EL PAÍS

El electorado tunecino da de nuevo la espalda al presidente con solo un 11% de participación en las parlamentarias


Un hombre votaba este domingo en un colegio electoral de la capital tunecina.MOHAMED MESSARA (EFE)

La segunda vuelta de los comicios parlamentarios en Túnez volvió a dejar este domingo los colegios electorales vacíos, con una abstención de casi el 90%, reflejo del descontento con el régimen autocrático que intenta completar el presidente Kais Said tras el autogolpe que dio en julio de 2021. Los votantes dieron la espalda al mandatario y al Parlamento de nueva configuración y con mucho menos peso que pretende poner en marcha. La votación se celebró solo en las 131 circunscripciones (de un total de 161) que quedaron vacantes por falta de mayoría después de la primera vuelta.

El mandatario buscaba completar un modelo de régimen autocrático tras haber suspendido y disuelto el Parlamento en 2021. Los partidos de la oposición, que han boicoteado los comicios, le han venido reclamando que renuncie al poder para dar una salida a la crisis. La comisión electoral central, la Instancia Superior Independiente para las Elecciones (ISIE), informó de que el índice de participación se había limitado al 11,3%, apenas una décima más que en la primera vuelta, celebrada en diciembre, según datos preliminares.

Se trata de la menor tasa de participación en 11 años de democracia en Túnez, país que contó con una afluencia a las urnas del 40% en las legislativas celebradas en 2019. Al dejar casi vacíos de nuevo los colegios electorales, los ciudadanos han dado a entender que rechazan el régimen político de corte autoritario instaurado por el presidente Said en los últimos dos años.

Los observadores electorales independientes, incluido el grupo local Mourakiboun, cuestionaron las cifras oficiales de participación y acusaron a las autoridades de varios distritos de ocultar datos, informa Reuters. “Esto afecta gravemente a la transparencia de las elecciones y a las cifras facilitadas por las autoridades”, declaró Slim Bouzid, responsable de Mourakiboun.

El mandatario ha defendido que sus acciones son legales y necesarias para salvar a Túnez de años de corrupción y declive económico a manos de una élite política interesada. La nueva Constitución que impulsó fue aprobada en referéndum el año pasado, pero también con una baja participación del 30%.

El agravamiento de la crisis económica, que ha provocado la escasez de algunos alimentos y medicinas y ha llevado al Gobierno a solicitar un rescate internacional, se ha sumado a la desilusión generalizada con la política. “No queremos elecciones. Queremos leche, azúcar y aceite”, dijo Hasna, una mujer que hacía la compra en Ettadamon durante la jornada electoral, citada por Reuters.

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Moody’s, La principal agencia internacional de calificación crediticia, anunció el pasado viernes un nueva recorte a la nota oficial para Túnez, para situarla en los umbrales del impago, según informa Reuters. El retraso en la aprobación del plan de rescate por importe de 1.900 millones de dólares (1.750 millones de euros) que tenía previsto otorgar en diciembre el Fondo Monetario Internacional ha vaciado las arcas públicas. El Banco Europeo de Inversiones tuvo que aprobar entonces un préstamo de 220 millones de euros para Túnez, de los que 150 millones correspondieron a ayuda urgente de seguridad alimentaria.

Con el Parlamento disuelto y clausurado, el bloqueo político ha dificultado la búsqueda de una salida pactada a la crisis desencadenada por el repetido fiasco de las legislativas. El partido islamista Ennahda, que fue la fuerza más votada en las anteriores legislativas, había pedido sin éxito la suspensión de la segunda vuelta de los comicios. También instó a Said a renunciar a su cargo para “permitir una vía de salida” tras el claro rechazo sufrido en las urnas por su modelo de régimen “caótico”.

“El simulacro de elecciones legislativas ha confirmado que el efecto Said, que le permitió dar un autogolpe en julio de 2021, se ha diluido en Túnez. Salvo un milagro, la acumulación de crisis económicas, sociales y políticas llevarán a un choque y a una ruptura con el modelo de gobierno de un solo hombre que (el presidente) intenta imponer”, argumentaba Haizam Amirah Fernández, investigador principal de Mediterráneo y mundo árabe del Real Instituto Elcano, tras la primera vuelta.

Said había llegado a la presidencia en 2019 con los votos de castigo contra el establishment político del país. La población tunecina mostró así su desesperanza y frustración por la falta de mejoras económicas, ocho años después de haber derrocado al autócrata Ben Ali, recordó en su análisis Amirah Fernández.

Varios partidos laicos y el poderoso sindicato UGTT le prestaron entonces su apoyo para que pusiera fin al desgobierno, la corrupción y la crisis económica. Said utilizó ese capital político para concentrar poderes en sus manos, poniendo fin a la joven transición. “La realidad hoy es que la economía va de mal en peor y la desesperación se extiende por el país”, recapituló el experto del Instituto Elcano.

La Unión Europea y Estados Unidos están observando con preocupación el desarrollo de los acontecimientos en Túnez. La miseria ha empujado a miles de personas hacia la puerta de salida de la emigración. Once años después de que un joven se prendiera fuego en un desesperado gesto contra la arbitrariedad de las autoridades en Sidi Buzid (centro del país), los tunecinos se encuentran sumidos de nuevo en la incertidumbre política y económica. La protesta a lo bonzo del vendedor ambulante Mohamed Buazizi prendió las llamas que abrasaron a los dictadores de Túnez, Egipto y Libia, en la frustrada Primavera Árabe.

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