Los gallegos saben competir, podría concluirse, y muy bien. A Ana Peleteiro, de Ribeira (A Coruña) se le tuerce en cierta manera la final de triple salto y, en vez de dejarse caer por la pendiente, como cuando era otra Peleteiro y la emoción siempre la desbordaba, se calma, se centra, se da dos cachetes en la cara, y saca en mitad de una final olímpica, el mejor salto de su vida, un récord de mucho valor (14,87m) y una medalla; y, al mismo tiempo, casi, en la última curva del 800m, las dos vueltas a la pista, el rubio Adrián Ben, de Viveiro (Lugo), y su bigotín, se encuentra con un bosque impenetrable, un muro, delante de él, y de su objetivo de alcanzar la final, lo que quiere conseguir a toda costa. Ningún español lo ha conseguido antes en la distancia.
Él quiere poner fin, de una vez, a ese cierto deshonor para el mediofondo español, esa incongruencia. Es la segunda semifinal de las tres programadas. Pasan dos por puestos en cada serie y los dos mejores tiempos en total. Los que le cierran el paso a toda velocidad, y movidos por los mismos deseos, no son unos cualquieras. Están Rowden, Tual, Arop, Saruni, Bol, Murphy…
Y está él. Encerrado. La solución más sencilla, la que habría elegido el 99% de los atletas, sería abrirse por el exterior y recorrer parte de la curva por la calle dos o tres, le habría conducido al fracaso y al agotamiento, y enfilar la recta final sin esperanzas. La solución que elige él, tan inteligente en carrera como sensato en el gasto, como los coches más modernos, que sacan rendimiento máximo a cada centímetro cúbico de gasolina, maximizando, que se dice, el rendimiento, y fuerte, es la que elegiría la minoría selecta, no los desesperados sino los que saben. Ben, fino como una anguila, se cuela por el centro como atraído por una aspiradora y mientras avanza se abren las aguas a su alrededor y sube por un pasillo, quebrado, pero pasillo, en casi 100 metros frenéticos. Termina cuarto, pero con tan buen tiempo (1m 44,30s) que el miércoles a las 14.05 estará donde ningún otro español ha estado antes, disputando una final olímpica de 800m. Pero en vez de relatar la carrera como un triunfo de su inteligencia, Ben, gallego, prefiere contarla desde el punto de vista de su estupidez. “Me quedé atrás y me quedé encerrado”, dice. “Y luego tuve que sufrir zigzagueando para entrar”.
Repescado, después de haberse caído en la última serie, el favorito es Nijel Amos, el chaval de Botsuana que en la final del 1m 40,91 del doble campeón olímpico David Rudisha en Londres 2012 fue segundo a los 17 años. Pero nada le asusta a Ben, que dice: “No descarto nada. Me llevaré al estadio el traje de ceremonia por si tengo que subir al podio”.
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