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El festival de teatro de Almagro celebra la labor “indómita” de la periodista Rosana Torres

Rosana Torres observa a Almudena Grandes, durante su discurso de agradecimiento a la periodista de EL PAÍS en el homenaje del festival de Almagro.
Rosana Torres observa a Almudena Grandes, durante su discurso de agradecimiento a la periodista de EL PAÍS en el homenaje del festival de Almagro.Pablo Lorente

Uno de los primeros adjetivos para describirla fue “indómita”. Y lo cierto es que una de las muchas razones por las que el Festival de Teatro Clásico de Almagro homenajeó hoy lunes a Rosana Torres, redactora de EL PAÍS, es precisamente su valentía. En el periodismo, y en la vida. Pero se celebró mucho más: sus artículos, su conocimiento, su profesionalidad y su “incansable defensa” del teatro y del propio certamen. El acto también reconoció la labor del periodista y crítico de Abc Julio Bravo y de la Asociación de la prensa de Ciudad Real.

“Estoy perpleja. Yo tengo el síndrome del impostor, desde mucho antes de que se empezara a hablar de ello. A mí me han pagado por hacer lo que ya hacía antes: iba al teatro y por la noche nos íbamos a comentar al espectáculo y bajaron los actores y les preguntábamos. Y de golpe empezaron a pagarme por eso”, afirmó Torres. Y quiso dejar clara una vez más su pasión por las artes escénicas: acto seguido, celebró a directores, técnicos, actores, figurinistas y todos los que hacen el teatro. Y, cómo no, al propio festival de Almagro.

“A Rosana Torres habría que hacerle un homenaje todos los días”, aseguró desde el escenario la escritora Almudena Grandes, encargada de la laudatio de su amiga periodista. La calificó de “figura imprescindible del teatro contemporáneo español” y confesó que, para preparar su discurso, se puso a leer los artículos de Torres. Pero, en lugar de sacar material para sus palabras, acabó ella misma atrapada: “Me enganché tanto que casi no llego a tiempo para escribir este texto”.

Grandes evocó el conocimiento “enciclopédico” de Torres, sus crónicas “llenas de vitalidad” y capaces de provocar en el lector la “repentina necesidad de meterse en un teatro”. Y, a la vez, recordó los infinitos ingresos triunfales de la periodista en cualquier espacio escénico de España: “Me fascina la imagen de Rosana con los labios pintados entrando en un teatro con su silla de ruedas y enviando besos a sus incontables conocidos. La primera vez que volví a verla supe que había derrotado al dragón con la espada del teatro”.

El dragón que asaltó hace años a Torres se llama mielitis transversa. Logró confinarla en una silla de ruedas, pero no pudo con su entusiasmo, como se subrayó en el acto. Para prueba, las propias palabras de la redactora en un momento de su discurso: “No me pongo de pie porque me da pereza”. “Su amor por el teatro es tan puro que ni así se rompió”, recordó Grandes.

La escritora citó también el último artículo de Torres para EL PAÍS, su “emocionada y documentadísima despedida” de la actriz Pilar Bardem. “Ni Rosana ha abandonado nunca el teatro ni el teatro la ha abandonado a ella. Y sus artículos son la prueba de esta alianza”, agregó. Y Bravo reconoció la enorme “generosidad” de su compañera de profesión.

Grandes, además, evocó las muchas veladas en la casa de la redactora y su pareja, Ramón, además de una anécdota muy personal: “Durante muchos años Rosana fue para mis hijas un ser con poderes sobrenaturales”. No era para menos. Una vez, en un día de Reyes, la periodista sacó a todos los niños a los balcones a ver la cabalgata y “les dijo que tenían que estar muy callados para escuchar a Melchor”. Y de golpe, en un momento dado, el rey los llamó a todos por su nombre. Magia, para las hijas de Almudena Grandes. Aunque a más de un periodista la agenda de contactos de Rosana Torres también le parecería algo fuera de lo natural.


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