Menos de una semana después de desatar la mayor crisis del Gobierno mexicano con su renuncia como secretario de Hacienda, Carlos Urzúa vuelve a la carga con nuevas explicaciones sobre los motivos de su salida. En una entrevista para el semanario Proceso, el veterano profesor de economía (64 años) se explaya en sus críticas al talante inflexible de López Obrador, a las injerencias en materia económica del jefe de la Oficina de la Presidencia, a las grandes obras públicas anunciadas en lo que va de mandato, así como a las resistencias del Gobierno para llevar a cabo una reforma fiscal.
Si en su carta de renuncia del pasado martes, Urzúa deslizaba que Alfonso Romo estaba detrás de la “imposición de funcionarios que no tienen conocimiento de la Hacienda Pública” y advertía de “un patente conflicto de interés”, ahora pone nombre y apellidos a las injerencias: “Trató de usar su influencia para apoderarse de las secretarías de Hacienda y Economía. El presidente no lo dejó. Pero sí pudo imponer a Margarita Ríos-Farjat en el SAT (Administración Tributaria) y a Eugenio Nájera en Nafinsa y Bancomext (banca de desarrollo)”. En este último caso, el exsecretario sostiene que llegó incluso a cambiarse la ley del SAT para facilitar su entrada.
Urzúa no denuncia directamente un conflicto de interés con Romo –“no me consta”– pero apunta que “uno quisiera que Alfonso Romo y sus familiares hasta el primer grado no tuvieran actualmente participación alguna en la Casa de Bolsa Vector”, un holding financiero. Las críticas a Romo, un empresario del norte del país que se ha convertido en el hombre fuerte de López Obrador en temas económicos, se concentraron en la parte política, casi personal: “Es un hombre de extrema derecha, que oscila entre el Opus Dei y los Legionarios de Cristo. ¿Cómo un hombre así, que llegó a admirar Pinochet y a Marcial Maciel acabó siendo no solo amigo de López Obrador, sino jefe de la Oficina de Presidencia?”
El académico, que ha acompañado escalonadamente al actual mandatario mexicano desde su época a finales de los noventa al frente del PRD, también tuvo buenas palabras para López Obrador: “A pesar de las diferencias que hoy tengo con él, estoy convencido que es, por mucho, el mejor político vivo que existe hoy en México”. Aunque al mismo tiempo, al recordar uno de los choques con el presidente tras criticar la gestión de la empresa pública de electricidad, reconoce que “para López Obrador, cualquiera que lo critique es un neoliberal”.
Otros de los motivos de fricción adelantados tras su dimisión fueron las diferencias en cuanto a la prioridad de llevar a cabo una reforma fiscal en el país como palanca para enmendar las profundas desigualdades, precisamente uno de los pivotes de la agenda del Gobierno de Morena. La negativa de López Obrador “quizá por no enfrentarse con algunos empresarios, quizá por el coste electoral” según Urzúa, choca además con los equilibrios presupuestarios: “no es sencillo tener un balance presupuestal y al mismo tempo muchos programas sociales”.
Urzúa enfatiza también durante la entrevista sus diferencias con decisiones como la cancelación del aeropuerto de Texcoco o la estrategia para rescatar a la maltrecha petrolera pública, Pemex. El exsecretario mantiene que la mejor vía es profundizar en la inversión en exploración y producción, en vez de apostar por una nueva refinería, como ha hecho finalmente el gobierno. Al igual que con el Tren Maya, Urzúa considera que se trata de proyectos caros y largos de llevar a cabo en el tiempo. En el caso de la refinería de Dos Bocas, el plan oficial pasa por un presupuesto de 8 millones en tres años. Un esquema cuestionado dentro y fuera de la secretaria. “Tu no puedes persistir en una idea cuando hay empresas que saben más que tu y dicen lo contrario. El problema de este gobierno es su voluntarismo”.
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