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El futuro de Javi Gracia: ni despido ni dimisión, cuestión de dinero


Con los dientes castañeteando de miedo, el Valencia se abrigó con un punto insuficiente que no lo aleja apenas del barrizal del descenso, empatado con el Elche. Un nuevo reventón en Mestalla, esta vez ante el Cádiz, deja al once del murciélago con los dientes rechinando y lleno de barro. Hace 38 años que el Valencia no está tan hundido en la clasificación. El Cádiz, que sabe moverse en ese terreno tan resbaladizo, superó sin apenas saltar obstáculos la prueba de Mestalla y se alimentó con un punto.

El Cádiz, tan justito de efectivos como largo en entusiasmo, jugó fácil para arañar algún punto ante un rival en los huesos. Balones largos buscando que los bajara del cielo Negredo, con el madrileño y el Choco Lozano cayendo a la izquierda tratando de imponer su físico ante Gayà y Guillamón. En los duelos aéreos, el larguirucho Diakhaby apenas apareció porque el Cádiz provocaba que Negredo y el Choco atropellaran sólo a Guillamón. La fórmula de Álvaro era sencilla. El meta Ledesma golpeaba en largo cualquier salida de balón bombardeando el flanco izquierdo de los locales. En el otro perfil, Correia, de nuevo titular tras su fiasco en la Copa, abría la puerta a las contras amarillas con sus despistes habituales producto de sus evidentes lagunas tácticas.

El Valencia se encontró con la pelota y con la misión de llevar la iniciativa. Su porcentaje de posesión de balón fue el más alto de toda la temporada, con un techo del 73%. Sin embargo, en ataque posicional la tropa de Gracia se bloqueó ante la muralla amarilla con apenas movilidad en sus jugadores ofensivos. Yunus, sin espacios, se desvaneció y Correia, un potro desbocado, no se atrevía a proyectarse y, cuando lo hacía, elegía mal. Solo el capitán Gayà, muy alto todo el duelo, encendía una y otra vez su propulsión para abrir una vía de agua en ese costado.

El Valencia acumulaba muchos futbolistas frente al muro de ladrillos amarillos pero los roles no estaban definidos y la anarquía presidía las acciones ofensivas, pese a la entrada de Kang In en el primer acto en sustitución del lesionado Gameiro. El Cádiz tenía las ideas más claras y el plan de partido más definido.

Una falta de atención, y de tensión, de Correia facilitó que un ataque aislado del Cádiz, conducido por el lateral Espino, facilitase el gol del Choco Lozano, ex del Mestalla en sus inicios como jugador en España. Correia se comió el amago de Espino y el centro del lateral, que tocó Izo, le cayó al Choco, que remató de chilena y embocó un gol muy plástico con Gayà pegado a su espalda. Cuatro partidos sin marcar llevaba el Cádiz hasta que llegó a Mestalla. Tras el gol, el Choco, un gigante en el área del Valencia, remató al palo antes de ser sustituido.

El Valencia, desesperado, se desordenó en el tramo final y en el correcalles que generó su juego, Gayà cazó un balón en la izquierda y centró preciso para que Maxi, en un error encadenado de la zaga andaluza, empatara de cabeza en el segundo palo. El Cádiz no interpretó bien sus contragolpes en superioridad y se marchó con un punto.


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