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El fatalismo de ómicron: la ola que golpea cuando ya se veía el final


Se había conseguido. Esa es la percepción que tenían la mayoría de los españoles y así se comportaban. La vacunación era un éxito y por fin se tocaba con los dedos el final de la pandemia. Ya sonaban de fondo los villancicos y, de pronto, la música se detiene con un frenazo estridente: llega ómicron, una variante más infecciosa, galopando a lomos de la sexta ola. La sociedad está acostumbrada a estos palos, pero en este caso es distinto; la frustración es mayor. Una vez inmunizados, los ciudadanos aspiraban a tener unas fiestas casi normales. Y en anteriores picos de contagios, había una meta clara que animaba a luchar contra el temporal: tumbar la curva, ganar tiempo hasta desarrollar las vacunas, lograr la inmunidad de rebaño. Tras el verano, creímos llegar a buen puerto; ahora ya no sabemos si ese puerto existe. Contagios masivos. Billetes de vuelta a casa que se cancelan. Peregrinaje infructuoso de farmacia en farmacia en busca de test. Vuelta de las mascarillas en exteriores.

“Hay sensación de desesperanza”, señala Carmen Rodríguez-Blázquez, investigadora del Centro Nacional de Epidemiología. Ella trabaja en la encuesta Cosmo-Spain, impulsada por la Organización Mundial de la Salud para conocer la percepción de la pandemia. En octubre, el 80% de los españoles pensaba que ya había pasado lo peor; a principios de diciembre era el 60%. Es el porcentaje más bajo desde mayo, hace siete meses, cuando apenas tenía la pauta completa uno de cada cinco adultos. “Hemos hecho lo que nos han pedido, nos hemos confinado cuando ha hecho falta, nos hemos vacunado. ¿Y ahora qué?”, resume.

“No sabría decirte cuál debe ser esa meta ahora. Nos cuesta visualizar el siguiente paso”

Carmen Rodríguez-Blázquez, investigadora del Centro Nacional de Epidemiología

El domingo pasado, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, se dirigió a la nación con estas palabras: “Hemos andado juntos la parte más dolorosa del camino y juntos vamos a culminar esta travesía”. ¿Pero cuál es ahora el final del camino? “No sabría decir cuál debe ser esa meta ahora”, reconoce Rodríguez-Blázquez; “es más difícil marcar un objetivo a medio plazo que nos dé esperanza. Nos cuesta visualizar el siguiente paso”. Muchos especialistas critican que en la gestión de esta crisis sanitaria no se ha insistido lo suficiente en que la pandemia no acabará con un vistoso punto y final. Probablemente, la covid se haga endémica, en valores más o menos manejables. Y eso, en este momento, provoca frustración.

“Ya nadie se atreve a decir cómo va a ser el fin o si va a haber fin”, afirma el epidemiólogo Manuel Franco. “Nos habíamos creído el milagro español de la vacunación. Ya habíamos triunfado y se había acabado todo esto. Y ahora nos sentimos desamparados”, añade este investigador de la Universidad de Alcalá. “Lo que está claro”, continúa, “es que la nueva normalidad contiene sustos y quizá tenemos que acostumbrarnos a vivir de forma distinta a las décadas anteriores”. Uno cree que ha matado al monstruo final del videojuego y de pronto se da cuenta de que la partida sigue; no está en la primera pantalla y tiene mejores armas —vacunas, tratamientos—, pero le siguen disparando enemigos desconocidos.

“La nueva normalidad contiene sustos y quizá tenemos que acostumbrarnos a vivir de forma distinta”

Manuel Franco, epidemiólogo de la Universidad de Alcalá

El 16% de los españoles asegura haber sufrido un ataque de ansiedad o pánico derivado de la pandemia. Y casi la mitad (46%) asegura que la pandemia les está afectando personalmente mucho o bastante, según las preguntas que realizó el CIS cuando comenzaban a llegar las noticias de la nueva variante del coronavirus. Un par de meses antes, se observaba un desplome del cumplimiento de todas las restricciones, según Cosmo-Spain: “Con las vacunas se había acabado todo”, resume Rodríguez-Blázquez. Ahora de golpe han crecido todas las preocupaciones derivadas de los contagios, como la de infectar a un familiar o que se sature el sistema sanitario.

España quizá sufre más en este escenario porque es un país con una gran aversión al riesgo, que no convive bien con los escenarios abiertos y complejos, desde la perspectiva de la psicología social. “La incertidumbre resulta muy incómoda psicológicamente hablando y en España los datos indican que la toleramos especialmente mal”, asegura la investigadora Alexandra Vázquez, de la UNED. “Nos genera mucha ansiedad y lo que hacemos para gestionarla es elaborar un gran conjunto de normas, tratar de adherirnos a ellas y así sabemos lo que hacer en cada situación”, explica esta psicóloga social. Quizá por eso, a pesar de los tópicos de la picaresca, los españoles han cumplido con ejemplaridad. Y ahora se produce un escenario de “expectativas quebradas”, según Vázquez.

Tanto la encuesta Cosmo-Spain como los barómetros del CIS confirman que los españoles están cómodos con las limitaciones y por lo general demandan más de las que tienen. La mayoría (46%) cree ahora que habría que tomar medidas más exigentes y esta es la opción mayoritaria entre los votantes de todos los partidos de ámbito nacional, también el PP y Vox. Y en este momento, cuando crece la curva, casi todos los gobernantes han propuesto un nuevo menú de exigencias. Incluidas algunas impopulares y sin respaldo científico, como usar mascarilla en exteriores cuando se puede mantener la distancia con otras personas. Una restricción anunciada por la ministra de Sanidad, Carolina Darias, hablando en público sin mascarilla en el interior de una sala.

“Nos tratan como niños porque las políticas que se plantean no dan para más”

César Rendueles, Instituto de Filosofía del CSIC

Toni Trilla, jefe de Epidemiología del Hospital Clínic de Barcelona, ha expresado que no entiende la medida ni siquiera como toque de atención: “Quien diga que es más fácil para la gente porque así se la pone siempre es tratar a los ciudadanos de forma infantil”. Ese aspecto es el que más molesta a César Rendueles, científico del Instituto de Filosofía del CSIC: “Nos tratan como niños porque las políticas que se plantean no dan para más. Las medidas que se podrían comunicar como un diálogo entre adultos con la ciudadanía son complejas, de salud pública, pero son más caras”, critica. Siete presidentes autonómicos reclamaron esas mascarillas en exteriores para toda España, pero no han impuesto ninguna restricción adicional en sus propias regiones.

Los especialistas en psicología social han insistido desde el principio de la crisis en que la coherencia de las medidas es fundamental para conseguir su cumplimiento. Y que las medidas deben estar enfocadas a la protección, no a la restricción; deben ser percibidas como escudos, no como castigos. “Si las normas no son claras y cambian de un día para otro sin motivo”, advierte Vázquez, “es probable que la gente deje de confiar en ellas y en quien las impone”.

Desde la perspectiva de Rendueles, ya pasó el tiempo de tomar medidas de “política de guerra y metáforas bélicas” y es hora de asumir la fase endémica, en la que toca “convivir con el virus en un horizonte temporal mucho más amplio”, con medidas sencillas y universales, reforzando la responsabilidad colectiva de protegerse. “Pero desde el ámbito político no se está cumpliendo ese contrato: la búsqueda de test de antígenos convertida en una lucha darwiniana es el mejor ejemplo de cómo se destruye la confianza social, que es esencial”, denuncia Rendueles. Como describe el epidemiólogo Manuel Franco: “Se disparan los contagios y ya no sé ni qué tengo que hacer, es terrible la falta de claridad, la gente está muy tensa esquivando las balas y tienes un sistema que no te está respondiendo”.

“Esta ola no nos pilla igual que las anteriores; es el problema de los discursos triunfalistas, dábamos por zanjada la pandemia”

Celia Díaz, socióloga de la Universidad Complutense

La socióloga Celia Díaz, de la Universidad Complutense de Madrid, ha estado siguiendo la percepción de las vacunas en la pandemia y teme que esta avalancha de infecciones provoque un “derrotismo” que lleve a no ponerse las dosis de refuerzo. “Es el problema de los discursos triunfalistas, se ha dado un mensaje erróneo. Dábamos por zanjada la pandemia”. Díaz asegura que “esta ola no nos pilla igual que las anteriores” y advierte de la llegada de una “peligrosa desafección”. “Los extremismos se ensalzan, se pierde la confianza en las instituciones y mucha gente se puede ir a sitios peligrosos”, advierte.

Coincide Rendueles: “No es imaginación distópica, sabemos que puede pasar: los españoles fueron los más responsables, asumieron las restricciones sin rechistar… Pero todo eso se deteriora a una velocidad de vértigo en cuanto ven que se rompe el contrato social”. Y avisa: “Ante la cronificación de la crisis estamos en una situación impredecible”. Puede que ómicron sea el último bache, pero nos ha despertado del sueño de la victoria. La nueva normalidad es no saber qué es lo normal. Y la meta se disipa: cuando los dioses castigaron a Sísifo a empujar para siempre una piedra por la ladera, al menos sabía que al final de la colina había una cima.

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