El futuro de la empresa siderúrgica Tata Steel en Países Bajos —parte de Tata Steel Europe, subsidiaria de la multinacional india del mismo nombre— está en entredicho desde que un informe científico concluyó que la cantidad de sustancias cancerígenas halladas en el polvo de los alrededores de la fábrica supera a la de otros lugares más alejados.
El trabajo, presentado ayer, constata elevadas concentraciones de hierro, vanadio, manganeso y cromo, y también hay plomo. Situada en Ijmuiden, en la costa del Mar del Norte, la firma emitió además en 2020 cerca del 4% del total de CO2 del país, según los datos del Ministerio de Economía y Medio Ambiente.
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Tata Steel es uno de los grandes patronos holandeses. De su actividad dependen cerca de 44.000 empleos directos e indirectos, según los sindicatos. La próxima semana, el Parlamento debatirá qué hacer con un complejo industrial del tamaño de 1.500 campos de fútbol, que puede necesitar una ayuda estatal multimillonaria para producir acero de forma sostenible.
Tata Steel Europa incluye a la compañía que opera en Reino Unido, pero el informe se refiere solo a Ijmuiden y sus alrededores, y ha sido elaborado por el Instituto para la Salud y el Entorno (RIVM, en sus siglas neerlandesas). Sus expertos han comparado muestras de polvo recogidas en el entorno del complejo con otras tomadas en lugares alejados de sus instalaciones: analizaron 29 puntos en el exterior y otros 12 dentro de los hogares. El resultado es que la cantidad de plomo hallada supera los límites considerados seguros para la salud, y lo mismo ocurre con los hidrocarburos aromáticos policíclicos (PAH, en sus siglas en inglés) un compuesto orgánico que se encuentra en la producción de acero, hierro y aluminio. Los niveles de otras sustancias potencialmente cancerígenas son superiores en la calle que en el interior de las casas, aunque “la exposición al plomo, por ejemplo, es nociva para los niños a largo plazo, ya que puede generar problemas neurológicos”, señala el trabajo. Los vecinos —que trabajan para la firma, algunas familias durante generaciones— llevan años quejándose de la capa oscura de polvo que aparece sobre sus calles, jardines, coches y ventanales.
Tata Steel tiene en Países Bajos alrededor de 9.000 empleados y produce más de siete millones de toneladas anuales de acero usado en la industria del automóvil y embalajes, así como en la construcción, según datos de la firma. Además, según FNV, el mayor sindicato del país, hay unas 3.000 empresas que dependen del acero de la compañía, y ello suma alrededor de otros 35.000 empleos, de modo que un posible cierre se notaría también fuera de la región donde se asienta. Hans van den Berg, el director ejecutivo de la compañía, ha declarado al programa televisivo holandés Nieuwsuur, que trasladarla a otro lugar no es la solución. “Usamos acero para lavarnos, comer o bien conducir; nuestra sociedad está basada en el acero y creemos que debe producirse también en Países Bajos”, dijo.
La firma ha desembolsado ya 300 millones de euros en medidas ambientales. “Somos el principal emisor de CO2 del país, y las inversiones que necesitamos son de tal calibre que tendremos que hablar con el Gobierno”, admitió Van den Berg ante las cámaras. Para 2030, esperan emitir un 40% menos de CO₂, llegando a una producción de acero sin emisiones en 2050. En enero de 2021, la compañía sueca de acero SSAB se retiró de las conversaciones sobre una posible compra del complejo en Ijmuiden debido al coste de las inversiones necesarias. “Las actividades de Tata Steel en Países Bajos no encajan en nuestra estrategia sostenible”, declaró Martin Lindqvist, su director.
La calidad de aire no formó parte del estudio llevado a cabo por el RIVM, pero un análisis anterior de este mismo instituto la consideró “entre moderada e insuficiente”, constatando la incidencia de irritación ocular, tos y dificultades respiratorias entre los habitantes. En 2020, el Centro Integral holandés para el Cáncer señaló que hay hasta un 51% más de cáncer de pulmón en algunas localidades del área de Ijmuiden que el promedio nacional. Janneke Elberse, una de las investigadoras del RIVM, concluyó: “Hemos mostrado la suma de unos datos poco deseables, pero la conclusión que se derive de ello compete a los políticos”.
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