La Dirección General de Protección de la Infancia del Gobierno canario ha devuelto a sus hijos a cinco mujeres que llegaron en patera a Fuerteventura en las últimas semanas, tras recibir de la Policía y la Fiscalía las pruebas de ADN que acreditan su parentesco, según ha confirmado a Efe la Consejería de Derechos Sociales.
La medida de la Fiscalía fue criticada por el Gobierno de Canarias, que consideraba que la separación vulneraba los derechos de los niños, e incluso ha provocado que se abra una investigación del Defensor del Pueblo, que en su informe del año pasado suscribió que se considere a estos niños “menores en riesgo” hasta que se acredite su filiación, pero aplicando otro tipo de cautelas.
Poco antes de las 18.00, el centro de menores de Puerto del Rosario empezó a recibir las primeras sonrisas y abrazos, era el anticipo de una tarde “feliz” y llena de emoción para cinco mujeres que, en las últimas semanas, han arrastrado la pesadilla de ver cómo se les apartaba de sus pequeños, nada más llegar en patera a Fuerteventura, a la espera de lo que dijera un laboratorio.
“Por fin voy a comer y dormir toda la noche”, cuenta Mariame Diomandé minutos después de reencontrarse con su hija Saly, de dos años, a la que habían separado poco después de que su patera llegara a la isla el pasado mes de agosto. Mariame y Saly escriben este jueves un nuevo capítulo de su historia en España, después de que hace un año y siete meses las dos salieran de Abiyán, la capital de Costa de Marfil, rumbo a Europa.
La joven dejó atrás a sus dos hijos mayores, de seis y diez años, y comenzó la ruta migratoria en busca de oportunidades para la pequeña y un trabajo al otro lado de la frontera que le permitiera enviar algo de dinero con el que poner algo en la despensa de su casa de Costa de Marfil.
Marissa Camara no para de repetir que está feliz. Su hija Nathalie, de cinco años, oculta la sonrisa bajo la mascarilla, aunque sus ojos denotan felicidad. No se separa de su madre, mientras esta asegura estar “muy feliz y agradecida” por poder volver a reencontrarse con la pequeña. La joven, estudiante de Relaciones Internacionales en Guinea Conakry, huyó de su país para evitar que le practicaran la ablación a la pequeña: “Ahora espero que mi hija pueda tener una educación y estudiar como he hecho yo, he venido aquí solo para que tenga educación”, insiste.
Aissa Didla tuvo que separarse de su hijo mayor, de nueve años, poco después de que su patera llegara a Fuerteventura el pasado 26 de septiembre, mientras que al pequeño, de ocho meses, lo dejaron estar con ella y pasar la cuarentena en una nave industrial. La mujer sonríe y con voz tímida da las gracias a quienes han cuidado de su hijo mayor durante las dos últimas semanas. También responde a los planes que tiene en España que, a partir de ahora, son dar a sus hijos la educación que ella no pudo recibir.
A su lado, su hijo Tidiane se aferra a su mochila sin despegarse de su madre. Sorprendido, mira a la cámara de fotos mientras responde que está muy contento y también reconoce que ha echado mucho de menos a su madre y a su hermano pequeño. Esta noche Aissa podrá dormir tranquila junto a sus dos hijos. El resto de las madres también aseguran que apagarán la luz de su cuarto y dormirán felices en el hogar de Cruz Roja, porque algunas llevan casi dos meses soñando despiertas con este día.
Antes de subirse al furgón de la organización, que les conducirá al nuevo hogar, vuelven a repetir la palabra gracias, esta vez, aseguran, que es para los medios de comunicación que han contado su historia. En el centro aún dormirán dos niños más, pues las pruebas de ADN han confirmado que los pequeños viajaban junto a un familiar. Aunque aún habrá que tramitar los últimos papeles, el reencuentro explican desde el centro de menores que será pronto.
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