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El escocés de la FAI que trató de matar a Franco

Stuart Christie, en 2004 (a la izquierda), y en la fotografía de la ficha franquista.

A Stuart Christie le fascinaban los anarquistas de acción de los años treinta en España, esos que movilizaban a los afiliados de la CNT y de la FAI en la calle, que ocupaban un espacio en el que se increpaba y combatía al Estado. Para ellos, durante la Segunda República, salir a la calle, más acción y menos palabras, se instituyó como el acto revolucionario por excelencia.

Nacido en Glasgow en 1946, Christie, con 18 años recién cumplidos vino a España por primera vez para matar a Francisco Franco. Había conocido en Londres a algunos anarquistas exiliados y al escuchar algunos testimonios de las torturas, persecución y cárcel que sufrían los oponentes al franquismo se ofreció para hacer algo más por la causa que protestar y tirar panfletos. Le encargaron transportar explosivos hasta Madrid para un atentado contra el dictador mientras asistía a un partido de fútbol en el Santiago Bernabéu. Cuando llegó a la capital, el grupo anarquista español había caído en una redada, incluido su contacto, Fernando Carballo, a quien torturaron delante de él hasta que Christie firmó una confesión de culpabilidad. Fue condenado por un tribunal militar a 20 años de prisión, pero en 1967 consiguió la libertad gracias a un indulto. Todo eso lo contó, con el humor que le caracterizaba, en su libro Franco me hizo terrorista (Temas de Hoy, 2005).

En esos años en la prisión de Carabanchel estudió historia y aprendió español, incluidos todos sus tacos. Poco después de regresar a Londres, fue acusado falsamente de pertenecer al grupo libertario Angry Brigade, y de preparar un atentado contra el Gobierno de Edward Heath, un turbio asunto por el que él fue absuelto, aunque cuatro miembros de ese grupo fueron condenados.

Su vida cambió completamente cuando conoció a Brenda Earl, una maestra con la que compartió durante cinco décadas activismo político y una intensa labor propagandística en Cienfuegos Press, la editorial que fundaron juntos y que convirtieron en una de las principales plataformas de difusión de literatura anarquista en inglés.

Stuart Christie fue un inquebrantable creyente en la fusión entre diferentes formas de resistencia ―desde la obrera, a la estudiantil, pasando por la ecologista― y el lenguaje político anarquista. Siguiendo a Bakunin, pensaba que era posible armonizar el individualismo con el comunitarismo socialista. Los anarquistas tenían que defender mejoras en las condiciones de vida de los trabajadores y transformar al mismo tiempo de forma revolucionaria a la sociedad.

Le gustaban los hombres de acción, pero en realidad a lo que se dedicaron él y Brenda fue a propagar vías de formación ideológica, con una variada oferta de manifestaciones culturales, dispuestos a demostrar la fuerza redentora de la cultura y de las ideas. Eran publicistas librepensadores en un país donde la organización y capacidad de movilización de los anarquistas eran escasas.

Por eso Christie repasó una y otra vez la evolución del anarquismo en España, el país en el que esas ideas habían arraigado de forma extraordinaria en el primer tercio del siglo XX. Esos hechos e ideas, también las suyas, las dejó escritas en ¡Nosotros los anarquistas! Un estudio de la Federación Anarquista Ibérica (FAI) (1927-1937), editado por PUV, el sello editorial de la Universitat de València.

Como buen anarquista, consideraba que el antipoliticismo y la acción directa, la crítica al Estado, eran los rasgos distintivos que los diferenciaban del resto de grupos revolucionarios. Todo eso y el antifascismo, una seña de identidad que le llevó también a una investigación detallada del neofascismo europeo y de forma singular el italiano representado por Stefano Delle Chiaie. La historia de ese black terrorist en los años setenta y ochenta representaba, según él, el legado nazi décadas después de su desaparición.

Conocí a Stuart Christie en el otoño de 1985 en Londres cuando yo era investigador postdoctoral en el Queen Mary College. Nos presentó Paul Preston y a partir de ese momento compartimos, con otros hispanistas como Ronald Fraser, charlas, seminarios, cenas y muchos debates sobre la historia de España, la guerra civil, el franquismo, la monarquía de Juan Carlos y la transición.

Brenda murió hace poco más de un año de cáncer, a la edad de 70 años, y ahora otro cáncer se ha llevado a Stuart, a los 74. Los obituarios lo recuerdan ahora como el hombre que intentó matar a Franco. Fue un anarquista comprometido, con la pluma y la agitación cultural, en tiempos en que los revolucionarios “conscientes” habían pasado a la historia. Un anarquista solidario, que reflexionó sobre las consecuencias del capitalismo industrial, el desarme nuclear y los abusos del poder estatal. Un escocés a quien le hubiera gustado vivir en aquella época dorada del anarquismo español.

Julián Casanova es catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Zaragoza y Visiting Professor en la Central European University de Viena.


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