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El efecto Clooney: ‘celebrities’, tequilas, whiskies y vinos


A Kendall Jenner le llevó cuatro años sacar su propio tequila. Y cuando lo anunció, en la primavera de este año, le llovieron todo tipo de críticas. Se comentó desde su aspecto para promocionarlo —parecía que estaba imitando la forma de vestir de las campesinas mexicanas— hasta el nombre que había utilizado, 818, que era el código de área de Calabasas, la ciudad angelina donde vive el clan Kardashian. Las redes aprovecharon la figura de la celebrity para cargar contra ella y acusarla de apropiación cultural. Tuvo que salir a hablar el director del Consejo Regulador del Tequila, Ramón González Figueroa, para aplacar la ira tuitera. “Su marca se vinculó a la agroindustria tequilera en México y respeta la denominación de origen tequila. Consideramos que no es apropiación cultural porque eso pasa cuando imitas un producto de una región y no te vinculas correctamente con la industria que lo produce, es decir, no tienes autorización para ello”, dijo González a EFE.

El caso de Jenner, con un tequila más que aceptable, ganador del premio al mejor reposado en los Tequila World Awards de 2020, es un ejemplo revelador de los muchos problemas a los que se enfrentan los famosos cuando quieren hacer negocios más allá de su entorno. La modelo de 25 años, de todos modos, no era la primera que se lanzaba a la conquista del preciado líquido de agave. En México, al fenómeno de ponerle cara conocida a un tequila se le denomina Efecto Clooney. El actor de Ocean’s Eleven reventaría la banca en 2017 al vender por 1.000 millones de dólares (860 millones de euros) su propia firma, Casamigos, creada cuatro años antes junto a Rande Gerber —exmodelo, empresario de éxito, creador de algunos de los clubes, cafeterías y restaurantes más afamados del planeta y marido de Cindy Crawford—. Aquel tequila, comprado por Diageo y elaborado con la variedad de agave blue weber, fue la punta del iceberg de un movimiento que agitaba los pilares de la industria tequilera. Tras él vendrían Michael Jordan, Dwayne Johnson —que cuenta con su propia destilería en Jalisco— o Elon Musk —con un Tesla Tequila valorado en 250 dólares—, entre otros.

El destilado de origen mexicano es la última muestra de la asociación entre celebridades y bebidas, pero no la única. Basta con echar un vistazo a las portadas de este año de importantes revistas como Wine Spectator, Whisky Magazine o Wine Enthusiast —donde Lebron James ilustró un reportaje sobre sus gustos e intereses enológicos— para darse cuenta de que actores, músicos o deportistas cada día ven más claro vincularse a este tipo de bebidas, casi siempre guiados por algún enólogo, bodega o firma que les enseñe el camino. La cantante de R&B Mary J. Blige comentaba recientemente que Sun Goddess, el vino que ha amadrinado, surgió gracias a la buena mano de Marco Fantinel, un winemaker de la región de Friuli-Venezia. “Su deseo era hacer un super pinot grigio”, apuntaba Fantinel sobre la querencia de Blige por esta uva. “Cuando vino a la cosecha y vio el color del jugo, ella misma propuso que fuera un rosado”. En otros casos es el famoso quien se vincula como director creativo de la marca. Matthew Macconaughey se puso detrás de una cámara para dirigir su primer anuncio de Wild Turkey, uno de los bourbons más renombrados de Kentucky. Con esa misma empresa elaboró su propio whiskey: Longbranch, mano a mano con Eddie Russell, el maestro destilador.

Los hay que también apuestan por la ginebra como el fotógrafo de moda Mert Alas, uno de los últimos en sumarse al negocio de los destilados. El pasado julio, Alas lanzó Seventy one gin, eau de night, una ginebra creada, según explicó entonces el propio Alas en Wallpaper, como si de un perfume se tratase, manipulando cada uno de los ingredientes botánicos —entre los que destaca la orquídea cactus— por separado y uniéndolos con mimo. El envase, bajo esa mirada hacia el minucioso trabajo de los perfumistas, no podía ser una botella al uso y recrea el frasco de una fragancia.

Si la celebrity es lista se dejará aconsejar por los mejores especialistas para dar como resultado un buen producto. Diving Into Hampton Water, el elegante vino de Jon Bon Jovi, lleva la mano en la sombra del viticultor Gerard Bertrand, por ejemplo. Lo mismo ocurre con el premiado Chateau Miraval, una de las joyas provenzales producidas por Brad Pitt y Angelina Jolie bajo la dirección de Marc Perrin, un vigneron con años de experiencia.

Los dos rosados han pasado por uno de los eventos más peculiares de la geografía española, el Famous Wine Festival de Avilés. “El único festival de vinos de famosos del mundo”, según reza su publicidad y que este año celebró su undécima edición. Los bares de la localidad asturiana eligen el vino de un famoso y durante 15 días lo ofrecen en sus espacios, engalanados para la ocasión con fotos, objetos, proyecciones o música del susodicho. “Hemos vendido más de 100.000 copas de vino desde 2010″, indica David Fernández-Prada, su director técnico. “En esta década ha visto cómo los vinos de famosos han pasado por multitud de cumbres y altibajos”. Fue el caso, según recuerda, de los proyectos bodegueros de Joan Manuel Serrat o Antonio Banderas, que tendrían que echar el cierre por su nula rentabilidad. “Aquí te encuentras con vinos de todo tipo. Desde aquellas celebrities que se vinculan haciendo una etiqueta, como el diseñador Custo Dalmau, a aquellos que tienen sus propias bodegas y hacen productos realmente buenos, como José Luis Cuerda o Amaya Arzuaga”, prosigue. Todos los vinos deben de pasar su aprobado. “Solo hemos tenido una mala experiencia, con uno que llevaba la firma de Bob Dylan y tuvimos que pedir a Italia. Aquello no había quien se lo bebiese”, indica. Entre los favoritos de los asistentes están cada año los que produce el cineasta Francis Ford Coppola, que tiene viñedos en el valle californiano de Napa desde hace casi medio siglo. “Otro que ha sido una sorpresa para bien ha sido el de Andrea Bocelli: no sabíamos que su familia contaba con tierras en La Toscana ni que él era un excelente productor”. Este año, el público también arrasó con los de futbolistas como Messi — una colaboración entre la bodega argentina Valentín Bianchi y la Fundación Leo Messi— e Iniesta. “Andrés está muy metido en su elaboración, se nota que le gusta”.


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