La tauromaquia corre el riesgo de desaparecer en Francia. La Asamblea Nacional prevé debatir y votar este otoño una propuesta de ley que, en caso de adoptarse, supondrá la abolición de las corridas de toros en la decena de provincias francesas donde todavía se celebran.
Aymeric Caron (Boulogne-sur-mer, 50 años), autor de la propuesta, es un reconocido activista en favor de los derechos de los animales y una de las figuras destacadas entre la nueva hornada de diputados de izquierdas. Caron pertenece al pequeño partido antiespecista Revolución Ecológica para lo Vivo (REV, siglas que en francés suenan igual que la palabra sueño), integrado en La Francia Insumisa (LFI), la formación anticapitalista de Jean-Luc Mélenchon. La propuesta figuraba en el programa electoral de LFI y de Europa Ecología-Los Verdes (EELV), aunque no en el de socialistas y comunistas, los otros componentes de la unión de las izquierdas.
La abolición de la corrida podría representar la primera victoria legislativa de la izquierda, reforzada en el Parlamento tras las elecciones legislativas de junio. Sobre todo, marcaría el fin de una tradición arraigada desde el siglo XIX. El sur de Francia acoge populares ferias taurinas como las de Nîmes y Arlés. En 2019, el último año antes de la pandemia, se vendieron 360.000 entradas para ir a los toros, según datos de la Asociación de Ciudades Taurinas de Francia (UVTF, por sus siglas francesas).
“El debate es muy simple”, resume el diputado Caron en un café junto a la Asamblea Nacional, en París. “Cada diputado deberá responder a una pregunta: ¿considera usted normal que en 2022, en Francia, se autoricen todavía los espectáculos en los que la gente disfruta con la tortura y la muerte pública de un animal, es decir, de un ser sensible?”.
El extorero André Viard, hoy coordinador de la UVTF, declara: “Lo peor que le puede pasar a una cultura es convertirse en tema de conflicto entre distintos bandos políticos, sobre todo cuando es una cultura popular”. “Ahora, por primera vez, hay un ataque político dirigido por la extrema izquierda”, sostiene.
La propuesta de Caron modificaría el artículo 521‑1 del Código Penal, que prohíbe los actos de crueldad contra los animales, pero contempla una excepción para las corridas de toros, siempre y cuando “se pueda invocar una tradición local ininterrumpida”. Esta excepción es la que desaparecería si prospera la iniciativa, que suscriben decenas de diputados de LFI y EELV.
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Caron quiere aprovechar para adoptarla el llamado “nicho parlamentario”, un día al año del que cada grupo de oposición dispone para presentar sus propias propuestas de ley. Ese día, para LFI, es el próximo 24 de noviembre.
El resultado está abierto. Si se adopta, deberá ir al Senado, dominado por la derecha, antes de regresar a la Asamblea. El Consejo Constitucional deberá pronunciarse. Hay un precedente. En 2012, y en respuesta a un recurso de asociaciones antitaurinas, el Constitucional reafirmó la legalidad de los toros en las zonas con tradición.
Viard no descarta una victoria legislativa de los antitaurinos. Caron confía en recoger votos en todos los grupos, incluso del primero en diputados, Renaissance, el del presidente Emmanuel Macron. Su presidenta, Aurore Bergé, firmó en el verano de 2021 una tribuna en la que pedían la abolición de las corridas de toros. “La corrida”, decían Bergé y los otros firmantes, “es una práctica bárbara y no es digna del país civilizado en el que hemos sido elegidos”.
Caron esgrime que una inmensa mayoría de franceses, en torno al 80%, quiere acabar con el espectáculo taurino. “No puedo creerme que en la Asamblea haya un desajuste tan grande entre la opinión de los franceses y la de los diputados y que los anticorridas no sean mayoritarios”, dice. “Es un examen democrático.”
Hay, en este debate, un forcejeo entre, de un lado, los protaurinos, que insisten en el argumento tradicionalmente asociado a la izquierda de la diversidad cultural y el respeto a las minorías. Y, del otro, los antitaurinos, que, para combatir la crueldad con los animales, promueven la idea jacobina de una misma ley para todo el territorio.
Viard opina: “Si los diputados aceptan que se pueda ir contra una minoría cultural y privarla de sus derechos, puesto que de eso se trata, todas las minorías culturales, y pienso en las minorías religiosas, se sentirían inmediatamente en peligro”.
El argumento de Viard es que la abolición de los toros es “una propuesta ideológica peligrosa, porque no es más que el primer paso de un proyecto mucho más vasto para acabar con las cacerías, los animales de compañía en la ciudad, con la alimentación con carne”. Para él, los parlamentarios que sientan la tentación de abolir los toros se estarán embarcando en un proyecto “revolucionario, en el mal sentido de la palabra”.
Caron lo niega. Y explica que, aunque su proyecto político con REV va más allá del no a los toros, como diputado se ciñe al programa electoral de LFI. Y este programa incluye la prohibición de las corridas, pero no otras medidas antiespecistas. “Yo quiero que un día no haya más sufrimiento animal, lo que supone el fin de actividades como las cacerías y la ganadería”, dice. “Pero no hay una relación de causa-efecto entre el fin de la corrida y el fin de la carne”. El mensaje: se puede votar contra las corridas de toros y seguir comiendo bistec.
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