El Shin Bet, servicio secreto israelí, ha reforzado la seguridad del primer ministro, Naftali Bennett, y de su familia después de que recibiera en su domicilio privado una carta que contenía amenazas de muerte y una bala real. Los servicios de seguridad parecen haber tomado en serio la intimidación, a la vista del inusual despliegue de guardaespaldas que rodea al jefe del Gobierno en las fotos de sus actos oficiales distribuidas tras el final de la Pascua judía, el pasado fin de semana. “Una simple bala dentro de un sobre puede convertirse en tres balazos disparados con una pistola”, ha advertido el ministro de Defensa, Benny Gantz, en una nada velada alusión al asesinato del primer ministro Isaac Rabin en 1995.
Para salir de una etapa de inestabilidad y bloqueo político que provocó la convocatoria de cuatro elecciones legislativas en dos años, la amplia coalición que dirige Bennett apeó del poder hace apenas 11 meses al conservador Benjamín Netanyahu, quien llevaba 12 años en el cargo y está encausado por corrupción. Ahora pugna por sobrevivir tras haber perdido la mayoría en la Kneset (Parlamento), amenazada por la retirada del apoyo esencial de un partido árabe islamista y en medio de la tensión reinante en Jerusalén durante el mes de Ramadán.
La brigada policial contra el crimen organizado que sigue la pista de las amenazas al primer ministro ha declarado secretas las investigaciones, lo que en Israel implica la prohibición de informar sobre la mayor parte del caso en los medios de comunicación. El Gabinete interno de Bennet se limitó a confirmar en la tarde del martes que se había reforzado la vigilancia del mandatario. Desde el asesinato de Rabin en Tel Aviv a manos de un judío extremista opuesto al proceso de paz con los palestinos, los jefes de Gobierno israelíes cuentan con un equipo especial de protección, uniformado con sobrecamisas de manga corta, que ejerce un estricto control de seguridad. Por ejemplo, los trámites de supervisión para que la prensa pueda acceder a los actos del primer ministro pueden demorarse más de dos horas.
Bennett ha preferido seguir viviendo en su casa de Raanana, en el área metropolitana de Tel Aviv, antes que en la residencia oficial del primer ministro en el centro de Jerusalén. Allí es donde llegó la carta que contenía una bala. No es la primera vez que el líder de la derecha ultranacionalista y religiosa recibe amenazas por parte de extremistas israelíes frustrados por la deriva pragmática de un Gobierno sostenido por ocho partidos, que agrupa a conservadores, centristas y la izquierda, así como al partido árabe Raam.
El pasado mes de agosto fue detenido un joven judío radical en Ashkelon (sur) por haberse dirigido al primer ministro a través de las redes sociales con estas palabras: “Acabarás igual que Rabin”. Fue condenado a siete meses de prisión. “Un conflicto político, por profundo que sea, no debe desembocar nunca en acoso, amenazas o violencia”, escribió el martes Bennett en Facebook. “Soy un político, pero también un esposo y un padre, y debo proteger a mi familia. Es necesario apagar las llamas del debate político”, advirtió.
La fuga de una diputada religiosa ortodoxa del partido Yamina, que lidera Bennett, privó a principios de mes a la coalición gubernamental de la mayoría de 61 diputados en una Kneset de 120 escaños, y forzó un empate técnico con la oposición. La escalada de violencia en la Explanada de las Mezquitas de Jerusalén, tras intervenciones policiales que se han saldado con dos centenares de palestinos heridos, llevó poco después al partido islamista Raam a retirar el apoyo de sus cuatro parlamentarios al Ejecutivo. La inestabilidad política ha coincidido además con una ola de atentados que ha causado 14 muertos en ciudades israelíes y con intervenciones y redadas de las fuerzas de seguridad en Cisjordania en las que han perdido la vida cerca de tres decenas de palestinos.
“Es un momento de grave desafío [para la supervivencia] de la coalición, que intenta evitar un retorno al caos político”, reconocía el lunes Merav Michaeli, líder del Partido Laborista y ministra de Transportes, en un encuentro con periodistas extranjeros en Jerusalén. “Todos los partidos de la alianza estamos trabajando para mantener la estabilidad (…) y para ello es preciso reducir al máximo la tensión en Jerusalén”, aseguró. Michaeli es una abierta partidaria de alcanzar una “solución política” con los palestinos, basada en el principio de los dos Estados, pero su postura no es compartida por una mayoría de socios del Gobierno.
La clave la había dado el día anterior el ministro de Asuntos Exteriores, el centrista Yair Lapid, arquitecto y cerebro de la coalición gubernamental, en una inusual conferencia de prensa con corresponsales internacionales. “Israel está comprometido en la preservación del statu quo en el Monte del Templo [como los israelíes denominan a la Explanada de las Mezquitas]. Los musulmanes rezan en él, los no musulmanes solo lo visitan”, proclamó de entrada. “No va a haber ningún cambio ni una partición del recinto, esos son solo bulos”, aclaró.
Durante la reciente Pascua judía, que ha coincidido con la Semana Santa cristiana y con el mes sagrado musulmán de Ramadán, más de 3.800 judíos han visitado el recinto donde se encuentran los santuarios islámicos de Al Aqsa y de la Cúpula de la Roca. Se trata de una cifra récord, según datos oficiales israelíes citados por France Presse. El Gran Rabinato veta tajantemente el rezo de los judíos en el lugar donde la tradición sitúa los restos de los antiguos templos de Jerusalén, pero numerosos militantes nacionalistas mesiánicos desafían las prohibiciones seculares y religiosas para orar a escondidas en la Explanada de las Mezquitas.
El estallido de violencia en el disputado recinto amurallado, sagrado para las tres religiones monoteístas, también ha socavado la alianza de Israel con países árabes estratégicos. Antes de que los ministros Lapid y Michaeli apelaran a contener la tensión en la Ciudad Vieja, el rey Abdalá II de Jordania, custodio de los santos lugares de Jerusalén; el presidente de Egipto, Abdelfatá al Sisi, y el líder de Emiratos Árabes Unidos, Mohamed Ben Zayed, habían reclamado el domingo desde El Cairo la “preservación del statu quo legal e histórico” de la Ciudad Santa.
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