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“El género no se elige, ni la edad, como si fueras al supermercado”



José Errasti y Marino Pérez, autores del libro ‘ Nadie nace en un cuerpo equivocado’PACO PAREDES

He aquí un par de profesores de Oviedo, —“dos psicólogos de izquierdas”, dicen—, que han revolucionado el debate sobre la cuestión trans con un libro frontalmente crítico con la autodeterminación de género y una ideología queer que ha construido lo que llaman una nueva ortodoxia retrógrada. Nadie nace en el cuerpo equivocado (Deusto) defiende que el sentimiento no puede ser el criterio para una decisión de largo recorrido como el cambio de sexo. José Errasti y Marino Pérez (Asturias, 1964 y 1952) se han metido en un buen jardín.

Pregunta. ¿Es posible la autodeterminación de género?

Errasti. La idea de entrada es sospechosa de retórica metafísica. El género tiene que ver con estereotipos sexuales, con una construcción social que respiramos desde que nacemos y no se autogenera, no se autocrea. Por eso es una idea retórica y demagógica, un eslogan que suena bien, pero que no es defendible en el ámbito académico.

P. ¿La identidad de género existe?

Pérez. Existe, cada persona tiene su autoconcepción, su identidad de género, pero esto no significa que se haya creado de la nada o libremente, sino que tiene muchas influencias biológicas y sociales que nos influyen antes de hablar, de tener conciencia y de poder decidir. Por eso la autodeterminación de la identidad es un espejismo, como si se eligiera en un supermercado. Tampoco podemos autodeterminar nuestra edad, por ejemplo, como intentó un ciudadano holandés que pretendió quitarse 20 años porque se sentía joven y lo rechazó un tribunal.

P. ¿Alguien puede aclararme qué es género y qué es sexo?

Errasti. Ahí está la clave. El sexo tiene que ver con la función reproductora de la especie humana, muy parecida a casi todas las demás especies animales. La reproducción en los humanos es binaria, hay personas que producen espermatozoides y otras, óvulos. Luego, socialmente, los dos sexos se han revestido de un constructo político, cultural y simbólico que dice cómo comportarse mucho más allá de la reproducción. Y eso es el estereotipo sexual, ahora llamado género. Y mientras que todos somos binarios en el sexo, nadie lo es en el género, porque nadie se ajusta al 100% al estereotipo sexual. Yo no soy Chuck Norris o Schwarzenegger. Mientras que el sexo es binario, el género no lo es. De hecho, todos somos transgénero, no hay nadie que no lo sea, nadie que mimetice el género al 100% y se exprese exactamente como lo indicarían los estereotipos sexuales. Entre los dos extremos todos estamos en medio. En el sexo, sin embargo, no caben intermedios. No cabe medio fecundar, medio gestar.

Pérez. El problema es tomar el sentimiento como criterio, como una evidencia que la sociedad deba asumir. Los sentimientos pueden ser pasajeros, estar influenciados y no el fundamento de algo tan importante como la identidad de género. No deberían ser la base de decisiones de largo corrido.

P. Critican los cursos que reciben los niños sobre el tema. ¿Son nocivos?

Errasti. Son contraproducentes, como lo sería un curso de terraplanismo a los niños o algo por el estilo. Se les está diciendo que el sexo lo puede autodeterminar la persona, que depende de cómo se sienta. Si habláramos del sentimiento de ser blanco, o de ser negro o de autodeterminación de la etnia nos horrorizaría. Y esto se les está contando a niños cándidos de cinco o seis años.

P. ¿Creen en lo no binario?

Errasti. Sí, sí. El género no es binario, es continuo. Todos estamos en medio, todos somos no binarios, todos somos transgénero.

Pérez. Lo que no es no binario es el sexo.

Errasti. Se habla de ser no binario con una aureola de sofisticación, cuando lo somos todos. No conozco a nadie que no sea no binario, en el género, en el estereotipo. No conozco a ninguna Barbie ni a Ken. Dicen: “Soy un fluido”. ¡Claro, como todo el mundo! Como yo y como el vecino y el 100% de las personas. Y decirle a la gente que no es especial y diferente irrita mucho.

P. ¿Ven arrepentimientos en los cambios de sexo?

Pérez. Se están viendo ya muchos casos de personas, generalmente chicas, que han hecho diversas fases de transición y a los 18 o 20 ven que no se han resuelto los problemas por los que la hicieron. Se arrepienten y quieren ser destransicionistas, retornar los pasos dados, pero muchos de ellos son farmacológicos o quirúrgicos con consecuencias irreversibles.

P. Dedican el libro a sus alumnos “con la esperanza de que encuentren un espacio inseguro para sus ideas”. ¿Cómo les ven?

Errasti. El nuevo discurso se presenta como vanguardista y tiene un componente narcisista subjetivo e irracional muy propio de la sociedad en la que estamos. Los veinteañeros han nacido ya sumergidos en publicidad, alguien les está intentando vender algo las 24 horas al día. Y la publicidad se basa en la alabanza del consumidor, de su narcisismo, y en la proclamación de que sus deseos son derechos y que tienen derecho a que el mundo se adapte a sus deseos. El “yo” es el criterio de todas las cosas y el resto del mundo debe adaptarse. Por eso en los chavales jóvenes ha calado más este error conceptual respecto al sexo, este error identitario. Al final, es el movimiento más retrógrado y el que más atenta contra el feminismo de las últimas décadas. Bajo las banderas de la gran vanguardia se está ocultando el sexismo más rancio de toda la vida.

P. ¿Les escuchan?

Errasti. Hay de todo. Pero una tarde cualquiera en cualquier plaza hay millones de chicas comiendo pipas hablando de qué son: agénero, fluida, si fulana ha transicionado, si yo siento que no encajo… La adolescencia es una etapa muy narcisista y el abanico que se les abre de posibilidades, de pronombres y palabras nuevas es muy atractivo.

P. ¿Es más transgresor ser queer o ser crítico con lo queer?

Pérez. La ideología queer ha pasado de ser transgresora a construir una nueva ortodoxia, y no abrazarla lleva asociada la acusación de transfóbico, un castigo muy temible. Y lo verdaderamente transgresor es ser crítico con la teoría queer. Nosotros lo hemos hecho y nos encontramos con la sorpresa de que la transgresión está siendo bien recibida. Muchos piensan que es progresista y liberadora y en realidad es retrógrada y opresora.

P. ¿También predarwiniana, como han dicho?

Errasti. Sí, porque parece que el sexo no tuviera que ver con la reproducción, que es una característica biológica caprichosa. Para ellos los ojos sirven para ver, el estómago para hacer la digestión, los pulmones para respirar, y el sexo, unos atributos caprichosos que nos ha concedido la naturaleza y que están desvinculados de cualquier función. En ese sentido es predarwiniano.

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