El Gobierno de Johnson se resiste a dar estatus diplomático a los representantes de la UE


Puede tratarse del enésimo escarceo político entre Londres y Bruselas o de algo más serio. El Gobierno de Johnson se resiste por el momento a reconocer a João Vale de Almeida, el representante de la UE en el Reino Unido, y a su equipo, el estatus diplomático del que gozaban hasta ahora sus predecesores. De hecho, el término coloquial con el que se denominaba su puesto era el de “embajador”, y se interpreta como un “título de cortesía”. Hasta ahora. El desafío británico se agrava con el hecho de que Almeida sea un peso pesado político que ya ocupó el puesto de embajador de la UE ante Naciones Unidas y en Estados Unidos. De momento, no podrá presentar sus credenciales ante Isabel II.

En su pretensión de hacer cruz y raya a 40 años de relaciones con el continente, el Ejecutivo británico sostiene ahora que no desea tratar a una organización internacional atípica –con su propia moneda, sistema judicial y capacidad legislativa– como si fuera un Estado. El Alto Representante de la UE para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Josep Borrell, envió el pasado noviembre una carta –publicada ahora por la BBC– al ministro británico de Exteriores, Dominic Raab, en la que expresaba su preocupación por la actitud del Gobierno de Johnson. “Las condiciones ofrecidas [para los representantes comunitarios] no reflejan el carácter específico de la UE, ni se adecuan a las relaciones futuras entre la UE y el Reino Unido como un tercer país importante. No garantizarían los habituales privilegios e inmunidades a la delegación y a su personal. No constituyen una base razonable para alcanzar un acuerdo”, escribió Borrell.

Ni el Acuerdo de Retirada, firmado el pasado febrero por Londres y Bruselas, ni el Acuerdo Comercial sellado a finales del año pasado, abordan la situación futura del personal al frente de la delegación comunitaria en el Reino Unido. El negociador de la UE durante todos estos años, Michel Barnier, ha sugerido este jueves al Reino Unido que “sea cuidadoso” en el manejo de esta situación. “Confío en que seamos capaces de lograr una solución objetiva e inteligente para el estatus de la UE en Londres. Sería lo más sabio que podría hacer el Reino Unido”, ha dicho.

A la vez que surgía este nuevo enfrentamiento entre las dos capitales, el Ministerio de Exteriores británico ha anunciado este jueves el nombramiento de Lindsay Croisdale-Appleby como nueva jefa de la Misión del Reino Unido ante la Unión Europea, en sustitución de Tim Barrow.

La creación del Servicio Exterior de la UE, fruto del Tratado de Lisboa, sigue siendo un proceso en continua construcción, como todo lo que tiene que ver con las innovaciones comunitarias. No es un cuerpo diplomático a la antigua usanza, el brazo exterior de cualquier nación, y sus tareas son más de coordinación y enlace con los representantes de los Estados miembros, muchos de los cuales –comenzando por el Reino Unido– han observado con recelo el papel de estos nuevos actores internacionales. Lo cierto, sin embargo, es que más de 140 países han concedido categoría diplomática a las delegaciones de la UE. En la práctica, eso implica determinadas ventajas fiscales, inmunidad o el equivalente a un pasaporte diplomático para parte del personal que trabaja en ellas.

Desde los años setenta, antes de la aprobación del Tratado de Lisboa, los delegados comunitarios han presentado sus credenciales ante los diferentes Gobiernos de los países en los que operaban. Bruselas defiende su estatus según lo dispuesto en la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas de 1961, incorporada al Tratado de Lisboa. Y recuerda al Ejecutivo británico que, al haber firmado en su día ese tratado, reconoció el estatus diplomático al Servicio Exterior de la UE. “Seguimos negociando con Bruselas sobre la disposición a largo plazo de la delegación de la UE en el Reino Unido. No deseamos especular sobre los detalles de esa disposición mientras las negociaciones sigan en curso”, ha dicho un portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores británico.

“El intento del Reino Unido de degradar el estatus de la delegación de la UE resulta mezquino, y provocará animadversión con toda seguridad cuando Londres necesite amigos en Bruselas. Merece la pena recordar que Donald Trump intentó realizar el mismo truco y tuvo que echarse atrás dos meses después. ¿Ese es un buen precedente?”, ha escrito en su cuenta de Twitter Ian Bond, el director de Política Exterior del Centre for European Reform (Centro para la Reforma Europea).

La Administración de Trump, que no disimulaba su falta de afecto por la UE, rebajó la consideración oficial del entonces embajador en Washington, David O´Sullivan, durante casi un año, pero volvió a la normalidad en marzo de 2019. Fue entonces cuando el embajador estadounidense ante la UE, Gordon Sondland, llegó a afirmar en un comunicado que “la Unión Europea era una organización de importancia única, y uno de los principales socios de Estados Unidos en la defensa de la seguridad y la prosperidad global”.

Desde su llegada al Reino Unido, Almeida se ha mostrado muy activo en su propósito de tejer relaciones con los sectores más afectados por el Brexit, como la City de Londres, el corazón financiero del país. La semana pasada aseguró que Bruselas no pretendía poner obstáculos a las entidades que aspiraban a obtener la “equivalencia” necesaria para operar en el mercado comunitario, y expresó su confianza en que el Reino Unido y la UE forjaran una firme relación comercial, diplomática y en materia de seguridad en los años venideros. “Hay vida más allá del Brexit”, dijo a sus interlocutores. Está previsto que los ministros de Exteriores de la UE traten la cuestión del estatus diplomático en su reunión del próximo lunes. De momento, la vida más allá del Brexit ofrece sobre todo nuevas complicaciones y roces diplomáticos.


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