más de la mitad de todas las personas desnutridas, 418 millones, viven en Asia, mientras que 60 millones corresponden a América Latina.
Además, del análisis de la situación mundial se desprende que también se agrandó la brecha de género, ya que por cada 10 hombres con inseguridad alimentaria, había 11 mujeres.
En cuanto a la malnutrición, “persistió en todas sus formas”, lamenta el informe, y “los niños pagaron un alto precio”, ya que se estima que más de 149 millones de menores de cinco años tenían retraso en el crecimiento o eran demasiado bajos para su edad, y más de 45 millones estaban demasiado delgados para su estatura. Además, casi 39 millones tenían sobrepeso.
Mientras, 3 mil millones de adultos y niños siguen sin poder seguir una dieta saludable, en gran parte debido a los costes excesivos, y casi un tercio de las mujeres en edad reproductiva padecen anemia.
Aunque la pandemia ha provocado recesiones brutales y ha puesto en peligro el acceso a los alimentos, el hambre ya se extendía antes de la Covid-19 y los avances en materia de malnutrición se retrasaban, una afectación que se materializa con más fuerza en los países afectados por conflictos, fenómenos climáticos extremos o que luchan contra una gran desigualdad. Factores todos ellos que son identificados en el informe como principales impulsores de la inseguridad alimentaria.
Según las tendencias actuales, y a pesar de los avances en algunas áreas, el mundo no está en camino de alcanzar los objetivos de ningún indicador de nutrición para 2030 -contemplado en el Objetivo de Desarrollo Sostenible 2- y se incumplirá por un margen de casi 660 millones de personas. De estos 660 millones, unos 30 millones pueden estar relacionados con los efectos duraderos de la pandemia.
Para enfrentar esta “crítica coyuntura”, las agencias insisten en que “la transformación de los sistemas alimentarios es esencial para lograr la seguridad alimentaria, mejorar la nutrición y poner dietas saludables al alcance de todos”.
El informe presenta “seis caminos de transformación” para contrarrestar el hambre y la desnutrición, en el que insta a los políticos a integrar las políticas humanitarias, de desarrollo y consolidación de paz en zonas de conflicto mediante, por ejemplo, medidas de protección social.
También sugieren aumentar la resiliencia climática en todos los sistemas alimentarios y fortalecer la capacidad de recuperación económica de los más vulnerables con programas que entreguen ayuda en especie o en efectivo, entre otros.
Las cinco agencias plantean a los gobiernos intervenir a lo largo de las cadenas de suministro para reducir el costo de los alimento nutritivos, así como abordar la pobreza y desigualdades estructurales y reforzar los entornos alimentarios y cambiar el comportamiento de los consumidores, como reducir el contenido de azúcar y sal en el suministro de alimentos.
Una última petición que se lanza en el informe es que se garantice un “entorno propicio para los mecanismos e instituciones de gobernanza” para hacer posible la transformación a la vez que insisten en q e “el mundo debe actuar ahora”, ya que de lo contrario, “los impulsores del hambre y la desnutrición se repetirán con creciente intensidad durante los próximos años, mucho después de que haya pasado el impacto de la pandemia”.
(Europa Press)
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